Sobre la novela gótica y la literatura de lo sobrenatural
por Ángeles Goyanes
La vida de la novela gótica, según la concepción purista, fue corta y consecuencia de la reacción estética habida en los círculos cultos de Europa contra el Racionalismo. Nacería en 1765 con la aparición de El castillo de Otranto de Horace Walpole, y moriría en 1815, tras la publicación de su última obra: Melmoth, el errabundo, de Charles Maturin. Según esta concepción la novela gótica es inseparable de ciertos elementos de ambientación: paisajes sombríos, bosques tenebrosos, ruinas medievales y castillos con sus respectivos sótanos, criptas y pasadizos bien poblados de fantasmas, ruidos nocturnos, cadenas, esqueletos, demonios... Su máxima representante es Ann Radcliffe.
Pero muchos le otorgamos una definición distinta, de forma que caben en ella no sólo aquellas historias que suceden físicamente en los sótanos y criptas de los castillos, sino, prioritariamente, las que tienen lugar en los más tenebrosos pasadizos y criptas de nuestra propia mente.
De esta manera, una novela gótica puede tener o no elementos sobrenaturales, puede suceder en los pasadizos de un castillo medieval o en los pasillos no menos tenebrosos de una nave espacial, pudo escribirse en el siglo XVIII, en el XVII o en el XXI.
El escritor no emplea los elementos tradicionales del género gótico para producir de forma técnica y matemática unos determinados efectos, sino que, por el contrario, aquellos nacen de forma natural tras la inmersión en su propio subconsciente y como metáforas de él. Es decir, la novela gótica se construye espontáneamente a base de símbolos que habitan en lo más profundo de nuestra mente, de la misma forma que ocurre en los sueños. Así, las tinieblas son producto de nuestra propia oscuridad: sentimientos de soledad, miedo, desagrado ante lo que nos rodea; pasadizos y subterráneos los múltiples recovecos de nuestro cerebro, la incertidumbre sobre el camino a tomar; los personajes fascinantes, esos que buscamos en vano en la realidad o esos que, en todo o en parte, quisieramos ser.
El escritor, el de hoy o el de hace dos mil años, vive envuelto en un cúmulo de dudas y misterios que ansía responder. Al principio las preguntas versan acerca de lo cotidiano (el porqué del comportamiento humano). Cuando se han descubierto las respuestas o verificado su inexistencia se produce un sentimiento de alienación, de negación y rechazo de pertenencia a la especie humana. La única manera de no perecer en la más dolorosa soledad es la creencia de que existe otro mundo no dominado por el hombre, un más allá. El hecho de que su manifestación en la literatura suela corresponderse con vampiros, fantasmas y el diablo no es sino una demostración de la creencia en la existencia de un mundo mejor: si existe el diablo, también existe Dios y toda esa Bondad y Belleza que se supone conlleva. La moderna substitución del demonio por los extraterrestres no afecta a esta afirmación: un monstruo malvado como Alien no es más que la confirmación de la existencia de otros mundos y, por tanto, de otras culturas y seres superiores y presuntamente mejores que los conocidos.
El escritor se sumerge en el mundo de lo sobrenatural para ser salvado por seres superiores y circunstancias que nada tienen que ver con las de su triste entorno.
Para ilustrar lo dicho hasta aquí pondré como ejemplo a una escritora contemporánea: Anne Rice.
La juventud de Anne Rice (1941) no fue un camino de rosas: En el colegio era una niña solitaria, y nunca en su infancia sintió que tuviera el amor que necesitaba. Perdió a su madre, una alcohólica, a los catorce años; su padre, poco afectuoso, volvió a casarse menos de dos años después, lo que obligó a Anne a trasladarse con ellos a Texas. En 1972 falleció su hija, de seis años, víctima de la leucemia. Al año siguiente, fruto del dolor y en un intento de perpetuar a su hija bajo la apariencia de una niña vampiro (véase Prism of the Night, biografía por Katherine Ramsland) nació Entrevista con el vampiro (Escrita en 1973 y rechazada para su publicación en varias editoriales hasta 1976).
