Revista Insólito

Sobre la muerte de Unamuno

Publicado el 04 enero 2023 por Monpalentina @FFroi

Tras su muerte escribió rápidamente un relato exculpatorio, y no asistió al entierro ni a velatorio.
En ambos bandos se difundió la noticia de muy diferente manera:

El certificado médico no ha podido localizarse. En el acta de defunción se recoge que la muerte se debió a una "hemorragia bulbar, causada por arteriosclerosis e hipertensión arterial".

Según algunos médicos consultados, se trata de una hemorragia que si ya se ha producido el fallecimiento, no puede diagnosticarse sin autopsia.

Si se trataba de una muerte súbita como la de Unamuno, lo lógico sería no certificar la defunción sino avisar al Juzgado de Guardia, lo cual implicaría la intervención de un médico forense y por supuesto una autopsia... Pero no se hizo nada de eso.

La mayor parte de los especialistas consultados se inclinan por una muerte "sospechosa de criminalidad", y habría sido posible causarla "con muy pocas pruebas físicas".

Respecto a las causas de la hemorragia bulbar, ésta puede ser espontánea o provocada (¿por traumatismo? ¿por dislocación del cuello o fractura de vértebras cervicales altas, por estiramiento forzado o hipertensión del cuello?).

Dada la hipertensión que padecía don Miguel, lo lógico habría sido que sufriese un infarto.

Es necesario tener en cuenta también que el médico, Adolfo Núñez Rodríguez, amigo de Unamuno, era republicano y había sido multado y amenazado. ¿Pensó que la muerte no había sido natural y por eso lanzó una conclusión que no podía ser demostrada?

No estaba en condiciones de pedir una autopsia, y su dictamen estaba sin duda condicionado por el miedo.

Es muy probable que el diagnóstico encubriera pistas solapadas para que en un futuro alguien lo investigase y llegase a la conclusión del asesinato de Unamuno.

Hay numerosas preguntas sin respuesta: ¿por qué mandó el médico a Aragón a la farmacia? Probablemente para poder hablar a solas con las hijas de Unamuno y hacer un pacto de silencio, pues la vida les iba en ello.

Lo que sí es cierto es que fueron los falangistas los que se apresuraron a organizar las honras fúnebres, y aunque se extendió la idea de que habían pedido permiso a la familia para portar el ataúd al día siguiente, sin embargo el nieto de Unamuno, testigo de estos hechos, afirma que los falangistas no pidieron permiso ("cogieron el ataúd, fue un robo violento, sin pedir permiso a nadie... Se apoderaron de él hasta el final, no sólo del cuerpo, pretendiendo presentarlo como un fascista").

En realidad le hicieron el mayor daño que él pudiera imaginar, pues secuestrando su memoria le arrebataban algo más preciado que la vida: la manera en que sería recordado.

Los falangistas lo enterraron como si fuera "uno de los suyos", lo que venía a confirmar para siempre su traición a la República y a sus convicciones liberales.

Al cerrar el nicho se le dijeron los presentes de rigor, como a un militante más; es como si hubiera muerto con la camisa azul...

Y eso, a pesar de que apenas un mes antes, Unamuno le había dicho a un periodista polaco: "Créame, la Falange es sin duda uno de los peligros que amenazan a España: son locos, fanáticos..."

La gran paradoja de su muerte fue que los fascistas lo enterraron como a uno de los suyos, aunque lo veían como a un traidor; y para los republicanos era un traidor, a pesar de haberse enfrentado a los sublevados.

En realidad, Unamuno fue un héroe al que "los hunos" y "los otros" consideraban un traidor, aunque por distintos motivos.

Y su muerte, para siempre teñida de sospechas, puede muy bien explicarse por el hecho de que sólo cinco meses antes se había producido el golpe militar, y precisamente en Salamanca había establecido Franco su cuartel general, habiendo sometido totalmente la ciudad en pocos días. Sólo la voz de Unamuno se atrevía a denunciarlo todo, y eso suponía una amenaza constante.

El día antes de su muerte, tuvo Unamuno un nuevo enfrentamiento con el general Millán Astray en el Paraninfo de la Universidad, al sostener el primero que no podía llamarse "rojos" a los republicanos. Millán Astray le amenazó con una pistola, y tuvieron que interponerse varias personas para que no ocurriera lo peor. Aquel día fueron pronunciadas de nuevo palabras proféticas: "¡Ay, de aquellos intelectuales que marchen por las sendas tenebrosas y usen juegos de palabras como flechas envenenadas. Serán fulminados". Este episodio ha permanecido en el silencio hasta ahora, y es realmente elocuente.

Su fusilamiento habría sido lógico pero inconveniente, teniendo el precedente del asesinato de Lorca y su eco internacional; era necesario silenciarlo, pero sin dejar huellas...

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