Los viernes por la tarde, El Capri se convierte en un Café al estilo de los tiempos de Gijón. A eso de las cinco, concurren en la mesa del fondo: Manolo, periodista de una televisión local-; Andrés, ex alcalde de un pueblo costero de las tripas alicantinas; Enrique, profesor de secundaria y Pedro, sociólogo y politólogo. Concurren, como les digo, para hablar de política y filosofía hasta altas horas de la madrugada. Ayer, sin ir más lejos, reflexionaron sobre periodismo y conocimiento. Por si no lo saben, siempre ha habido un rifirrafe entre periodistas y sociólogos. Un tira y afloja, valga el dicho, porque el periodismo es una disciplina de "lo concreto" y la sociología una ciencia de lo abstracto. Pongamos un ejemplo para entendernos. Mientras a nivel periodístico interesan los casos de corrupción concretos - Gürtel, ERE de Andalucía, Bankia, Brugal, Nóos, entre otros -, a nivel sociológico interesa la corrupción en términos generales - orígenes, localización, causas y consecuencias de la misma -. Así las cosas, el periodismo - en palabras del filósofo - es la ciencia de las excepciones y la sociología, de las generalidades.
Periodismo y sociología son la parte y el todo. Una combinación fatal donde sendas disciplinas no pueden vivir la una sin la otra. El periodismo de datos - muy de moda en los últimos tiempos - necesita los sondeos demoscópicos. Los necesita, queridísimos lectores, para construir titulares y vender ejemplares. Así las cosas, bajo una base científica - los datos cuantitativos -, los periodistas elaboran relatos afines a sus líneas editoriales. No olvidemos que en España, el modelo periodístico es el Mediterráneo. Un modelo predecible, aburrido y en sintonía con los mimbres ideológicos de los principales partidos. El lector de periódicos se ha convertido en un espectador de excepciones; de acontecimientos que normalmente no suceden y de datos acordes con intereses capitalistas. Detrás de los periódicos hay entidades financieras y un sinfín de empresas, provenientes de diferentes sectores, que mueven las aguas con el soplido de sus vientos. Un tóxico en toda regla, para cumplir con el mandato constitucional del derecho a una información veraz, plural e independiente.
Aparte de todo ello, a diferencia de la sociología, los medios de comunicación son profesionales en el arte de crear emociones. Si miramos la parrilla televisiva, la mayoría de programas buscan la emoción de las audiencias. Solamente aquellos programas que hacen reír o llorar son los que ganan la partida en la selva de los mandos. Aquellos que hacen pensar - debates, documentales y formatos de investigación - son desplazados, como saben, a altas horas de la madrugada. Así las cosas, queridísimos lectores, este país tiene la opinión pública que se merece. Sin ir más lejos, este blog - El Rincón de la Crítica - sirve de prueba de algodón como ilustración del argumento. Como saben este blog lo siguen "cuatro gatos". Cuatro gatos, y disculpen por la metáfora, que representan a la pequeñísima minoría de consumidores que prefiere la razón a la emoción. Es necesario, por tanto, que salvemos a esta sociedad de los riesgos que supone la lectura de "una prensa emocionada". Para ello, para que la gente consuma una prensa de corte "racional", es necesario recuperar la filosofía. Una filosofía desplazada por la Ley Wert; ley unilateral y ejemplo de las malas consecuencias de hemiciclos al unísono.
Solamente a través de la filosofía conseguiríamos que el lector leyera desde la distancia. Una distancia necesaria para tomar conciencia de que la parte, el periodismo, es compatible con el todo, la sociología. Distancia, estimados lectores, para saber cuántos casos de corrupción, violencia de género, accidentes de tráfico y siniestralidad laboral, entre otros, son necesarios para hablar de problemas estructurales y sesgos culturales. Distancia, claro que sí, para saber por qué ciertos asuntos son noticias de renombre y otros, sin embargo, son silenciados por intereses económicos. Es necesario que el periodismo se convierta en más estructuralista y menos individualista. Es urgente que la prensa divulgue los avances logrados por las ciencias sociales en materia de corrupción y violencia de género, por ejemplo. Aparte de concienciar, de contar las víctimas que cada año mueren a manos de sus parejas, en accidentes de tráfico o en caídas de andamios; la prensa debería analizar las causas y consecuencias de tales hechos. Y para ello necesita a sociólogos y politólogos. Profesionales competentes para establecer hipótesis, diseñar investigaciones y llegar a conclusiones académicas. Conclusiones más allá de la mercantilización de las emociones, y de la venta de periódicos.