Revista Libros
Cierta inquietud por comprender mejor el mundo editorial me mueve a la lectura de todo libro escrito por editor o librero, presiento que me enteraré de ciertos secretos que luego me permitirán comprender mejor un ambiente que sigue pareciéndome a pesar de tales lecturas enrarecido y afectado. Una actividad a medio camino entre el romanticismo, el optimismo y el negocio. Las variables podrían ser más, pero estas tres bastan para hacer del asunto un puerco espín. Pero insisto, como insisten los escritores en intentar comprender, así que me di a la lectura de El optimismo de la voluntad de Jorge Herralde y de Una educación política de André Schiffrin. La de Schiffrin, editor célebre y mítico, fue publicada por Península, la de Herralde por el Fondo de Cultura Económica. No son comparables, no van por el mismo camino. La crónica de Schiffrin es un relato autobiográfico en el que recuerda la historia de su padre y la fundación de la Pleiade y el apropiamiento de la colección por parte de Gallimard. El libro de Herralde en cambio es, tal como ya nos tiene acostumbrados, una recopilación de textos ya publicados: conferencias, reseñas, discursos, presentaciones de libros, y algunos textos escritos de manera expresa para el caso, como "una especie de patchwork" los define él mismo. Schiffrin tiene un evidente afán narrativo, Herralde parece en cambio el jefe de una tropa que después de guiarla decide hacer un alto en el camino y contar ciertas anécdotas, que si bien tienen valor histórico, están afectadas por un elevado grado de autocomplacencia.No obstante Schiffrin y Herralde tienen dos importantes puntos de encuentro: las ideas políticas que defienden y el ejercicio editorial independiente. Ambos de izquierda aunque Schiffrin ha hecho de la política una actividad más cotidiana, Herralde en cambio parece haber menguado sus intereses una vez quedó atrás el arrebato y el encanto de "la movida", caído Franco. La independencia editorial es en los dos una característica definitiva. Anagrama ha sido y será un sello autónomo que se rige tan solo por los intereses de su propietario y editor, que incluso por momentos puede parecernos caprichoso. Schiffrin es sin duda uno de los grandes referentes de la edición independiente en los Estados Unidos, primero desde Pantheon, luego desde New Press, editorial que fundó después de que Random House hubiese sido adquirida por uno de los grandes grupos editoriales que aglutinan la gran mayoría de las ediciones en el mundo.La independencia de estos dos grandes editores es sin duda su más grande e importante enseñanza, la una tal vez más catalanamente gozosa que la otra, aquella quizás pulida por la huida, las deslealtades o el ejercicio a contracorriente de un oficio asediado por el afán mercantil, un afán que impide a sus dueños, percibir donde deben entrar y donde es inútil que lo hagan, pues solo provocarán trastornos y malestares, quiéranlo entender o no el mundo del libro nunca podrá entregar las ganancias que hallaran en otros mercados."Sé con toda seguridad, por mi propia experiencia reciente y por la de mis colegas, que se lleva una vida muchísimo mejor y más feliz fuera de la ballena que dentro", escribe Schiffrin, lo que sin duda habrá percibido también Herralde, quien por demás define magistralmente su consigna: "la labor de un editor literario no consiste en vender productos sino en descubrir a los mejores escritores de su tiempo y editar libros de la forma más cuidada y exigente posible. Con la esperanza y la obstinación infatigables de convencer a los lectores de que también para ellos serán libros necesarios".Tanto lo que sabe Schiffrin como lo que propugna Herralde aplican a los libreros. Este último advierte de manera recurrente la cercanía entre los dos oficios y siente como natural la confusión de las fronteras que puedan dividirlos. (pfa)