Publicado en HeraldPost.es
Si hay algo que ha aportado munición a aquellos que se desgañitan contra el capitalismo es, sin duda, la pésima gestión, no solo a nivel económico, sino principalmente a nivel humano, de tantos y tantos empresarios en el pasado. Amparados por un régimen totalitario en nuestro país, muchos camparon por sus respetos bajo el palio de la patria, el movimiento y tantos otros colectivos que el de El Ferrol y los suyos auspiciaron o protegieron y que podríamos llamar los afectos. No entraré a valorar si fueron muchos o pocos, pero como las meigas los hubo, y de hecho siguen existiendo. No es difícil encontrar hoy empresarios y mandos que no acaban de comprender que la forma perfecta de trabajo en cualquier entorno empresarial es la simbiosis. Todos necesitan de todos. Sí, hay que extirpar los elementos cancerígenos, pero comprendamos que el liderazgo no es gritar más alto que tu empleado o compañero. El liderazgo supone conseguir que todo el mundo sea capaz de poner lo mejor de sí mismo sobre la mesa.
En un mundo cada vez más globalizado este tipo de conductas caciquiles necesariamente tienden a desparecer. La búsqueda de la supervivencia empresarial pasa necesariamente por ir en pos de la eficiencia. El despotismo más o menos estridente entorpece este camino y, si bien no podemos evitar que existan malos empresarios – al fin y al cabo uno se convierte en empresario jugándose su dinero y con la propiedad privada de cada cual allá él – o malos jefes, la deriva histórica que vivimos pasa por encima de los mencionados comportamientos y los ahoga, no dejándolos prosperar en el largo plazo, so pena de muerte empresarial. Y cuanto más libre es el mercado de trabajo, mejor se comprende lo que digo. Siempre los hechos.
Si entendemos – yo no, pero hay quien sí – que los líderes de una nación son los que se sientan en los escaños de los parlamentos comprobaremos que, si la nación es España, las conductas que se reproducen son las más indeseables para ejercer un correcto liderazgo. Hemos asistido al espectáculo, que no congreso, de Podemos en Vistalegre. Al somnífero complaciente del Partido Popular en La Caja Mágica. No hace demasiado Ciudadanos también hizo algo parecido, pariendo el engendro liberal-progresista. Y en ello anda el PSOE, con cuatro o cinco o diez candidatos, que ya pierdo la cuenta, mientras la gestora gestiona.
El autoritarismo tiránico de Pablo Iglesias no solo se pone de manifiesto en sus propuestas políticas. Lo representa fielmente en sí mismo, chulo y matón, frente a todo el que ose contrariarle. Si en lugar de llevar coleta fumara puros, sería talmente la imagen del empresario explotador que tanto menta. No me he parado a pensar si el déspota nace o se hace, pero ciertamente el de Podemos se parece más a un capataz de esclavos con su látigo y su media sonrisa de desprecio que a alguien capaz de gobernar una comunidad de vecinos siquiera. No digamos que ejercer el liderazgo necesario para hacer que casi 50 millones de españoles den lo mejor de sí mismos. Mejor pasar a unos cuantos a cuchillo. O eso me parece a mí que piensa él.
No se equivoque nadie, el vacío liderazgo de Rajoy también reproduce fielmente conductas los “defensores del trabajador” critican. Es ese señor que nunca aparece por la empresa, salvo para ponerse alguna medalla y dar alguna que otra palmadita en la espalada, condescendiente y soberbio. Mariano está por encima del bien y del mal. Mariano solo ha de dejar la vida pasar, mientras los demás se llenan de fango. Otros hacen el trabajo. Otros se ensucian, dentro y fuera de su partido. Otros son los que reciben un mensaje en el móvil animándolos para que sean fuertes. Mariano está y cobra los réditos. Que para eso el cortijo es suyo. O eso parece.
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