Y ya en las primeras páginas nos lanza el autor una advertencia para intentar que no nos engañemos:
In the past, automation technology has tended to be relatively specialized and to disrupt one employment sector at a time, with workers then switching to a new emerging industry. The situation today is quite different. Information technology is a truly general-purpose technology, and its impact will occur across the board. Virtually every industry in existence is likely to become labor-intensive as new technology is assimilated into business models.
Es cierto que tendemos a pensar, creo que con razón, que el impacto de la tecnología en la sociedad en su conjunto, y en el desarrollo y bienestar del ser humano es siempre positivo. Pero también lo es que cualquier cambio puede tener su impacto negativo... y la tecnología está induciendo un enorme cambio.
Como nos dice Martin Ford, nos habíamos acostumbrado a pensar que aunque una tecnología o, incluso, un nuevo modelo de negocio, pueda destruir algún tipo de puesto de trabajo, aunque puntualmente o de forma localizada se pueda destruir empleo, la nueva tecnología implica nuevos desarrollos o nuevas necesidades que harán que el balance neto sea positivo o, al menos, neutro.
Sin embargo, Ford nos intenta convencer de que en la revolución actual, que tiene a las TIC en su mismo epicentro, el impacto en el empleo es negativo y de forma generalizada, que las tecnologías digitales y la automatización, destruyen empleo en todos los sectores y tipos de actividad.
Creo que mantengo mi optimismo sobre la tecnología en sentido general. Sigo creyendo que, de una forma u otra, aunque sea a medio plazo, el impacto será siempre positivo... Sin embargo, la advertencia de Martin Ford parece suficientemente seria y bien fundamentada como para tenerla en cuenta.
Incluso aunque el efecto final de la tecnología sea positivo, asusta pensar que el coste del cambio pueda ser demasiado alto, que pueda condenar a grandes sectores de la población, a amplios tipos de trabajadores, quizá a una economía y una generación enteras, al desempleo e incluso la pobreza.
Vale la pena, pues, que, como sociedad, 'le echemos una pensada' y pongamos en marcha los mecanismos técnicos, sociales o políticos necesarios para conducir el desarrollo en la dirección correcta. Y vale la pena, como individuos, que nos aseguremos, hasta donde sea posible, de ser valiosos por nosotros mismos y ser capaces de ejercer un amplio abanico de actividades en el ámbito profesional, para tener más posibilidades de no quedarnos obsoletos e inútiles para una actividad laboral cada vez más dominada por el software, los automatismos y los robots.