Tras la palabra «terrorismo» palpitaban graves experiencias norteamericanas: la del World Trade Center de Nueva York en 1994, la del edificio federal de Oklahoma el 19 de abril de 1995 y la del atentado al cuartel estadounidense en Arabia Saudí en esa misma semana de junio de 1996. Pero ¿qué dimensiones sociales y políticas abarca esa palabra? ¿Sirve para entender la naturaleza política o social que la engendra? ¿Abarca las acciones de grupos armados como Al Fatah, Hezbollah o Hamas en las fuerzas palestinas luchando contra Israel igual que a las llamadas milicias paramilitares norteamericanas? ¿Supone que tienen la misma naturaleza organizaciones regionales y nacionalistas como la ETA en España o el IRA en Irlanda y grupos racistas como los que incendian templos de feligreses negros en el sur de Estados Unidos? ¿Incluye a judíos fanáticos ortodoxos o a los grupos racistas alemanes que atacan a turcos y portugueses? ¿El concepto también incluye las acciones de terror que ejércitos regulares pueden generar en su propia población o en otros países, como el del ejército ruso contra la población chechena, el de Irak contra la minoría kurda, el ataque aéreo de Israel a la sede de la ONU en el Líbano el 18 de abril de 1996 o el de Estados Unidos contra la ciudad de Panamá para capturar al general Noriega? ¿Son terroristas en el mismo sentido todos los pueblos que se levantan para resistir una invasión, todos los pueblos que se alzan para defenderse de masacres, hambre, racismo, represión, pobreza? (…) Luchas de minorías étnicas, reclamos de minorías sociales, violencia racista, reclamos nacionales o regionalistas, resistencia patriótica ante ejércitos invasores, confrontación de organizaciones criminales o de narcotráfico, no pueden ser designadas con una sola palabra. Quizá sea el momento de alzar el velo de conceptos e ideas que hemos aprendido a temer o a enfrentar. Quizá Chiapas sea un camino para intentarlo.Carlos Montemayor, 1998Chiapas, la rebelión indígena de México