Ya conocéis todos la noticia que salió esta semana sobre los lamentables resultados obtenidos por maestros interinos que participaron en unas pruebas de conocimiento para unas oposiciones en Madrid. La cifra más destacada es que sólo el 13,6% de opositores aprobaron el examen de conocimientos básicos. Y claro, se ha montado la de dios es cristo.
Lo más vergonzoso es escuchar a los sindicatos hablar de persecución, politizando una realidad que no interesa que se conozca, de hecho no hay información ni datos del nivel de los maestros que están en nuestros colegios. No interesa, con aprobar las oposiciones hace un siglo es suficiente para justificar a malos maestros dando clase en aulas que fabrican alumnos fracasados. Porque no olvidemos una cosa: si un alumno suspende es culpa del profesor. Siempre. Su deber no es dictar lo que aparece en la Wikipedia, su responsabilidad es lograr transmitir los conocimientos y herramientas para que el niño utilice esa formación cuando sea adulto. Para eso debe modificar su método de enseñanza en cada ocasión y en función de las necesidades del alumno. Pero claro, eso no saben hacerlo todos, por eso luego forman a todos los niños por igual, como si todos tuvieran el mismo nivel de madurez intelectual o las mismas necesidades educativas.
Pero vayamos por parte porque esto tiene varias lecturas y todas son válidas. Empecemos por la primera:
Por qué se hacen públicos estos resultados
Fácil, estos resultados vergonzosos dejan en muy mal lugar el nivel de los maestros interinos que trabajan en la Comunidad de Madrid. El escarnio público facilitará a los políticos el despidos de miles de maestros por motivos presupuestarios, pero de cara a la sociedad en realidad están echando a ineptos que no son capaces de aprobar ni un examen del nivel de un niño 12 años.
Por qué se han obtenido estos resultados
Más fácil, el nivel de formación de los maestros en España es bajísimo, penoso añadiría yo que tengo en la pared colgado el título de Maestro de Educación Física. Para que os hagáis una idea, el nivel de exigencia es como si fuera un “4º de BUP” o un “3º de Bachillerato”, el nivel académico es lamentable, no pasa nada si un futuro maestro no sabe expresarse en público, si no sabe escribir correctamente, si la carrera sólo está enfocada a aprobar unas oposiciones es lógico que luego sucedan estas cosas. Es como decir que en una autoescuela te enseñan a conducir, pues no, te enseñan a aprobar el examen que te harán en al DGT, pero no significa que tú sepas conducir. Pues en Magisterio pasa lo mismo, te entrenan durante 3 años para aprobar las oposiciones, nada más. Si quieres formarte correctamente eso ya corre de tu cuenta o del talento natural que tengas para la docencia.
A quién beneficia este sistema
Que en unas oposiciones puntúe más la experiencia que la prueba de conocimiento deja claro que el poder está en manos de los sindicatos, que son los que negocian los baremos con la administración. Ellos defienden a los “suyos”, o sea, a los que ya han entrado en el circuito laboral de sustituciones y rotaciones entre los distintos centros. Cuando un “novato” quiere trabajar en España como maestro le queda la opción de aprobar con muy buena nota las oposiciones y aún así se puede quedar fuera del circuito, frente a un maestro que lleve trabajando 10 años y siga siendo interino porque su nivel académico es tan bajo que no llegue nunca a aprobar con buena nota la prueba de conocimiento.
¿Por qué aceptamos Maestros que sólo aprobaron unas oposiciones?
Es más, en los colegios públicos y concertados los maestros no han tenido que pasar ninguna oposición para demostrar sus conocimientos, en cambio el nivel académico de los niños que estudian en estos centros suele superar la media entre centros públicos, concertados y privados. O sea, que aprobar unas oposiciones tampoco te asegura que tengan conocimientos o que sepan ser buenos maestros, porque partimos de la base de que Magisterio es una carrera menor, una “María”, una facultad donde se exige muy poco nivel en todas las especialidades.
