Todo nuestro trabajo
no está apoyado ni en el doble ni en el espíritu, está apoyado en el problema
del sufrimiento humano. Nuestra preocupación está puesta en el sufrimiento
humano y cómo superarlo. Ahí es donde ponemos nosotros el interés.
Desde muy antiguo
ustedes saben que ese ha sido el problema. Desde muy antiguo se han dado
soluciones distintas. Algunos dijeron que la percepción lleva a la imaginación,
y la imaginación al deseo, y el deseo al encadenamiento y, por lo tanto, al
sufrimiento.
Para suprimir el
sufrimiento unos dijeron que no había que percibir cosas, entonces muchos de
ellos se encerraron en cavernas, otros taparon sus ojos y sus oídos, otros
hicieron ciertos tipos de yoga para dominar su cuerpo con el fin de que no
percibieran. Algunos para entrenar a su propio cuerpo utilizaron castigos:
dejaron sus cuerpos sin comer, sin beber, se acostumbraron al frío y a los
calores excesivos por las distintas vías del faquirismo. Algunos quedaron
ciegos mirando al sol, otros dejaron
sus cuerpos rígidos
sin poderlos mover y fueron convirtiendo a sus cuerpos en objetos, a fin de que
las sensaciones, las percepciones, no perturbaran sus mentes. Aún en la
actualidad existen otras escuelas faquiristas, y no crean que existen sólo en
la India. Hoy existen monasterios cristianos en donde algunas religiosas se
encierran por toda su vida en una pieza y no hablan con nadie, no toman
contacto con la naturaleza prácticamente. De manera que muchos trataron de
suprimir el sufrimiento suprimiendo la percepción.
Otros fueron más
adentro y dijeron: “es la imaginación el problema”. No importa, entonces,
percibir el mundo, basta que luchemos contra la imaginación a fin de que las
cosas que vemos no nos hagan imaginar otras cosas; entonces estructuraron
muchas técnicas para taponar la imaginación. Entonces la gente se volvió
estéril, entonces no generó ninguna cosa, entonces perdió el gusto por la
creatividad y el arte, porque todo aquello era imaginación y la imaginación
lleva al deseo y éste al sufrimiento.
Otros se preocuparon
por el problema del deseo, yendo más adentro, y dijeron: “no hay que desear,
porque si deseamos algo eso nos va a crear contradicción”. La mejor forma
de no desear nada es no querer nada tampoco, entonces ellos se entrenaron en no
querer nada. Y entonces estuvieron mucho tiempo sometidos al temor de desear
algo, entonces se fueron encerrando en sí mismos, se fueron contrayendo; de
manera que bastaba que alguna cosa les gustara un poco para sufrir
instantáneamente la sensación de pecado.
De manera que en un
caso, en el otro o en el otro, en todos funcionó la represión como sistema.
Funcionó básicamente la palabra “No”, funcionó la palabra “prohibido”, funcionó
en definitiva la represión. Frente a un objeto que me es placentero, si yo niego
ese objeto, aunque haya sacado ese objeto sigo relacionado con él; luego me
preocupo por no haber tomado ese objeto. De manera que aunque tenga el
objeto o que el objeto desaparezca siempre estoy ligado a él. Entonces
continuamente sufro
el péndulo interno: estar adherido a ellos y luego rechazar esos objetos.
Entonces, si yo me planteo eso de desadherirme de los objetos en realidad me
crea un péndulo interno. Es muy distinto decir que frente al objeto placentero
“yo tomo” al objeto placentero a decir “yo ando buscando” al objeto. Buscar al
objeto placentero es lo que me crea contradicción, es la búsqueda de la
imaginación la que trae contradicción, no es el placer el que trae
contradicción. Cuando ustedes comen algo que les agrada no sufren contradicción,
ustedes sufren contradicción cuando andan buscando continuamente aquello que
les agrada. De manera que la contradicción no está en el placer sino en la
búsqueda del placer. El sufrimiento está en la búsqueda del placer, no en el
placer en sí.
Lo más que puede
suceder en el placer es que esta tensión luego se descargue. En realidad, a ustedes les agrada comer
ciertos alimentos cuando tienen hambre, en primer término porque tienen
grabaciones de objetos similares y reconocen el gusto y, en segundo término, porque
el reflejo del hambre es un reflejo visceral, es una excitación biológica, y al
llenar ustedes el buche con el alimento saturan esa excitación biológica. De
manera que siempre funciona en el sistema de placer la tensión y la relajación.
Incluso una situación dolorosa se convierte en placentera cuando retiramos el
factor “dolor”: esa espina que está provocando el dolor, al ser retirada se
siente placer; no es que estemos en una situación de placer, estamos en una
situación de dolor, que al ser retirado se experimenta el placer.
