Revista Opinión

Sobre nuestra inferioridad adaptativa a largo plazo

Publicado el 02 abril 2015 por Hugo
o por qué el precio de nuestra inteligencia es la extinción
Sobre nuestra inferioridad adaptativa a largo plazo
Suele suponerse que la humanidad es la especie "más evolucionada" porque es la que posee mayor plasticidad adaptativa. Se olvida que la plasticidad adaptativa puede realizarse por dos medios muy distintos: mediante la plasticidad cognitiva y comportamental del individuo o a través de la plasticidad filogenética de la especie. No cabe duda de que la humanidad es la especie que mayor prueba ha dado de plasticidad cognitiva, es decir de mayor inteligencia adaptativa de los individuos. Puede decirse que en general los mamíferos y las aves son las dos familias de seres vivos que más han invertido en la plasticidad individual. Sin embargo, si atendemos al estricto punto de vista de las ventajas y los costes evolutivos, los insectos han alcanzado el mismo grado de plasticidad, aunque por una vía opuesta a la de los mamíferos y más específicamente a la del hombre. En efecto, si bien el repertorio de comportamientos de los insectos está casi enteramente codificado genéticamente, reemplazan esta falta de plasticidad de la adaptación individual por la plasticidad de su evolución filogenética, fruto de poblaciones muy numerosas con una duración de vida individual relativamente corta. Por otro lado resulta interesante observar que, además de la especie humana, existen sin duda insectos que sacan un gran provecho adaptativo de la sociabilidad. Pero han desarrollado esa sociabilidad por vías adaptativas opuestas a las de los hombres: no maximizando la flexibilidad de la comunicación entre individuos, sino por el contrario codificando genéticamente los diferentes roles sociales. ¿Cómo decidir cuál de las dos soluciones es la más "evolucionada", si no es situándose de entrada en una perspectiva antropocéntrica?
"Invertir" en la flexibilidad filogenética o hacerlo en la maximización de la flexibilidad individual tiene su traducción en el número de especies. Este número es infinitamente mayor (entre 70.000 y 80.000 especies) en el orden de los insectos que en el de los mamíferos (solamente 8.700 especies, con sólo entre 7 y 10 especies directamente de la misma familia de la especie humana: los grandes simios). Y como ha señalado Gould, cuando se estudia la filogénesis de los homínidos se descubre la existencia de un verdadero cuello de botella: en unos cuantos cientos de millares de años, los homínidos pasaron de media docena de especies a tres (neandertal, Homo erectus, Homo sapiens sapiens) hace treinta mil años, y después a una sola especie hoy en día. Pues bien: según Gould, cuanto más pobre en especies deviene un linaje, más próximo a la extinción se encuentra por norma general. He aquí algo que debería suscitar un poco de humildad en cuanto a nuestro destino...
En efecto, comparada con la de los insectos, la estrategia evolutiva de los mamíferos resulta arriesgada, y de un modo especialmente acusado la de la especie humana. En alguna medida hemos puesto todos los huevos en la misma cesta. Mientras la plasticidad individual funciona nos proporciona una ventaja selectiva enorme, tal como atestigua nuestra dominancia actual, pero ¿acaso seguiría funcionando si, por ejemplo, la Tierra entrase en una fase de inestabilidad ecológica intensa y prolongada? En una fase semejante, que se traduciría en cambios medioambientales de gran envergadura, es probable que la plasticidad individual -concretamente la adaptación gracias a estrategias cognitivas y sociales- encontrara muy pronto sus límites. Acabamos de ver que nuestra plasticidad genética es bastante menor que la de los organismos más "simples", e incluso que la de nuestros primos cercanos, y además nosotros somos la única especie sobreviviente de nuestro linaje. En circunstancias de este tipo nuestra especie quedaría rápidamente condenada a la desaparición, y con ella nuestro linaje. Y como, a juzgar por la historia de la Tierra, tales cataclismos ecológicos van a producirse tarde o temprano, el porvenir de la especie humana a largo plazo es sin duda de los más precarios.
Jean-Marie Schaeffer, El fin de la excepción humana,2009, Marbot Ediciones, Barcelona, págs. 188-190. 

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