Revista Viajes
¿Os habéis preguntado alguna vez por qué las zanahorias son de color naranja? Asumo que no, pues en principio suena igual de absurdo que cuestionarse el porqué del rojo brillante de los tomates o del verde del pepino que le acabas de poner a la ensalada. Y sin embargo en el caso de las zanahorias la cosa tiene su intríngulis. Y sí; la culpa es de los holandeses.
El consumo de zanahoria no es novedad en la historia. La raza humana lleva cultivando este vegetal de origen árabe ya más de mil años, en un primer momento por sus hojas (al igual que se sigue haciendo con su pariente, el perejil) y más adelante y hasta la actualidad por su raíz; la zanahoria propiamente dicha. Sólo falla un pequeño detalle, y es que todas estas zanahorias que llevamos consumiendo desde tiempos inmemoriales… no eran naranjas. Las había blancas, amarillas, negras y sobre todo de color púrpura, pero el naranja no se menciona jamás en ningún registro histórico.
En Holanda aún a día de hoy está muy extendido el cultivo de tubérculos, pues lo que está bajo tierra es lo que mejor crece en zonas con falta de sol. Así uno se encuentra en el supermercado multitud raíces de las que no ha oído hablar jamás. La pastinaak o chirivía (muy parecida a la zanahoria e interesante por ser lo que se usaba en Europa lugar de la patata antes de la colonización de América), el rapkool o colinabo (extraño cruce entre repollo y nabo que te venden en el Albert Heijn cortado en forma de patatas fritas), la aardpeer o pataca (de curioso nombre; las patatas se llaman el neerlandés "manzanas de tierra" y estas otras se conocen como "peras de tierra") y muchas más cuyo nombre no he memorizado. Las zanahorias por tanto no podían ser menos, y durante toda la edad media los holandeses cultivaron estas zanahorias multicolor hasta convertirse en los principales exportadores europeos de este vegetal.
¿Qué pasó entonces? Algún día tendremos que dar una lección de historia, pero por el momento todo lo que necesitamos saber es que allá por el siglo dieciséis, cuando los Países Bajos eran parte del Imperio Español, vivió en Holanda un noble que se llamaba Guillermo de Orange-Nassau pero al que llamaban "Guillermo el taciturno", pues al parecer en cuanto un tema controvertido salía a la palestra Guillermo apretaba los labios y miraba para otro lado como si la cosa no fuera con él, igualito que el holandés erasmus que durante un tiempo vivió en mi piso de estudiantes de Vigo. El caso es que Guillermo era protestante y al parecer, aunque no gustaba de expresarlas a los cuatro vientos, sí que tenía las ideas claras. Tan claras que acabó enfrentándose a Felipe II para convertirse en el impulsor de la rebelión contra la corona española, que tras una guerra de ochenta años culminó en la independencia y creación de la república de los Países Bajos. Casi nada.
Desde entonces la familia Orange-Nassau se convirtió sin lugar a duda en la familia más importante de los Países Bajos. Muchos de sus descendientes llegaron a reyes de otros países y los mismos Oranje llegarían a instituir mucho más adelante una monarquía en los Países Bajos que perdura hasta hoy. Y todos ellos parecieron decidir por unanimidad que el Orange de su apellido tenía mucha más madera de márketing que el Nassau. Así como los Lannister van enseñando su león por donde quiera que pasen, los Orange se dedicaron cada vez más a hacer ostentación del color naranja (pues oranje no significa otra cosa que naranja en holandés) en todas las formas que les vinieron a la mente. Por ejemplo cuatro de las nietas de Guillermo se construyeron sendos palacios llamados Oranjewoud, Oranjenstein, Oranjenburg, y Oranjenbaum. Como no les pareció suficiente, pintaron los edificios de naranja y plagaron el jardín de árboles de naranjo. Los pintores representaban a los Oranges sosteniendo ramas de naranjo y éstos agasajaban a sus invitados con mermelada de naranja. Incluso alguien de la familia llegó a abrir una destilería de licor de naranja y así hasta el infinito.
En medio de la fiebre por lo naranja, que junto con esta noble familia representaba para el pueblo la identidad de la nación holandesa y el triunfo del protestantismo frente al catolicismo, se consiguió cultivar (no está claro si en la misma Holanda u otro lugar) una nueva zanahoria resultado de cruzar la original zanahoria púrpura con una de sus variantes blancas que ¡oh dios mío! ¡era de color naranja! Independiente de su oscuro origen, los holandeses estaban entusiasmados. ¿Para qué seguir cultivando aquellas antiguas zanahorias anodinas si podían tenerlas NARANJAS? Así, mientras los ricos Oranje hacían ostentación de sus, para la época carísimas, naranjas, los más humildes se contentaban con comerse estas patrióticas zanahorias.
Además los holandeses se especializaron en su cultivo para hacer estas raíces, ya de por sí más ricas en betacarotenos, todavía más dulces y nutritivas, creando las cuatro variedades que consumimos actualmente y mencionaremos por si tenemos algún agricultor en la sala: la Early Half Long, la Late Half Long, la Scarlet y la Long Orange. Recordemos que eran los principales exportadores de este vegetal y además habían conseguido mejorarlo, así que en menos que canta un gallo la zanahoria naranja o zanahoria 2.0 se extendió por los continentes europeo y americano, y de la zanahoria original si te he visto no me acuerdo.
Ambas cosas perduran hasta hoy, tanto las zanahorias naranjas (aunque como dato curioso, precisamente aquí he llegado a ver a la venta packs de exóticas zanahorias multicolor, cosa que jamás vi en España), como la fijación de la nación por esta flamboyante tonalidad. En campeonatos deportivos o en la fiesta nacional llamada el día del rey, neerlandesas, neerlandeses, neerlandesitos y sus mascotas siguen vistiéndose de naranja para reafirmar su identidad nacional. Incluso han inventado una palabra para este efecto: la oranjekoorts o fiebre naranja, corriente tan poderosa que cubre las aceras de banderines de plástico hasta donde alcanza la vista e incluso cambia el aspecto de las estanterías del supermercado para ofrecer productos mutantes como los de la imagen de abajo.
¿Y cómo es entonces que la bandera Holandesa no tiene nada de naranja? - os estaréis preguntando -. Pues resulta que la bandera original, creada en tiempos de Guillermo, sí que lo tenía, sí. Era lo mismo de ahora, pero con naranja en lugar de rojo. Lo que pasó es que el cierto momento los holandeses cayeron en la cuenta de que el tinte naranja no duraba nada al aire libre, y ni cortos ni perezosos lo sustituyeron por el rojo. Los irlandeses deben de ser gente muy obstinada por esta regla de tres.
PD: Y ya que hablamos de zanahorias… ¿algún explorador de tubérculos de supermercado ha logrado desentrañar la diferencia entre la wortel y la winterpeen?