Sobre los celos cuando nace un hermanito
Hace ya unos pocos meses que llegó el esperado y a la vez temido momento en el que Míster empezó a hacer muchas cosas, muchas gracias.Esperado por algo obvio. Y es que a cualquier madre le gusta ver cómo su pequeño se levanta un día y, como si hubiese pasado la noche ensayando para ello, le da un beso sonoro, o le pide agua claramente, o se lanza a llamar a todo animal que se cruza al sonido de guaguau. O cuando empieza a dar sus primeros pasos. Claro que nos gusta, y se nos cae la baba. Y nos reímos. Y le insistimos una y mil veces para que lo repita, primero para nosotros, luego para cualquier otra persona que quiera - o no - verlo.
Pero, como he dicho, también es un momento temido.Y es que ya se han encargado vecinas, amigas, tías, compañeras de trabajo, conocidas por coincidir en la compra y desconocidas por completo, de advertirme desde que nació Míster hasta la actualidad, de que este sería el momento en el que Miss lo iba a pasar realmente mal por celos.
- Uy! Hola! No sabía que tenías otro, qué mono, pero qué precioso... mare mare mare, si es que es guapo guapo guapo... Pero tú eres más, eh! - dirigiéndose a la hermana, a la que hasta ese momento ni habían visto -. Y con lo mayor que eres seguro que lo cuidas y ayudas a la mamá, verdad?
- Claro señora, con tres años que tiene le prepara los bibes, lo baña y se queda a su cuidado cuando servidora se va a trabajar...- que no, que no contesto esto, pero podría.
- Cómo lo lleva? Tiene muchos celos?
- Pues no. A ver, lo normal supongo, alguna llamada de atención, un poco más mimosa a veces y cosas así. Pero vamos, nada que me parezca preocupante.
- Claro, el bebé aun es muy pequeño. Pero verás cuando sea algo más mayorcito y empiece a hacer gracietas; entonces verás como lo pasa mal.
Y claro, ante la predicción de un futuro tan chungo... pues una llega a esta etapa temiendo lo peor. Y más vigilante de lo que debiera. Menos mal que mi instinto me lleva a que normalice casi todo, a que no haga castillos de arena antes de tener el primer grano. Suerte que no soy tremendista ni me pongo en lo peor. Y suerte también que no tengo afán por asociar cualquier cosa a un motivo, porque hay veces que las cosas suceden y punto.
Las personas en general tenemos la mala costumbre de asociar un acto a una causa. Que la niña llora coincidiendo con que tú tienes al bebé en brazos? Celos. Que la niña no quiere comer sola coincidiendo con que tú le estás dando la comida al bebé? Celos. Que la niña coge una rabieta yendo de compras coincidiendo con que el bebé simplemente va en el carro? Celos. Claro, si es que la niña ha de tener celos sí o sí. Y además de los graves, pobrecita de ella.
Ojo! Que no digo yo que mi hija no tenga, haya tenido o tendrá celos, que claro que sí; lo contrario me preocuparía. Pero no cada llamada de atención o cada lloro de la niña han de deberse a ello. O acaso los hijos únicos no lloran, comen solos siempre sin excepciones y no cogen rabietas? Por favor. Y oye, que los celos como tal tampoco debemos entenderlos por completo como algo negativo; creo que debemos intentar sacarles siempre su lado positivo, que como casi todo lo tiene.
Cuando nació Míster me veía a mí misma evitando hacerle mimos, gracietas y carantoñas delante de su hermana, por esto de los celos. Pero esta insensatez me duró sólo unos días, a mí gracias. En seguida caí en la cuenta de lo imprudente que podía resultar tomar esta actitud delante de Miss, porque era el ejemplo que ella recibía. Si los papás no son cariñosos con el bebé, si no le dicen cosas bonitas, si no le dan besitos, tampoco podemos esperar que lo haga ella. Así que le expliqué que como quería que Míster fuese un niño bueno y listo como ella, había que decirle cosas bonitas y hacerle cariñitos, igual que lo hicimos con ella cuando era una bebé. Verdad que a ti te gustan los besitos de la mamá y que te haga mimos de vez en cuando? Pues a él, aunque sea así de pequeñito, también. Y también le gusta que se lo hagas tú.
Creo que los adultos, y en especial los padres, debemos normalizar la situación, porque tener un hermano es lo más normal del mundo. Y claro que habrá celos al tener un hermanito, casi seguro, pero no seamos nosotros, con nuestra actitud, quienes hagamos que estos sean más preocupantes. Debemos estar vigilantes, pero sin pasarnos; debemos tener cierto cuidado, pero sin llegar a ignorar al pequeño. En serio, lo de normalizar las cosas al menos a mí me ha ido bien, tanto en esto de los celos como en la alimentación, o como en el sueño, o como en el tema brazos... Y es que en lo que a niños se refiere, las cosas no son A o Z, no todo es cuadrado, no hay demasiadas reglas exactas ni todo sale perfecto haciéndolo siempre de la misma forma. Si no es así con los adultos, cómo va a serlo con los niños y los bebés?
Así mismo, también creo que debemos evitar el elogio excesivo al bebé sin prestar atención al hermano mayor, porque de eso también me he encontrado, y reconozco que más de una vez he estado a punto de soltar una lágrima poniéndome en el lugar de mi niña, sobre todo cuando ha venido de alguien muy cercano - aunque han sido muy pocas veces, la verdad -. Cuando esto sucede me veo sacando una maza de la espalda y aporreando la cabeza del adulto en cuestión hasta hundirlo en el suelo. Menos mal que se queda en imaginaciones y deseos.
En este libro de Miss, Una pequeña monstruo es la hermanita recién nacida
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