Por el blog de la UIMP me entero de que hoy, 23 de agosto, se conmemora el Día Internacional del Recuerdo de la Trata de Esclavos y de su Abolición. Según relatan, el comercio transatlántico de esclavos africanos duró más de 4 siglos, desde finales de los años 1400 hasta su abolición, en torno al 1800. En 1997, la Conferencia General de la UNESCO adoptó la Resolución 24/C40 que proclamaba el 23 de agosto como día internacional para recordar este tráfico.
La fecha elegida remite a los eventos de la noche del 22 al 23 de agosto de 1791, cuando prendió en Santo Domingo (hoy Haití y la República Dominicana) la chispa de la insurrección que iba a resultar determinante para la abolición de la trata de esclavos transatlántica y la emancipación de los pueblos de América Latina y el Caribe.
Lo anterior me recuerda una noticia que leí hace unos días, según la cual en Brasil se han denunciado "condiciones de esclavitud" en los talleres de Zara. Según parece, los inspectores brasileños han detectado hasta un total de 251 empresas en las que se mantiene a trabajadores en condiciones de esclavitud.
Ciertamente, ocurren cosas en estos tiempos revueltos que nos dan mucho que pensar y reflexionar sobre otros tipos de esclavitud. Para algún salvaje ilustrado, por ejemplo, el discurso del Papa supone una vuelta a la Edad Media. Su crítica al "relativismo moral" no significa otra cosa que "una de las mayores agresiones a las conquistas que el ser humano ha llevado a cabo en los últimos siglos", es decir, con este tipo de discursos "pretenden someternos a la más absoluta esclavitud del irracionalismo dogmático, extirpando la base metafísica del ser humano: su razón".
No entiendo como es posible que todavía existan personas que no consideran necesaria la asignatura de Educación para la Ciudadanía.