Sobre piedras en el camino

Hay quienes tienden a tropezar siempre con la misma piedra. Hasta tomarle cariño. Tropezar es inevitable, tambalearse, ponerse de pie y volver a troperzar, a tambalearse, a...Como Sísifo y su piedra. Pero por mucho que uno tropiece con la misma piedra, lo cual denota una debilidad manifiesta, uno no debería encariñarse con el obstáculo que supone para cada cual. Seguramente se estarán riendo como yo, por lo que tropezamos con las mismas piedras y los mismos pedruscos. Pero no se encariñen, porque tarde o temprano aprenderán a sortear el obstáculo y sería patético que encima echaran de menos esa maldita piedra que les estaba estorbando en mitad del camino. Al menos, lo de Sísifo fue un castigo, pero no nos castiguemos a nosotros mismos. No hay nada más molesto para el cerebro que el remordimiento de haber dejado un obstáculo atrás. El cerebro tiene sus cosas, y una de ellas, es que se encariña con todo lo que le rodea y le facilita la existencia emocional. A veces, y no pocas, me pienso que el cerebro es una especie de alien comodón y vivaracho que le gusta estar en el sofá viendo los programas basura de la tele mientras bebe una cerveza fría sin alcohol y se fuma un pitillo Ligth. Lo primero es la salud. Pero, ¡bah!, desecho la idea rápidamente.