Muchos lectores pasan de puntillas por los titulares dedicados a las encuestas de la portada
ientras los médicos requieren análisis de sangre para conocer el estado de sus pacientes, los sociólogos utilizan encuestas para el estudio de la gente. Tanto los primeros como los segundos se sirven de técnicas basadas en métodos científicos. Ambos observan la realidad; plantean hipótesis y emiten teorías, que posteriormente serán corroboradas o refutadas por la evidencia de los hechos. Tanto las ciencias experimentales como las sociales necesitan medios válidos y fiables para el avance del conocimiento. En medicina, la validez se mide por la idoneidad de las pruebas elegidas para el diagnóstico de enfermedades y afecciones. La fiabilidad se define como la probabilidad de que una prueba arroje los mismos resultados en diferentes momentos, siempre y cuando se repitan las mismas condiciones. Así las cosas, una fractura de hueso saldrá reflejada tanto en un hospital como en otro; con independencia de que el radiólogo sea licenciado por la universidad de Granada o “la Miguel Hernández” de Elche.
En sociología, queridos lectores, ocurre algo parecido. Las encuestas son válidas cuando el diseño de éstas resulta idóneo para su objeto de estudio. Si lo que interesa saber es qué partido votarían los andaluces en caso de que se celebrasen hoy elecciones; no sería válido un cuestionario que versara sobre el sexo de las hormigas. No lo sería, como digo, porque existiría un abismo entre lo que queremos averiguar y el instrumento para encontrarlo. La fiabilidad de las encuestas, por su parte, reside en la probabilidad de que éstas arrojen los mismos resultados en distintos momentos, siempre y cuando se utilicen idénticas muestras y no se alteren las condiciones anteriores. Así las cosas, la sociología es una ciencia, como lo es la biología o cualquier otra disciplina, que se ocupe de aportar conocimiento a la sociedad; aunque cada una de ellas, lo haga desde distintas perspectivas y con sus respectivos márgenes de error.
A pesar de que las técnicas de investigación social son válidas y fiables, muchos tertulianos cuestionan la veracidad de las mismas. Es, precisamente, este daño intencionado por parte de tales señores, el que explica por qué las encuestas no gozan en España de la credibilidad deseada. Tanto es así, que muchos lectores pasan de puntillas por los titulares dedicados a las encuestas de la portada. Pasan de largo, como les digo, porque se quejan de los contrastes que, en ocasiones, hay entre las sondeos publicados – por ejemplo – por La Razón de Marhuenda y El Mundo de Casimiro. No olvidemos que los medios de comunicación son empresas privadas y suelen, por tanto, publicar aquellas encuestas cuyos resultados mejor se ajustan a los intereses de sus lectores. Son, por tanto, las encuestas arrojadas por los organismos públicos, la que gozan de mayor aprobación social; aunque siempre habrá alguien que las cuestione.
Las encuestas marcan la tendencia del comportamiento electoral y dibujan posibles escenarios
Otra crítica, vertida por parte de muchos tertulianos, es que las encuestas representan una "foto fija" de un momento social concreto; por lo que sus resultados son perecederos y no trascienden al futuro. No olvidemos, queridísimos lectores, que un análisis de sangre - volviendo a la metáfora de antes - es "la muestra de un instante" en la vida del paciente. Y no por ello – por su concreción en el tiempo - el facultativo obvia los análisis precedentes. Si así fuera, los médicos no guardarían los historiales de sus pacientes. Las encuestas, por tanto, marcan la tendencia del comportamiento electoral y dibujan posibles escenarios. Sirven a los partidos para trazar estrategias de cara a las elecciones y, en ocasiones, son usadas por los aparatos para destituir a los líderes peor valorados. Si las encuestas fueran solo una "foto fija", los partidos prescindirían de las mismas y, quizás hoy Tomás Gómez seguiría como candidato. No olvidemos que una imagen aislada es insignificante, pero muchas juntas atisban el final de la película.
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