De manera que si se ve correctamente este
péndulo entre placer y dolor, entre la tensión y la relajación, se pueden
comprender muchos fenómenos de la vida diaria. En ningún caso provoca
contradicción sacarse la espina, tampoco provoca contradicción el comer, sí
provoca contradicción el buscar a toda costa cómo eliminar las tensiones
internas. Entonces estamos en un círculo vicioso: nosotros buscamos aquello que
nos quita la tensión, pero ponemos toda nuestra tensión en buscar eso. Entonces
se produce un circuito de retroalimentación. Porque nosotros vamos alimentando
con nuestras tensiones la búsqueda del placer, al aumentar la búsqueda del
placer aumentan también nuestras tensiones internas y, entonces, en lugar de ir
de un sistema de tensión a otro de relajación vamos a un sistema de tensión en
aumento. Al aumentar ese sistema de tensión aumenta nuestra agresividad y
aumenta nuestra contradicción interna.
Cuando nosotros hablamos de
“contradicción” siempre lo distinguimos de lo que llamamos inconveniente” o
problema. Nuestro problema no es acabar con los inconvenientes y los problemas
de la vida diaria; muchos de estos inconvenientes son incluso estímulos para
que nos movamos en una dirección positiva. Nosotros consideramos a los
inconvenientes como factores que, de todas maneras, no nos impiden
desarrollarnos. Cuando un inconveniente nos coloca en un círculo vicioso,
cuando tenemos la situación interna de que no hay salida de esa situación en
que estamos, cuando no podemos movernos a ninguna dirección, decimos que
estamos sumidos en la contradicción. Lo característico de la contradicción es
el sentimiento de “no salida”, es el sentimiento de “repetir situaciones”; no
es eso lo característico del problema o inconveniente diario.
Mucha gente cree que cualquier problemita
le genera contradicción, entonces como todo le genera contradicción tiene que
vivir dentro de una vitrina, y parece que el vivir dentro de una vitrina le
genera contradicción ... Hay una gran diferencia en esto de los inconvenientes,
que si los agrandamos convertimos a la gente en temerosa, pusilánime. De manera
que hemos llegado a este punto: a hablar del sufrimiento referido a la
contradicción.
Nuestro problema es el problema del
sufrimiento humano, y la ruptura del sufrimiento tiene que ver con la ruptura
de la contradicción. Nuestro trabajo interno, la aplicación de determinados
principios en la vida diaria, pretende, con suavidad, amablemente, sin
violencia interna, ir rompiendo con las contradicciones a las que estamos
sometidos. Nosotros no planteamos el trabajo interno con violencia, no creemos
que se pueda salir de la contradicción de un día para el otro; nosotros creemos
que se pueden abrir, en cambio, brechas, rumbos frente a la contradicción.
En esta época en que vivimos, tan vistosa,
tan llena de efectos, de fenómenos tan espectaculares, semejantes planteos no
tiene ningún sabor, ninguna cosa interesante. Quiero decir que en épocas
espectaculares ¡los planteos tienen que ser espectaculares! Es interesante disfrazarse,
es interesante importar gurúes, es importante rodearse de halos misteriosos,
porque eso puede competir con todos los artículos de la sociedad de consumo,
pero de ninguna manera puede competir con ellos un planteo tan humilde como el
que venimos haciendo. Parece, entonces, que nuestro planteo no es un planteo de
competencia, es más bien un planteo suave, de buena voluntad, que ni siquiera
sirve para todas las personas sino que sirve para unas pocas que son también
como humildes internamente. Los planteos brillantes son para gente
brillante, los planteos humildes son para gentes humildes. Es un poco lo que
pasa con nuestras proposiciones: cuando se nos dice que nuestros planteos no
son originales para nada, y cuando se nos dice que no hemos inventado ninguna
cosa, nosotros creemos que ellos tienen razón; tienen sobre todo razón en que
éstos no son planteos nuevos, y, además, tienen mucha razón en no aceptarlos
para su propia vida, pero por lo menos podrían considerar que a lo mejor para
nosotros nos sirven.
Es que nosotros no
queremos avanzar sobre nadie, nosotros queremos resolver nuestro problema de
contradicción, y eso es todo. Y luego no nos culpen si no somos más brillantes,
porque esa no es la intención. Cuando una persona suma “dos más dos igual
cuatro”, no es correcto que venga otra persona a pedirle que haga raíces
cuadradas. Está bien. Cada uno con sus medidas. Por eso hemos dicho que
nuestros planteo es más bien para los que llevan el fracaso en su interior. No
es para gente triunfadora. Es para la gente que se reconoce contradictoria, que
se reconoce fracasada. Fíjense que a nadie le gusta reconocerse fracasado
internamente. ¡Ya ven ustedes por qué somos tan pocos! Somos tan poca gente
porque hay pocos fracasados, o a lo mejor hay muchos fracasados pero pocos que
se consideran así.
Esto del fracaso
parece una idea de algún interés, porque hasta tanto uno no se considere
seriamente que no tiene salida y que su vida es un círculo vicioso, que su vida
es una continua contradicción, ya sin sentido, hasta entonces uno no puede
trabajar seriamente. No es más que eso.
tomado
de:
Silo - Charla de Londres
16.May.1975