El argumento clásico a favor del idealismo es el de Fichte. Hay filosofías que parten del objeto, como el materialismo, y concluyen que el ser humano es un objeto dominado por leyes naturales. El idealismo parte del sujeto y concluye que el ser humano es libre y práctico. La elección entre estas tendencias no es racional sino práctica. Si quiero ser libre y activo, escojo el idealismo. Si deseo considerarme un ser determinado por las leyes de la naturaleza, escojo el materialismo, que es la posición de la ciencia. Marx reprochó al materialismo de su tiempo haber dejado que el idealismo desarrollara una filosofía activa.
Todo idealismo parte del sujeto y es activo. Para Leibniz, la mónada que somos produce todas sus cualidades, la materia solo es una resistencia que encontramos a nuestro paso. Lo mismo dijo el idealista subjetivo Berkeley, nunca nos encontramos con la materia, solo con sensaciones de dureza, color, sabor… Y las sensaciones solo pueden estar en un ser sensible. Hay sensaciones que podemos cambiar y otras no. Las que no provienen de otro ser espiritual, Dios. La posición de Berkeley se denomina idealismo psicológico o subjetivo. El idealismo de Kant es trascendental o formal: espacio y tiempo son formas de intuición del sujeto. Este las pone al fenómeno y, precisamente por eso, puede hallar leyes en la naturaleza. Aquí, lo ideal es la forma del fenómeno, no su materia, que es producida en nosotros por una cosa en sí o noúmeno. Esa cosa en sí fue desechada por los neokantianos y por los grandes idealistas alemanes: Fichte, Schelling y Hegel. El idealismo de Schelling y el de Hegel es objetivo. Nuestra mente, que piensa dialécticamente, no es más que un reflejo de un espíritu absoluto que se va desenvolviendo en la naturaleza y la historia.
Normalmente se dice que Platón era idealista. Pero el filósofo griego no parte del sujeto, sino de unas ideas que existen en un kosmos noetós o mundo inteligible y son modelos de las cosas sensibles. Estas ideas no construyen la realidad y son inactivas. Casualmente, uno de los reproches de Aristóteles hacia su maestro es que las ideas no sirven para construir el mundo real.