Revista Toros
La lectura y relectura de alguna de las crónicas del festejo del pasado sábado en Pozoblanco, están provocando que me surjan numerosas dudas sobre lo que presencié en el coso de Los Llanos y sobre todo, que me plantee una urgente revisión de mis lentes… Quede claro que por aquello de que nos sorprendió un chaparrón cuando el segundo de la tarde saltó al ruedo, me tuve que parapetar en el tendido alto, por lo que tal vez, la lejanía me gastó una mala pasada.Pero, viendo las fotografías de algunos compañeros y las que un humilde servidor pudo realizar, creo que ni mis lentes están mal, ni la altura me impidió ver con claridad lo que allí estaba ocurriendo, que no fue otra cosa que un puñado de detalles, algunos muy estéticos, pero pare usted de contar.Con un grupo de aficionados procedentes de la provincia de Jaén cantándome a la oreja cada pase de Ponce, no pude reprimir en más de una ocasión la sonrisa, cada vez que el de Chiva abusaba del pico de la muleta y entre el animal y el hombre mediaba casi un metro. Eso sí, dos cambios de mano por aquí y dos adornos por allí y orejón al canto.De Manzanares, pues más de lo mismo, incluso pasándose el toro a más distancia y toreando con la izquierda siempre en línea recta, aunque cuando en el último pase de cada tanda bajaba la muleta y con ella aproximaba a su oponente y se lo enroscaba en la cintura, aquello era caviar del bueno. Que pena que no hubiera apretado un pelín más el acelerador.Algunos me dirán que soy muy exigente, que si lo miro todo con lupa. Pues tal vez sea así, pero sigo pensando que si en un espectáculo de estas características seguimos exigiendo tan poco, no quiero ni imaginar lo que nos deparará el futuro aunque, como siempre digo, el que paga manda y sobre gustos no hay nada escrito.
Y dejo para el final la sección del “presuntamente”, aunque en el caso de varios de los ejemplares lidiados esa tarde, el barbero, “presuntamente” hizo un trabajo tan malo tan malo, que en algunos pitones aún se podían observar resto de “poda”.