Con tres ejemplos basta: en uno, el amor es necio a ojos de los demás, pero, entre amados, es un único privilegio; en otro, es algo incomprensible, algo que nos aleja del mundo pero que nos acerca totalmente a una persona (soltar su mano sería un sacrilegio); y al final, el típico amor imposible, un amor ideal, el que se posa sobre nuestros pensamientos y nada más. Si usted se ha enamorado, si usted se ha llegado a sentir en una situación así, en cualquier momento reirá o meditará; página tras página hay coincidencias, sorpresas y aclaraciones. Parece que somos nuestra propia definición para la complicada palabra: ella se adapta a nosotros.
Hay una descripción en la que, según Sócrates –dice Süskind–, el alma está dividida en tres: el conductor de un carruaje y dos caballos. Uno de estos caballos es seducido por Eros y el carácter rebelde del animal aflora. Debe ser azotado y tratado con fiereza para que regrese al orden y el carruaje no trastabille. Así, una vez domado, el carruaje continuará con su movimiento tranquilo, y los dos caballos y el conductor llevarán a buen destino a su dueño. Ahora, dice Sócrates que a estas almas buenas, con la benevolencia de Eros, les nacen alas, y llegan a donde viven los dioses: es así como del amor quedamos instalados en el terreno de la muerte.En el prólogo Miguel Sáenz dice que Patrick Süskind estuvo a punto de morir de éxito (ya se sabe: su novela El perfume, etc…), pero también dice que el Süskind que prefiere es el de sus ensayos y relatos; dice que hace falta mucho coraje para escribir sobre el amor y la muerte; dice que este ensayo es magistral. Ojalá se atrevan a darle una oportunidad, ya comprenderán.J.D. SáenzLibélula LibrosRevista Libros
Sobre el amor y la muerte. Patrick Süskind, Seix Barral. Trad. Miguel Sáenz.
Publicado el 26 diciembre 2013 por Libelulalibros
Siempre que escuchamos la palabra “amor” y nos detenemos a pensar en ella, nos encontramos en una situación un poco complicada: recordamos situaciones, intentamos identificarla con un concepto, una definición, e incluso intentamos sugerir que con nuestros actos queda al descubierto la sustancia de la palabra; una buena excusa o respuesta, también –tal vez la mejor, dirán todos–, es la de que los artistas son los que más cerca han estado de la posible y única verdad sobre este tema. Patrick Süskind se revela en este pequeño libro como un excelente ensayista. A la hora de abordar esta materia tan difusa, pero que al mismo tiempo nos es tan íntima, nos dirá, a veces con un humor ácido, a veces con una sinceridad espantosa, que todas las definiciones conducen a lo mismo o, que lo mismo, la definición se adapta a todas las situaciones. Así comienza esta pequeña obra maestra: “Lo que dice San Agustín sobre el tiempo se aplica igualmente al amor. Cuanto menos pensamos en él, tanto más natural nos parece; sin embargo, cuando empezamos a cavilar, nos metemos en un lío”. Süskind empieza desde allí a tejer una divertida e inteligente opinión como artista.