Pero no quiero echar la culpa sólo a la formación que recibimos en la Facultad de Ciencias de la Educación, porque todo esto viene de antes, de la educación básica que no consolida conocimientos ni proporciona las herramientas para convertirnos en profesionales altamente cualificados. Me remito a las cifras de fracaso escolar, fruto de la nula capacidad de motivar a los alumnos.
La carrera de Magisterio ha sido siempre un pozo de profesionales frustrados que no pudieron acceder por nota a otras facultades. Lo viví en primera persona, muchos de mis compañeros acabaron en Educación Física porque no tuvieron nota para acceder a Fisioterapia o Enfermería. Y claro, estudiar Magisterio era un plan cojonudo, 3 años de facultad, poco que estudiar, unas oposiciones y a vivir como funcionario toda tu vida. Tengo muchos compañeros que hoy en día son maestros con plaza fija tras aprobar las oposiciones, yo ni lo intenté, preferí cambiar de ramo porque tuve claro desde el primer día que pisé un colegio, que esa no era la profesión de mi vida, así que seguí formándome en otros campos. Pero claro, muchos de mis compañeros, pese a sentir lo mismo que yo, apostaron por lo cómodo, y hoy son maestros frustrados que cada día educan (de aquella manera) a tus hijos.
Pero es que claro, los maestros han perdido todo el respeto que tuvieron en los años 50, 60 y 70. El “tuteo” de los 80, eliminar el trato respetuoso sobre una figura superior en el aula, hizo que los maestros con menos personalidad fueran devorados por los alumnos. Esa corriente pedagógica que se inventó que un maestro es uno más en el aula, que debe tratar de tú a tú al alumnos, trajo que hoy en día el maestro sea un mindundi en la comunidad escolar.
Qué soluciones son posibles en esta situación
Para empezar habría que dejarse de poner excusas y comparaciones con otras profesiones. Es cierto que muchos médicos no pasarían las pruebas que han suspendido los alumnos de 12 años, pero señalar al vecino no te soluciona el problema que tienes en casa. Si de verdad se quiere eliminar por fin la losa que pesa sobre la formación de los profesores, lo primero que debes hacer es dotar de recursos a las facultades de ciencias de la educación. Yo estudié Educación Física haciendo deporte en 3 pabellones distintos repartidos por Sevilla porque la Facultad sólo disponía de una pista de cemento llena de grietas, con porterías sin redes y canastas oxidadas. Y ya no entro en el gimnasio donde no cabían 25 personas haciendo ejercicio, los baños sin puertas… Por suerte todo eso quedó en el pasado, me consta que el nuevo edificio de la Facultad de Sevilla es mucho mejor, pero el problema es que los maestros que hoy están en el colegio de tus hijos estudiaron en aquellos viejos edificios, sin recursos de ningún tipo, y cuando digo sin recursos me refiero a que si quería hacer una presentación con un ordenador me tenía que llevar el mío de casa porque el de allí no funcionaba.
Hay toda una generación de maestros que se formaron en las Facultades contando sólo con un proyector como herramienta educativa. Las transparencias han sido el único medio de comunicación de los conocimientos que se querían transmitir en el aula. Eso provoca un desinterés absoluto, desidia por parte de todos, los profesores universitarios y los alumnos que se sienten infravalorados por el sistema. Y luego el resultado es lo que ves hoy en día.
Mi opinión no ha variado desde que salí de la Facultad hace 10 años. Los maestros deben realizar un MIR, un par de años de formación en el aula para consolidar sus conocimientos, sus técnicas de enseñanza, su modelo de trabajo en el aula… Entonces ya estaríamos hablando de otro perfil de profesor, más formado en todos los aspectos, más experimentado, más depurado profesionalmente, sin tantos pájaros en la cabeza y conociendo mejor y de primera mano la realidad de lo que sucede en el aula. Luego deberían pasar pruebas exaustivas de conocimientos y de métodos de enseñanza, para demostrar su formación en todos los aspectos necesarios para desempeñar su trabajo, porque sus errores, sus carencias, las pagarán nuestros hijos.