I
¡Ay de mi mundo en llamas!
Lleno de temor que derrama la vida desde las montañas blancas
que ahora se visualizan terrenas, insípidas.
La orbe desangrada reclama justicia
y el homo sapiens tiembla mientras se pregunta su destino,
el aire huele a azufre y erguido sin dar pauta
se reclina en la piedra blanda,
sonríe mientras piensa que es el superhombre
y que su madre herida seguirá fluyendo vida.
Mientras se revuelca en su propia inmundicia
alejado de la voz de sus ancestros,
observa con desidia, con cierto desprecio,
escupe a su madre a la cara y espera que le bese las mejillas,
le prepare un cálido amanecer
al tiempo que lo sienta en sus gigantescas rodillas y le permite respirar con calma.
Ella desesperadamente inicia el movimiento, la depuración,
trata de despertar a su hijo
que duerme a sus anchas sobre la sangre y las moscas
y sigue esperando que la progenitora le hable suavemente al oído.
II
Solo soñaba atada de manos,
sollozando palabras de vivido purpura,
de eterno escarlata.
La sombra de los grandes sabios no cobija mas el mundo,
se han cristalizado sus bocas,
se han llevado los secretos consigo,
los murmullos sobresalen al descanso de la luna.
El fuego alerta sobre su huida,
elementales desatados ,
bípedos insensatos llenos de gloria,
la baraja servida para el grandioso desenlace.