Cada vez tengo más claro que los ejércitos son imprescindibles para una sociedad democrática. (...) Supongo que es una evolución del propio antimilitarismo, que te hace darte cuenta de que precisamente para garantizar la paz es fundamental que haya hombres y mujeres profesionales armados, con un compromiso cívico y democrático.Pablo Iglesias, 2014.
Gracias a otro correo de Álex, aprovecho la oportunidad para publicar algo al respecto. Mi postura en este tema es similar a la de Aldous Huxley en La isla (los habitantes de Pala deciden no tener ningún tipo de defensa, aun sabiendo que pueden ser invadidos por su petróleo), o como mucho, según el ethos del invasor, a la de quienes apoyan la autodefensa, siempre y cuando sea llevada a cabo por uno mismo y por la pequeña comunidad a la que pertenece, sin formar parte de grandes columnas al mando de no se sabe quién, en nombre de qué y con qué intención. Matar en nombre de uno mismo y de los suyos es algo malo, pero matar en nombre de otros es aún peor.
En cualquier caso, a la larga, la invención y aprovisionamiento de armas incluso para el mejor de los fines parece conducir a su expansión y mal uso, convirtiendo el mundo en un polvorín cuando lo que queríamos evitar era precisamente eso. Por un lado creemos conveniente defendernos a nosotros mismos y a nuestras familias con armas si determinados valores van a ser vulnerados, entre ellos la vida y cierto grado de libertad, pero también sabemos que las consecuencias de su utilización son incontrolables. La misma técnica que ayuda a una persona y a su familia a salvar la vida, tarde o temprano será la causa de grandes matanzas. Elijamos lo que elijamos, a largo plazo es jaque mate.