Anne Rice afirma: "Los escritores escriben sobre lo que les obsesiona. Perdí a mi madre cuando tenía catorce años. Mi hija murió a la edad de seis. Perdí mi fe católica. Cuando escribo la oscuridad está siempre allí. Me dirijo hacia donde está el dolor" (People, 5 diciembre 1988)
El personaje más amado por Anne y sus lectores es el vampiro Lestat. De él dice Anne:
"Lestat . . . es difícil describir a Lestat. Lestat, de alguna manera, es toda mi vida, porque incluso cuando no estoy escribiendo sobre Lestat estoy contemplando el mundo a través de sus ojos, y es Lestat quien me ha convertido en una viajera, quien me ha transportado fuera de mí misma y liberado de las preocupaciones por mis limitaciones, tanto físicas como espirituales. Lestat es más que un personaje creado por mí. Es un símbolo de algún tipo de libertad y dominio. Representa el lado cruel que hay en nosotros, pero es parte de mis pensamientos día y noche. Y parte de mis conversaciones día y noche, supongo. Ante casi todo lo que veo me pregunto: ¿qué pensaría Lestat de esto..., cómo reaccionaría Lestat ante esto? Por lo tanto, diría que él es mi otra mitad, pero es mi mitad masculina y cruel que, gracias a Dios, no existe salvo en la ficción."
De la cripta de la mente humana han salido las obras más gloriosas: Hamlet, Fausto, La divina comedia, Cumbres borrascosas, Rebeca y un sinfín más. Obras muy distintas entre sí, pero con el elemento común de ser una reacción oculta (o no), inconsciente (o no) del autor contra su entorno.
Debido a las características de estilo de un tipo de obra que exige concentrar al máximo la esencia emocional y vivencial del autor (aunque transmutada hasta lo irreconocible), junto con el hecho de que los elementos simbólicos que aparecen en ella son comunes al subconsciente de todos nosotros, la novela gótica se caracteriza por su capacidad para captar la atención e inducir a la más profunda concentración al lector, por penetrar en su cerebro y mostrarle sus propios fantasmas y deseos.
Chris Baldick, en su introducción a The Oxford Book of Gothic Tales señala magistralmente: "En su estructura podemos reconocer los sótanos y criptas del deseo reprimido, los desvanes y campanarios de la neurosis, lo mismo que aceptamos la invitación de Poe a leer el "palacio encantado" del poema como la alegoría de la mente de un loco".
Los elementos sobrenaturales y de fantasía son tan inherentes al género humano que sus primeras obras literarias (por no hablar de sus creencias) son estrictamente fantásticas.
¿Realmente se puede apreciar que entre La odisea y El señor de los anillos han transcurrido más de dos mil años? La forma narrativa de la fantasía ha cambiado un poco, sólo un poco, también se ha diversificado y en un mismo tiempo aparecen diferentes corrientes, pero las motivaciones y los elementos utilizados (grosso modo), son idénticos:
- Motivaciones para el lector: ausentarse de su aburrido mundo.
Elementos que necesita para ello:
Ambientes desconocidos: desde las islas de La odisea, los castillos de Los misterios de Udolfo, el centro de la tierra o el viaje a la luna de Verne, hasta el mundo futuro de Un mundo feliz. Lugares y épocas pasadas o inexistentes que no puedan recordarnos nuestro presente (ambientación en la Edad Media durante el siglo XVIII. A finales del siglo XX en planetas desconocidos, naves espaciales, épocas futuras, pero también en épocas pasadas, no se olvide el auge actual de la novela histórica, el cual no es más que otra forma de viaje de la imaginación que responde a los mismos intereses señalados). Cuantos más viajes, ya sean geográficos o incluso temporales (al pasado o al futuro: La máquina del tiempo) se realicen mejor. Viajar es igual a huir: de los problemas, de los disgustos...
Personajes fascinantes: del sin par Ulises al ciber-héroe de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? pasando por El Cid Campeador, Heathcliff o el marido misterioso y el ama de llaves de Rebeca. En la novela gótica personajes siempre inteligentes, con enigmáticos misterios, conscientes de su culpa (El monje), atractivos (Cumbres borrascosas).
Romanticismo: este punto no necesita ejemplos, ¿verdad?
Peligro. El romanticismo rara vez falta, pero el peligro nunca. Mejor si viene de la mano de seres aparentemente irreductibles, siguiendo la tradición clásica griega.
Muchacha en apuros: tradicionalmente para ser salvada por el héroe o por el amor que éste trae consigo (la vida aburrida de la humilde y apocada protagonista de Rebeca cambia por completo al conocer el amor) y con un papel secundario. Esto incluso en el gótico "puro" que sucede en pleno proceso de emancipación femenina, y cuyas más importantes representantes son mujeres. ¿Demasiados años recolectando semillas para otorgarnos a nosotras mismas el papel de cazadoras? Afortunadamente la generación "Lara Croft" y "Alien" verá las cosas distintas.
