Traemos un poco de información y un par de ilustrativos documentos, desde el manual de Historia Contemporánea de Miguel Artola y Manuel Pérez Ledesma "Contemporánea. La historia desde 1776", sobre el feminismo, para variar un poco con el tema de los sucesos de mayo del 37 que venimos tratando en los últimos días.
Las manifestaciones iniciales del feminismo se produjeron durante la segunda mitad del siglo XIX, surgiendo grupos sufragistas que reclamaban el derecho a voto y el acceso de las mujeres a la enseñanza superior o a puestos de trabajos cualificados. Destacan para este primera época personalidades como la de Lucretia Mott o Elizabeth Stanton, de las que tenéis un documento más abajo.
Pasada la Gran Guerra, la mayor parte de los países democráticos concedieron el voto a las mujeres, excepto en algunos casos, como el francés o el belga, que sólo cedieron pasada la Segunda Guerra Mundial. Conseguido este primer e importante objetivo, el movimiento feminista entró en profundo declive, del que sólo saldría a partir de los sesenta en USA o los setenta en Europa.
Para la nueva época destaca Betty Friedan, quien dedicó en 1963 su libro La mística de la feminidad al malestar de todas aquellas mujeres americanas confinadas en el hogar y sus tareas.
Pasados apenas tres años, Friedan creaba la National Organization of Women (NOW), que defendía la "plena igualdad entre los sexos".A este feminismo liberal se juntaría poco después otra corriente definida como radical, dedicada a promover entre las mujeres una conciencia de oposición frente a la clásica supremacía masculina en el ámbito familiar y social. Mientras tanto en el continente europeo el feminismo socialista, vinculado a los partidos de izquierda, reclamaba la igualdad salarial entre hombres y mujeres y unía la causa de la liberación femenina a la de la clase trabajadora. Mas la gran novedad que introdujo el Movimiento de Liberación de la Mujer en los setenta fue la colocación en primer plano de objetivos aparentemente más privados: lucha contra las trabas al libre desarrollo de la sexualidad femenina (es decir, reconocer entre otras cosas el derecho al divorcio o al aborto) y reclamación de igualdad con el hombre en el reparto de las tareas domésticas y de responsabilidad familiar.
Otra rama del feminismo era partidaria del lesbianismo como defensa de la autonomía de las mujeres frente a la imposición de la heterosexualidad, y acabó entrando en contacto con los movimientos de liberación de los varones homosexuales de los setenta. Se dirigieron primero contra las normas legales que penalizaban las relaciones íntimas entre personas del mismo sexo; luego lucharon por la consecución de la igualdad con las parejas heterosexuales en aspectos como el derecho al matrimonio o al menos a la concesión de un estatus legal a las uniones "de hecho", así como a que se les reconociese la capacidad de adoptar niños.
Una lucha pacífica y necesaria, la que mantuvieron estas personas. No dejemos que se pierda lo que con tanto esfuerzo consiguieron. Nunca.
Ahora dos documentos. Uno sobre el feminismo del XIX y otro referente al de los sesenta del pasado siglo.
La historia de la humanidad es la historia de las repetidas vejaciones y usurpaciones por parte del hombre con respecto a la mujer, y cuyo objetivo directo es el establecimiento de una tiranía absoluta sobre ella. [...]
El hombre nunca le ha permitido que disfrute del derecho inalienable del voto.
Le ha negado derechos que se conceden a los hombres más ignorantes e indignos, tanto naturales como extranjeros.
Habiéndole privado de este primer derecho de todo ciudadano, el del sufragio, dejándola así sin representación en las asambleas legislativas, la ha oprimido desde todos los ángulos.
Si está casada, la ha dejado civilmente muerta ante la ley.
La ha despojado de todo derecho de propiedad, incluso sobre el jornal que ella misma gana [...]
En el contrato de matrimonio se le ha obligado a prometer obediencia a su esposo, mientras que él se convierte, para todos los efectos, en su amo -ya que la ley le da poder para privarla de libertad y para administrarle castigos. [...]
