
Las personas somos lo que somos y lo que fuimos, que hayan muerto no hacen honorables a seres tan despreciables y criminales como, Felipe V, Isabel de Farnesio, Carlos IV, Fernando VII, al general Franco o a otros criminales.
El insulto siempre está demás, pero la libertad de expresión siempre debe estar en su justa medida, la justa medida de la libertad de expresión no es la que quieran imponer el tirano, el dictador o los gobernantes de turno. La libertad de expresión ju justa medida es la de decir lo que te dé la gana, sin mentir ni falta al respeto a las personas. Pero si esas personas son o han sido unos ladrones, unos corruptos o unos criminales, decirlo o denunciarlo no es faltar al respeto, es ejercitar la libertad de expresión.
Es muy grave el intentar controlar los comentarios que se producen en las redes sociales, que como tales, son espontaneas y no son diferentes esos comentarios a los que se puedan producir en un bar o en una tertulia entre amigos. Mientras que poco o nada se hace por perseguir a delincuentes de traje y corbata, a corruptos, banqueros, políticos y grandes empresarios que con sus acciones y omisiones están causando la ruina y la muerte de muchos ciudadanos y se deja en libertad a narcotraficantes internacionales. Está claro que los delincuentes no se persiguen a ellos mismos, por tanto es pedir peras al olmo pretender que ahora ocurra algo diferente. Al menos que por lo menos a los ciudadanos se nos permita el derecho al pataleo, porque la democracia sin libertad de expresión nunca se puede considerar como tal, aunque a la presunta "democracia" le faltan multitud de componentes esenciales que debieran darse en una democracia y que están muy lejos de darse.