Revista Sociedad

Sobre papables, Nobel de Literatura y otros títulos

Publicado el 11 octubre 2013 por El Patíbulo

Cultura premio-nobel

Publicado el 11 octubre, 2013 | por Antonio Cruz

Hay una regla no escrita en la designación del Papa que dice algo así como que quien entra Papa, sale cardenal, un hecho que volvió a corroborarse con la elección del último de ellos, pues Jorge Mario Bergoglio ni siquiera estaba entre los grandes favoritos a ocupar el trono de Pedro; y algo así ocurre con el Premio Nobel de Literatura, que aquellos literatos que conforme se acerca el fallo del premio parece que van posicionándose como firmes candidatos a hacerse con éste y la importantísima cantidad de dinero (según la fundación Nobel, la finalidad de esta suma es evitar que el ganador se preocupe más de temas económicos y banales y así se dedique exclusivamente a su función de escritor) acaban pasando a engrosar la lista de la famosa coletilla de “Eterno candidato al Nobel”, que por otro lado posee unas connotaciones de casi título nobiliario, algo que muchos incluso destacan en su biografía.

Ahora que acaba de fallarse este premio que es tan mediático como caprichoso, con el que incluso en ocasiones se destacan más los aspectos políticos y de otra índole que los meramente literarios, ha demostrado que las famosas quinielas son meras especulaciones que se acercan escasamente a la realidad, y cuando lo hacen sencillamente son pura coincidencia. El Nobel de Literatura es un premio eminentemente antojadizo, tan justo como injusto, al igual que puede ser cualquier otro premio. De tal modo que cada lector posee una lista de escritores a los que le hubiese otorgado el premio al menos una vez, pues a más de uno habría que haberlo hecho en repetidas ocasiones. Mi lista –de muertos– puede ser fácilmente esta: Borges, Joyce, Delibes, Louis Paul Boon, Vestdijk, Mulisch, Nabokov, Auden, Zola, Cortázar, W.F. Hermans o Hugo Claus.

En torno al premio Nobel de Literatura se generan todo tipo de anécdotas y leyendas, algunas fantásticas, otras increíbles, y otras puñeteras, como aquella que leí hace muchos años en la que se cuenta que en 1994 el flamenco Hugo Claus, al que todas las apuestas volvían a situar como claro ganador, se sintió asediado y desbordado por las noticias de publicaciones especializadas que lo acercaban cada vez más al premio, con lo que decidió ausentarse unas semanas marchándose a Japón a casa de su gran amigo Kenzaburō Ōe, y allí junto al escritor nipón recibió la noticia de que a él no le habían concedido el Nobel de Literatura, pero sí a su colega Ōe. Un palo.

Dice la fundación que ellos no premian ni por países ni por lenguas, pero lo cierto es que el neerlandés, una lengua con más de 23 millones de hablantes no ha recibido nunca el Nobel de Literatura. Durante una época hace ya tiempo, me dediqué a enviar durante años cada mes un par de correos electrónicos a la fundación pidiéndole explicaciones –ingenuidad infantil– de por qué no había aún ningún Nobel de Literatura en lengua neerlandesa, pero no me llegaron a contestar nunca, ni me dijeron que cesase en mi envío masivo de emails, y eso que yo le mentaba una y otra vez los muertos… me refiero a los escritores en lengua neerlandesa muertos que yo creía lo habían merecido y no lo habían obtenido: Simon Vestdijk (1898-1971) Louis Paul Boon (1912-1979) –aunque este falleció unas semanas antes de concedérselo, pero podían habérselo dado un año antes– y Willem Frederik Hermans (1921-1995); pero jamás me contestaron y eso me enfadaba aún más. Entre los vivos que nombraba entonces (Hugo Claus, Harry Mulisch, Jan Wolkers, Gerard Reve y Nooteboom), sólo me queda uno, el último.

El neerlandés Cees Nooteboom (1933), que ostenta también el citado título de “Eterno candidato al Nobel” desde hace más de una década afirmaba en una reciente entrevista que si se lo concediesen lloraría, así de simple, y no es para menos después de los años que llevando en la “eternidad” literaria del Nobel.

Hace unos días los periódicos se afanaban en situar a unos y otros más o menos cerca de conseguir el Nobel, en hacer creer que éste y no aquél podían conseguirlo o por contra que el otro lo tenía crudo, y todo movidos por la casa de apuestas Landbrokers.

La fundación Nobel no anuncia jamás los candidatos, por lo que los medios y casas de apuestas lanzan todo tipo de elucubraciones y suscita que se genere estos debates –y movimiento de dinero– previos. Estos últimos días en uno y otro medio por encima de todos en la carrera al Nobel destacaban al japonés Murakami (otra vez), a la norteamericana Joyce Carol Oates y al citado Nooteboom, y muy lejanamente a la canadiense Alice Munro, y el resultado ya lo saben.

De Munro, la ganadora, decir que nació en Ontario (Canadá) el 10 de julio de 1931, que es una importante narradora, en especial de relatos, y que ahora las librerías se afanarán en llenarlas con sus libros y la gente hará colas para comprar alguno de sus ejemplares, aunque luego no lo lean, y si quieren saber más sobre ella, les remito a la sección de cultura de El País, El Mundo, ABC, The Guardian, De Volkskrant, para no repetirme, y sobre todo porque en esto ninguno de ellos se equivocarán y coincidirán, en esto sí, todos ellos. Y dirán, imitando a algún periódico deportivo: “Nosotros ya lo anunciamos ayer (o hace una semana)”. Qué risa.


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