Cuando el fetichismo de la mercancia o del dinero no bastan para llenar el vacio espiritual -que propone la propaganda capitalista- se produce una situación de depresión que no puede ser resuelta por el afectado, la vida pierde sentido. Los farmacos (drogas legales) y las drogas ilegales suelen sustituir la falta de estimulos como la alegría y el entusiasmo y las motivaciones al cosificarse las relaciones causada por el desequilibrio entre la esfera material y espiritual.
Ya no puede haber ningún tipo de profundidad en relaciones basadas en la mercancía al carecer ésta de espíritu. La imposición derivadas de las relaciones en el sistema mercantilista y tecnológico reducen al ser humano a un engranaje más de la máquina que lo tritura y lo despoja de todo valor inmaterial como la solidaridad, el apoyo mutuo y el amor.