Revista Cocina
Por si alguien no lo conoce todavía, debo señalar que el festival de Yulin es una celebración que se realiza anualmente en la ciudad china de Yulin, en el que matan a miles de perros para ser consumidos como carne. Por si alguien no se lo sospechaba, se trata de una celebración que ha provocado numerosas reacciones de rechazo; especialmente en el mundo occidental, en el que comer perros se considera un tabú social. Pese a la masiva oposición social que ha provocado, el festival se ha vuelto a realizar este año.
Esta situación me provoca al menos dos cuestiones: [1] ¿Por qué se considera que está mal utilizar a perros de comida? y [2] ¿Lo que hacen en Yulin es diferente de lo que hace el resto del mundo cada día?
Los defensores del festival de Yulin defienden la práctica como una expresión cultural y argumentan que el consumo de perros no es diferente de comer cerdos, vacas o pollos. Debo reconocer que ambos puntos son empíricamente correctos. Comer animales en general, y comer perros en particular, es una costumbre cultural. Así como también comer perros no se diferencia en ningún aspecto significativo de usar a cualquier otro animal de comida; al igual que no hay una diferencia significativa entre comer vacas marrones y comer vacas negras. Otra cosa distinta es que ninguno de estos dos hechos justifique moralmente utilizar a los perros de comida en particular, o a los animales de comida en general.
Cultura es toda la información transmitida por aprendizaje social, lo cual incluye ideas y costumbres de todo tipo. Ahora bien, que algo forme parte del acervo cultural de una comunidad no significa que sea moralmente aceptable. Sabemos de diversas prácticas culturales, cuyas víctimas son humanas, pero que son ampliamente rechazadas en nuestra sociedad, como, por ejemplo, la ablación de las mujeres. El solo hecho de que una actividad forme parte de una cultura, o se trate de una práctica tradicional, no puede servir como justificación moral. Señalar que algo es cultura, o es tradición, es un enunciado meramente descriptivo. Sería como decir que tal cosa es redonda o que es roja. No es ni siquiera un argumento razonado. ¿Si entendemos que ese tipo de apelación no sirve para justificar abusos contra seres humanos por qué pensamos que puede valer para justificar abusos contra los otros animales?
A menudo se dice que "no podemos comparar a un animal con un ser humano". Lo cual ya de por sí no es un argumento sino una petición de principio que debe ser justificada. ¿Por qué se supone que no podemos compararlos? Entre humanos y otros animales existen evidentes diferencias, claro, ¿pero esas diferencias justifican una diferencia de trato moral? Entre seres humanos también encontramos notables diferencias. Pueden ser diferencias físicas como el aspecto, la forma o el tamaño; o diferencias mentales como la inteligencia o la capacidad de comunicación. Pero, ¿alguna de estas diferencias justifica una diferente consideración moral? ¿Hay alguna diferencia física o mental que justifique que determinados individuos humanos puedan ser tratados como objetos y recursos? Si no fuera así, ¿por qué razón dicha diferencia justificaría tratar a los individuos no humanos como objetos y recursos?
A un nivel básico de consideración moral, separar entre humanos y otros animales es una discriminación arbitraria. Esta discriminación se presupone por tradición, porque "siempre se ha hecho así", y porque consideramos que los humanos son de nuestro grupo, pero los otros animales no son humanos así que no son de nuestro grupo. Tradición y tribalismo, en definitiva. Sin embargo, sabemos que esos criterios no se sostienen racionalmente. Tribu y tradición son los mismos criterios que se han usado para intentar justificar toda clase de opresiones y crímenes. Por un lado, decimos que ellos "no son de los nuestros", así que podemos hacerles daño. Por otro lado, decimos que "siempre se ha hecho así" y por eso está bien hacerles daño, sólo porque llevamos cometiendo ese daño desde hace mucho tiempo.
