Gran Vía desde la plaza de Callao.
Todos los medios españoles nos han recordado estos días el centenario de esta importante avenida madrileña. En 1910, daban comienzo las obras de la calle que primero quiso imitar a Paris y más tarde a Nueva York. Testigo de ello es su eclecticismo de estilos desde los primeros edificios en su comienzo en Alcalá, hasta las torres de la plaza de España, donde terminó de abrirse.
Y es que para su trazado hizo falta la expropiación y derribo de una sustancial cantidad de viviendas decimonónicas del núcleo histórico de la capital. Este está aun hoy conformado por estrechas calles, con edificios de 3 a 4 plantas a todas luces exagerados, para la modesta anchura de las vías. Un barrio casi siempre en penumbra.
Este corte ingenieril, puso en contacto directo el oeste y el este de la urbe, dotando además de una avenida de alcurnia como merecía la capital del país, siempre acomplejada por su juventud (450 años de capitalidad) y modestia en comparación al resto de europeas.
Desde ese momento pasó a ser uno de los centros de la urbe, por donde todos querían y debían pasar para ser vistos. Lugar de glamour, bares, teatros y cines de moda. Neones, tráfico, las primeras paradas de metro y comercios eran su seña de identidad. Pero en un mundo globalizado, esto no es suficiente.
El que fuese primer rascacielos europeo, la torre Telefónica, símbolo de modernidad arquitectónica y en infraestructuras, cede hoy su protagonismo a una macro tienda de la misma compañía, pues la central se traslada a las afueras al quedarse sin espacio suficiente. De igual modo las tradicionales tiendas de alto copete, se mudan a Serrano desde hace años, siendo ocupado su lugar por las más conocidas tiendas y "restaurantes" de comida rápida, vendiendo a precio de saldo sus productos, pero pagando los alquileres a doblón de oro. Un marchitamiento contínuo que se ha cobrado todo tipo de víctimas y ha hecho perder gran parte de la solera que la avenida disfrutó.
La Gran Vía ya solo es un lugar de paso, no el destino. Hoy quedamos en ella para comprar en Preciados o tomar unas cañas en Tribunal, tan solo el último tramo de bajada a plaza de España, ha logrado reciclarse y convertirse en reclamo con los teatros musicales. Esos escasos metros, han convertido a Madrid en la tercera ciudad con más obras musicales, solo por detrás de Nueva York y Londres. Todo lo demás es tráfico rodado.
Pero lo que fue diseñado para unir, hoy es una brecha casi insalvable que separa. Curiosamente su presencia y la dificultad de cruzarla, ha marchitado todas las calles al norte de la misma, en especial la zona de Desengaño, entre Fuencarral y San Bernardo. La parte del casco histórico que quedó separada de los edificios históricos y turísticos, de las sedes gubernamentales, hoy se llena de prostitución, delincuencia y comedores sociales. Una bolsa marginal en medio de la ciudad más rica. Mientras tanto, la margen sur y más aun gracias a su peatonalización, ha emergido como centro comercial urbano, en donde se instalan hoy las marcas, sobre todo de ropa, más conocidas.
¿Qué podemos hacer? Mucho se ha hablado de esto, e incluso ocupó buena parte de la campaña política de las últimas elecciones. En mi opinión la solución pasaría por la peatonalización de la avenida, no de forma completa, pero si tal vez restringiendo su uso a transporte público y vecinos, mientra que los turismos que hoy la cruzan para dirigirse a otros sitios, lo siguiesen haciendo mediante un túnel que comenzase en Plaza de España y terminase en Alcalá.
Un principio que ya defendió Miguel Oriol en la propuesta de la imagen. Aunque no comparto con él su visión ajardinada, sino que preferiría un pavimento duro del estilo de la calle Preciado, aumentando así el ámbito comercial y peatonal. Tampoco haría pasar el tráfico rodado por la fachada norte de la avenida, sino que la centraría, ya que de hacerlo así, seguiríamos condenando los comercios de esa parte, así como la permeabilidad de tránsito de peatones hacia las calles deprimidas como Desengaño, impidiendo su recuperación.
No estaría de más, que Madrid siguiese el ejemplo de Barcelona, e hiciese un referéndum como la ciudad Condal propone hoy en día para la reforma de la Avenida Diagonal.