Inventar en Liturgia VI
Me ha pasado varias veces en misa... En el momento en el que todos debíamos rezar el Gloria les ha sido permitido a los adolescentes cantores guitarreros sustituir el Gloria, milenaria oración cuyo origen se remonta muy posiblemente a los siglos II-III d.C., por un canto ñoño y carente de fundamento, dividido en tres estrofas, cada una de ellas dedicada, respectivamente, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo (y alguno dirá: "¡menos mal!"). Bien, y me pregunto: ¿qué derecho tiene nadie, sea ministro ordenado o no, para quitar, poner, variar y desvariar arbitrariamente los elementos y textos de la celebración litúrgica de la Iglesia? Hablo de aquellos elementos para los cuales no hay "libertad creativa", evidentemente, pues hay otros momentos en los que hay lugar para cierta creatividad −creatividad en la fidelidad−. Véase por ejemplo la Ordenación General del Misal Romano cuando afirma:«Terminada la oración colecta, todos se sientan. El sacerdote puede introducir a los fieles en la liturgia de la palabra con brevísimas palabras [...]» OGMR, 128.Pero, respecto a la oración Gloria a Dios en el Cielo, ¿qué dice la OGMR? Veamos:
«El Gloria es un himno antiquísimo y venerable con el que la Iglesia, congregada en el Espíritu Santo, glorifica a Dios Padre y al Cordero y le presenta sus súplicas. El texto de este himno no puede cambiarse por otro. Lo entona el sacerdote o, según los casos, el cantor o el coro, y lo cantan o todos juntos o el pueblo alternando con los cantores, o sólo la schola. Si no se canta, al menos lo han de recitar todos, o juntos a dos coros que se responden alternativamente.
Se canta o se recita los domingos, fuera de los tiempos de Adviento y de Cuaresma, en las solemnidades y en las fiestas y en algunas peculiares celebraciones más solemnes» OGMR, 53.Por tanto, el texto del Gloria ha de ser el indicado en el propio Misal Romano.
Por último, para quien quiera profundizar en el origen histórico de este himno, remito al siguiente artículo de estudio. Allí son citados Jungmann, Vagaggini, Baumann, Righetti, Martimort... Vamos, la crema y nata de los estudios litúrgicos.