Si la especie no es un criterio relevante, ¿qué característica relevante debe tener un ser para que reconozcamos que merece consideración moral? La respuesta es simple: la capacidad de sentir. Llamamos sentir a la capacidad de tener experiencias subjetivas; esto es, sensaciones, emociones, deseos, sentimientos. Esta capacidad conlleva necesariamente la existencia de un yo que percibe de forma consciente dichas experiencias. A la sintiencia podemos denominarla también conciencia sensorial —o conciencia sensitiva. Así, podemos decir que todo ser dotado de sensación posee subjetividad y, al mismo tiempo, que posee conciencia de sí mismo y de sus propias experiencias. Por esto todo los seres sintientes son también seres conscientes.
Todos consideramos que es moralmente erróneo infligir daño y sufrimiento a los animales sin una razón que lo justificara. ¿Por qué? Porque son seres conscientes. Ellos tienen conciencia de lo que les sucede y lo que les sucede les importa. Los animales valoran su propia supervivencia y bienestar. Hacer daño a una piedra o a una planta no puede ser moralmente objetable en sí mismo en tanto que ni las piedras ni las plantas poseen conciencia. Los seres que carecen de un sistema nervioso no pueden generar sensaciones, así que hacerles daño no incurre en una infracción moral, salvo que afectara a los intereses de seres que sí pueden sentir.
Si comprendemos que la posesión de sintiencia o percepción consciente es el único criterio necesario y suficiente para ser incluido en la comunidad moral entonces también podemos comprender que utilizar la noción de la especie para atribuir una discriminación o una diferente consideración moral sería un procedimiento arbitrario como lo sería utilizar la noción de raza o la de sexo. En todos estos casos existe un prejuicio o actitud sesgada favorable a los intereses de los miembros de un grupo en detrimento de los de otros. Este procedimiento basado en el criterio de la especie es lo que denominamos especismo. Así pues, no importa si nuestras víctimas son perros, vacas, cerdos, gallinas, peces o abejas. Sólo importa que todos ellos son seres dotados de sensación.
Bien, si todo este razonamiento es correcto entonces resulta que no sólo es moralmente erróneo el consumo de carne de perro, sino también el consumo de vacas, cerdos, gallinas, peces y cualquier otro animal sintiente. Esto quiere decir también que nuestra sociedad se dedica a celebrar un constante festival de Yulin. Utilizamos y matamos animales cada día para convertirlos en comida, sólo por placer y por tradición. No necesitamos utilizar a los otros animales para poder alimentarnos, así como tampoco para vestirnos ni entretenernos. No se trata en primer lugar de si les causamos más o menos sufrimiento. Se trata de que cualquier mínimo daño o sufrimiento que les causáramos por este motivo no se puede excusa r apelando a la necesidad y choca con la idea de que no debemos hacer daño a los animales injustificadamente.
Nuesto sentido moral es una capacidad innata y se desarrolla mediante la experiencia y la educación. Este sentido moral nos permite reconocer que otros seres poseen conciencia y tienen intereses. Que esos seres tenga un aspecto, tamaño y forma diferente al nuestro no es lo relevante. Que esos seres no sean humanos no justifica tener una nula o diferente consideración hacia ellos. Por esto el veganismo es una cuestión de ética elemental. El veganismo es reconocer que los demás animales son sujetos y no deben ser tratados como objetos —ellos merecen consideración moral, es decir, que su individualidad y sus intereses básicos no deben ser vulnerados ni sacrificados por motivos utilitarios.
Nuestra oposición al festival de Yulin, siempre que sea razonada, nos conduce necesariamente al veganismo. La razón moral que justifica la condena de esta actividad conlleva que debemos rechazar todo uso de animales. El uso de animales significa hacer daño innecesario a los animales. El uso de animales implica tratar a sujetos como si fueran objetos. El uso de animales viola el principio de igualdad al supeditar la voluntad y los intereses de los otros animales en nuestro provecho. La utilización de animales para propósitos humanos no se puede ajustar a ningún principio moral.
Asimismo, pienso que este razonamiento habría que aplicarlo al activismo y debería llevarnos a comprender que la denuncia del festival de Yulin es una campaña injusta en tanto que discrimina al resto de animales que también son cosificados y explotados. No sólo los perros son utilizados de comida. Cualquier iniciativa que llevemos a cabo para ayudar a los animales debería asumir el veganismo como principio moral.