Al hilo de los comentarios que mantengo con Jesus, de 'Bargas la Sagra', sobre el asunto quiero continuar la madeja.
Los mandos se preguntan el por qué la policía no termina de encajar entre la ciudadanía, ahora recientemente en varios casos ocurridos en Lavapiés, donde han sido recriminados ampliamente por colectivos ciudadanos al intentar detener a algún individuo.
Las respuestas las pueden buscar en su propio comportamiento, en las relaciones que establecen, violentas, despectivas, en muchos casos, abusivas y groseras que mantienen con el común de los mortales. Siempre que hay reclamaciones y/o denuncias por abuso de autoridad, hay apoyo corporativo al infractor, pocas veces se trata imparcialmente a la persona receptora de los abusos. En su defensa siempre engloban en el mismo grupo a ladrones, terroristas, narcos…asimilándolos con el estudiante concentrado o el obrero de la fábrica, o la conductora detenida por un asunto de tráfico. Es una práctica común que los cuerpos de seguridad metan a todos en el mismo saco para mezclar y justificar sus actitudes.
A todos nos llama la atención las imágenes de ferocidad con la que pegan los antidisturbios o los mossos, o guardia urbana, incluso securatas, vigilantes del metro, etc. a gente inocente, algunas cercanas en el tiempo como las agresiones a los ciudadanos de los movimientos del 15-M. Tenemos imágenes de palizas en las calles a personas caídas, sin armas, indefensas, y pegadas con saña, hemos visto imágenes de palizas en comisarias catalanas y en las calles.
Hay una responsabilidad política en ello, qué duda cabe que el cargo de la Generalitat está pasado de rosca en sus atribuciones, y en su sentido común, tampoco hay duda de que algunos mandos policiales dan órdenes de las que luego no rinden cuentas ante la ciudadanía, pero además están los polis en acciones concretas con su propia responsabilidad individual a cuestas, el que se ensaña a palos con aquella chica que le está hablando con su arma, un libro en la mano, o que pega patadas en la cabeza a ese chico en el suelo.
El individuo que pega a otro desarmado, ya vencido en el suelo, y que es evidente que no tiene ánimo de hacer daño, es un animal que habría que detener y juzgar. Si el agente no es capaz de darse cuenta de qué individuos son capaces de atacar, de qué individuos son violentos y peligrosos para la sociedad, está demostrando ser incapaz de realizar su trabajo con un mínimo de calidad y eficiencia y al igual que cualquier otro trabajador, debería ser sancionado y/o despedido.
Que existen polis normales, buenas personas, etc. nadie podrá negarlo, pero que existen bestias, tampoco se puede negar. Lo que llama poderosamente la atención es que en cualquier profesión, si un albañil es un bestia, se le recrimina, los compañeros no le tapan, si un bancario es ladrón, sus compañeros le denuncian, si un médico atraca a pacientes, otros médicos le denunciarán. Entre la poli española no están asentados los códigos de ciudadanía y parece que solo funcionan los códigos corporativos, el espíritu tribal.
Además es frecuente que en momentos de tensión quien lleva porras, botas, escudos, gases, pelotas de goma, etc. las utilice contra los indefensos ciudadanos concentrados, o manifestados, o trabajadores en huelga, como no vamos a pensar que están al servicio de los poderosos, de los intereses de aquellos a los que muchas veces habría que detener, si nunca se ponen del lado de los débiles. Este elemento se agrava con aquellos polis que tienen desviaciones de agresividad, o que creen tener salvoconducto para pegar porque creen que ellos son la autoridad, o aquellos otros con ideología fascista, contraria a los derechos ciudadanos.
Si quieren ser como el resto de ciudadanos, los polis que estén en contra de estas actitudes deberían contribuir con sus denuncias a que desaparecieran, si la sociedad solo percibe que se tapan entre ellos, engloba en su reprobación a todos los cuerpos de seguridad. Conviene una aclaración a ese lamento común a cuerpos de seguridad y militares, sobre su trabajo mal pagado y peligroso, las mayores muertes por causas de trabajo se dan entre los albañiles, muy por encima de militares, polis, corredores de coches o toreros y su prestigio social y salario nunca fueron altos.
Nadie debería quedar impune por ordenar agresiones a la ciudadanía. Nadie debería quedar sin investigar si ha sido cazado con imágenes mostrando su violencia desmedida contra ciudadanos inocentes. En algunos países, son suficientes los hechos, en otros las imágenes, para crear una comisión interna que investigue y depure responsabilidades.
Existe dejación de funciones en los partidos políticos, asociaciones, sindicatos, pueblo en general por permitirlo. El Parlamento y gobiernos central y autonómicos nunca asumieron plenamente la idea de que esos agentes y cuerpos de seguridad están fundamentalmente para atender a la ciudadanía, lo cual implica poner los medios materiales para que cualquier desmán sea perseguido de oficio. Y que los verdaderos peligros son los narcos, las mafias, los blanqueadores del dinero de delitos, los traficantes de armas y de personas, además de los asesinos y ladrones que violentan la vida de la ciudadanía.