El balonmanista de Atlanta cambió los bronces de su vitrina por los oros de la Corona
in duda alguna, la figura de la Infanta no será trasladada a la trastienda de la Cera. Mientras la muñeca de la tonadillera descansa acostada en las baldas de la estantería," la justicia igual para todos" – en palabras del Monarca – pone palos a las ruedas a la carretilla para que ésta no arrastre a las ceras de Cristina. Es precisamente la evidencia empírica de los hechos, la que demuestra que: en un Estado de Derecho unos, son más iguales que otros, ante las togas que les juzgan. Sin la Infanta mediante – decía Ernesto en la esquina de Mercadona – otro gallo hubiera cantado en el sino del "empalmado". Gracias al casamiento con la hija de Juan Carlos, el balonmanista de Atlanta cambió los bronces de su vitrina por los oros de la Corona.
Sin duda alguna la figura de Cristina no será trasladada a la trastienda de la Cera
Los balcones de Palma tendrán que descolgar los carteles de "Se Alquila" ante la marcha atrás impuesta por la Audiencia Provincial a las máquinas de Castro. . La intervención del Fiscal y las sombras invisibles de la Monarquía, han hecho que la hija agraciada del Rey no rinda cuentas ante el Juez, sobre los tejes y manejes de su "flamante" marido.
A día de hoy – cuánta razón tenía María – cuando decía aquello de: "en este país - querido Abel – aún queda mucho que pulir para que el maquillaje de ayer se desprenda en los rostros de hoy". La resolución de Cristina deja en buen lugar a la institución de la Corona pero siembra de dudas a la independencia de las togas aireada por la Suprema.
El interés del Monarca por apartar a su hija de los líos de su yerno cuestiona su figura espectadora ante los toros de la corrida. Ahora bien, por muy santa que sea su hija nunca se entenderá que la mujer de Iñaki no sabía “res” de los platos que se cocían en los fogones de su marido.
Mientras los talleres de Rubido tejen sus portadas con agujas de victoria, en los foros republicanos se cuestiona hasta la médula la "suspensión" inédita de la hermana de Felipe. En días como hoy, las vergüenzas de la Zarzuela han ganado la batalla al principio de legalidad. La sangre azul, vertida desde la cuna, invade los tentáculos institucionales de la frágil democracia. Mientras la Infanta esquiva el "marrón" de los líos de su marido, la otra – la esposa de Diego - llora con lágrimas de plebeya para que las aguas de sus ríos desemboquen en los mismos mares que su amiga. En Benidorm - desde la ventana del hotel – se oyen los agudos de la Pantoja. Isabel canta. Canta con desgarro para que su muñeca de cera esté algún día cerca de Cristina. Mientras tanto, las distancias de la justicia las separan del Museo. Injusto.
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