Lo que pretendo mostrar es que la literatura gótica no es un género que naciese súbitamente y muriese en una época determinada, sino un mismo género, el de lo sobrenatural (La odisea no era fantasía, para los creyentes de la época los dioses eran reales, no personajes de ficción), que en el siglo XVIII pone de moda unos elementos de ambientación muy concretos, los cuales simplemente sustituyen a otros, y que, en el futuro (hoy) serán a su vez sustituidos por las nuevas modas que impone la evolución de nuestra historia, pero que, básicamente, la cripta de El monje y la cabina de la nave Nostromus cumplen exactamente el mismo cometido, así como Frankenstein y Madre o Nexus 6. El miedo, los miedos clásicos, primigenios, no son un invento gótico, como algunos sostienen.
En el presente nuestras formas de huida se han ampliado gracias a los mayores conocimientos que poseemos y podemos emplearlas con naturalidad sin pecar de irracionales: los personajes pueden nacer y vivir en una nave espacial, no hay problema, pero si queremos desintoxicarnos de tanta moda de visión futurista podemos hacerlos convivir con los cruzados, con los antiguos egipcios e incluso con los neandertales. Hoy en día hay docenas de novelas con esos temas, consecuencia de la popularización de los estudios universitarios y la accesibilidad a todo tipo de documentación. Y esos temas, por tanto, se basan en las mismas causas no premeditadas por las que la Edad Media se puso de moda en el siglo XVIII ( los descubrimientos de las ruinas de Herculano y Pompeya y de las ruinas medievales dieron lugar a obsesivos estudios sobre el pasado que marcaron el arte y el pensamiento de toda una época. La ciencia, la técnica y el apogeo del conocimiento sobre el pasado de la humanidad están marcando la nuestra, que, literariamente (y cinematográficamente) se traduce simultánea y paradójicamente en el auge (no en el nacimiento, que se produjo hace mucho) de la ciencia ficción y de la novela histórica).
Por lo tanto, desde la lejana perspectiva que nos permite la visión del conjunto de la historia, vemos que la llamada novela gótica clásica del siglo XVIII no hace sino introducir una pequeñas variaciones en el más viejo tema de la humanidad: lo sobrenatural, y, por lo tanto, ni nace en el siglo XVIII (¿o es que se puede concebir una escena más gótica que Caronte sumido en las tinieblas de la laguna Estigia, con el rumor de los muertos como fondo, y transportando en su barca las almas de los nuevos difuntos?) ni muere, simplemente, como la energía o los dinosaurios, se transforma. Teniendo en cuenta estos principios al referirme a una novela como gótica me refiero a aquella, cualquiera que sea la época en que haya sido escrita, que propone un viaje al interior de la mente humana utilizando y a la vez desnudando sus miedos primigenios. No hay elementos sobrenaturales en Rebeca, sin embargo, el terror a lo desconocido, al pasado, a la soledad, a la ausencia de amor son constantes hasta el fin de la obra.
Los teóricos de la literatura han empleado mucho tiempo en delimitaciones temporales y subcategorizaciones de la novela gótica (a saber: negro, puro, alto, histórico o domesticado, representado por Walpole y Sophia Lee, diferenciado por la falta de explicación a los fenómenos sobrenaturales; gótico explicado o ilusorio, cuya máxima exponente es Ann Radcliffe, donde todo encuentra una explicación racional; gótico satánico, representado por Mathew Gregory Lewis, donde lo explicado y lo inexplicado se mezclan y los hechos se presentan de forma ruda, sin una previa aclimatación al terror, continuado por Maturin; realismo negro; gótico filosófico o didáctico; gótico marginal o paródico; y puede que más...), limitándose a menudo al siglo XVIII y principios del XIX, con lo cual únicamente Walpole, Radcliffe, Maturin y Lewis destacan en la lista. Para otros, como dije, la acepción es mucho más amplia e incluye a la práctica totalidad de los grandes autores de la literatura occidental. Como ésta es mi creencia, en ella se basa la lista de obras góticas a la que puede accederse pulsando aquí. La lista, ordenada por autores, da acceso a todas las obras electrónicas gratuitas que he podido encontrar. Si bien la literatura fantástica española no ha brillado nunca con demasiado entusiasmo (al parecer la "intelectualidad" (no los grandes autores) la viene considerando de segunda fila), algunos de nuestros mayores talentos se dieron el lujo de "perder el tiempo" (pues así se considera, según parece) y dedicarle al menos relatos breves o novelas cortas, por ejemplo Galdós, Baroja, Azorín, Clarín, Unamuno, Alarcón y Becquer (¡e incluso Ramón y Cajal!), algunos de los cuales figuran en la lista y están disponibles para su lectura.
También incluyo un pequeño listado de bibliotecas virtuales donde pueden encontrarse libros electrónicos gratuitos. En unos casos los sitios se dedican específicamente al mundo del terror y la ciencia ficción con obras fundamentalmente modernas y en otros se trata de grandes colecciones de autores clásicos en general.