Él ha monopolizado todos los empleos lucrativos, y en aquellos que ella puede desempeñar no recibe más que una remuneración misérrima. Él le ha cerrado todos los caminos que conducen a la fortuna y a la fama, que él considera más honrosos para sí mismo. Ella no es admitida ni como profesional de la medicina, ni de la teología, ni del derecho.
Le ha negado la oportunidad de recibir una educación adecuada, puesto que todos los colegios están cerrados para ella. [...]
Él ha creado un sentimiento público falso, al dar al mundo códigos morales diferentes para el hombre y para la mujer, según los cuales delitos que excluyen a la mujer de la sociedad, son tolerados al hombre, e incluso se consideran de poca importancia en él. [...]
Por lo tanto, en vista de esta total privación de derechos civiles de la mitad de los habitantes del país, de su degradación social y religiosa -a causa de las injustas leyes a las que nos venimos refiriendo- y porque las mujeres se sienten vejadas, oprimidas y fraudulentamente despojadas de sus más sagrados derechos, insistimos en que sean inmediatamente admitidas a todos los derechos y prerrogativas que les pertenecen como ciudadanas de los Estados Unidos.
L. Mott y E.C Stanton: Declaración de Seneca Falls, 1848
El problema sin nombre -que se reduce simplemente a no permitir que la mujer norteamericana desarrolle plenamente sus capacidades- está causando más víctimas en el campo de la salud mental y física que cualquier otra enfermedad conocida. Considérese el elevado porcentaje de derrumbamientos psíquicos de mujeres en las "crisis" sobre el papel que les corresponde en la vida, y que se producen entre los veinte y los treinta años; el alcoholismo y los suicidios de los cuarenta a los cincuenta, la cantidad de amas de casa que abarrotan las consultas de los médicos. Considérese la abundancia de matrimonios entre jóvenes menores de veinte años, la proporción cada vez mayor de solteras embarazadas y, lo que es aun más grave, los casos patológicos de simbiosis madre-hijo. Considérese la pasividad alarmante de las adolescentes norteamericanas. Si seguimos produciendo millones de jóvenes madres que interrumpen su desarrollo mental y su instrucción faltas de personalidad, desprovistas de fuertes valores humanos que puedan transmitir a sus hijos, estamos simplemente cometiendo un genocidio, que empieza sepultando en forma masiva a las mujeres y terminará con la progresiva deshumanización de sus hijas e hijos.
Estos problemas no pueden solucionarse por medio de la medicina, ni siquiera de la psicoterapia. Necesitamos modificar drásticamente el prototipo cultural de la feminidad , de manera que permita a las mujeres conseguir la madurez, la personalidad, la plenitud de su ego, sin que ello suponga oposición a su satisfacción sexual. Debe llevarse a cabo un esfuerzo intensivo por parte de los padres, profesores, párrocos, directores de revistas y asesores publicitarios, orientadores, etc., para poner coto a esta ola de matrimonios prematuros, impedir que las muchachas crezcan deseando únicamente llegar a ser amas de casa, detener esta tendencia insistiendo en que las chicas también deben desarrollar todas las posibilidades de su ego, con objetivos que les permitan descubrir su propia personalidad, con el mismo cuidado con que padres y profesores lo hacen para los chicos desde su infancia. [...]
Cuando un número suficiente de mujeres haya enfocado su plan de vida hacia sus verdaderas capacidades y se haya atrevido a hablar en favor de los permisos por embarazo y parto, e incluso de temporadas de descanso para las madres que trabajan, de guarderías con personal especializado, y de otros cambios necesarios, entonces ya no se verán obligadas a renunciar al derecho de competir y a aportar su contribución sin por ello renunciar al matrimonio ni a la maternidad. Es una equivocación seguir aceptando tantas alternativas innecesarias que hacen que, inconscientemente, las mujeres renuncien a consagrarse a un objetivo importante o a la maternidad, lo cual entorpece al mismo tiempo las necesarias reformas sociales. La mujer tiene la gran desventaja de su sexo, y al mismo tiempo perjudica también a la sociedad, bien sometiéndose servilmente a la actitud del hombre en el campo profesional, o negándose rotundamente a competir con él [...].
B. Friedan: La mística de la feminidad, 1963
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