Proceso de impresión - Eduardo Revaldería / ABC.es
Tecnología
La impresión 3D de objetos digitalizados da un salto de gigante. Estas máquinas sustituyen la tinta por materiales como el plástico o el acero. El resultado: desde diseños decorativos a piezas de un coche.
J. F. ALONSO / MADRID
La tecnología cambia el mundo cada media hora, si hemos de creer a gurús y «geeks». Muchas veces es cierto: basta hacer un poco de memoria. Y esta, parece que también. La impresión en tres dimensiones nos traslada a una forma de trabajar, comprar y distribuir productos radicalmente diferente a la que conocemos hoy.
Desde hace unos años empresas y especialistas en I +D han presentado en diferentes foros las virtudes de unas máquinas capaces de reproducir al milímetro, por supuesto en tres dimensiones, un objeto digitalizado previamente en el ordenador. Mostraban a su público —boquiabierto— una tecnología perfecta para visualizar y tocar prototipos creados en ordenador. Era (y es) una herramienta utilísima para inventores y diseñadores, para el mundo académico, como ocurrió en la primera época de internet. Lo que pudiera imaginar su mente en un ordenador aparecía físicamente ante sus ojos unos minutos después.
Ahora, ese ingenio de uso restringido empieza a transformarse (a «democratizarse», según la expresión de uno de esos especialistas) rápidamente camino de convertirse en pequeñas «fábricas» capaces de crear una gran variedad de productos finales, listos para la venta al público. Son objetos acabados, con la misma calidad y aspecto que el original. Es fácil imaginar las implicaciones económicas que supondrá la masificación de esta nueva forma de producir. «Últimamente solo leo cosas sobre la impresión 3D. Va a cambiar realmente el mundo», decía hace unos días Carlos Domingo, consejero delegado de Telefónica I+D, a un pequeño grupo de periodistas.