Revista Opinión

Sobre prólogos y prologuistas

Publicado el 15 mayo 2011 por Miguelmerino

Sí: entre nuestros compatriotas han sido mínimas las manifestaciones poéticas que – superando heroicamente su autor esta agobiante situación de sometimiento colonial ignorantador y atemorizante y alienador – han sido utilizadas para la dignificación rebelde, luminosa – aunque a casi nadie llegue.

(Víctor Ramírez, del prólogo a: El Jardín de los boliches,
de Olegario Marrero, Anroart 2011)

 

Hace poco, me hice eco de la publicación del tercer libro de poemas del poeta grancanario Olegario Marrero. Y ahora, al releer con más detenimiento el prólogo del escritor y académico, de la Academia Canaria de la Lengua, Víctor Ramírez Rodríguez, no he podido, o tal vez no he querido, reprimir mi deseo de escribir al respecto.

Dice el D.R.A.E., en el avance de su vigésimo tercera edición y en su primera acepción, que es la que aquí me interesa:

prólogo.

(Del gr. πρόλογος).

1. m. Texto preliminar de un libro, escrito por el autor o por otra persona, que sirve de introducción a su lectura.

Supongo,que introducir a la lectura de un libro, quiere decir que nos explica, desde la óptica del prologuista, por supuesto, lo que vamos a encontrar una vez finalicemos la lectura del prólogo. Lo cual no impide, al contrario, resulta deseable, que se hable del autor de manera más generalizada, haciendo mención de su trayectoria, de sus inquietudes, se reflejen o no éstas en el libro prologado e incluso, al amparo de las ideas e inquietudes del autor, hacer mención expresa de las propias, mucho más si éstas coinciden con las del autor. Hasta aquí lo que dice la Real Academia sobre lo que es un prólogo, y lo que yo colijo en su consecuencia.

Lo escrito por Víctor Ramírez como prólogo a “El Jardín de los boliches”, tengo para mí que cumple poco, casi nada, con el pliego de condiciones anteriormente expuesto. Desde luego, no cumple con el D.R.A.E., pues en absoluto hace mención a lo que nos vamos a encontrar al iniciar la lectura de los poemas de Olegario Marrero, tampoco habla, o quizás sí, pero muy tenuemente de la trayectoria creativa de Olegario, y desde luego sí que nos habla del pensamiento político, ético y vital del propio prologuista, cayendo incluso en el vanidoso pecado – quien esté libre de culpa… – de citarse a sí mismo.

La ideas independentistas – otro día quizás hable del independentismo en general y del canario en particular y aunque suene a amenaza, puede ser muy divertido – de Víctor Ramírez, son de sobras conocidas en el entorno literario y político, – tan promiscuamente mezclados ambos entornos – y parece gratuita esa profesión de fe en un libro que, por más que leo y analizo, no contiene ni un solo verso que pueda dar pie a semejante prólogo y que miente – el prólogo, no el libro - al considerar que sólo desde el pensamiento independentista se puede afirmar que podemos dejar de estar “ignorantados” atemorizados y alienados. Por supuesto, ignorantación – vocablo probablemente creado por el académico y muy de su gusto - atemorización y alienación producida por la metrópolis y sus secuaces. Dicho lo cual, no niego las tendencias nacionalistas – no sé si independentistas – de Olegario, no le resto un ápice a su canariedad, a su preocupación ética por lo colectivo próximo – prójimo –, lo que sí que me atrevo a afirmar es: que ese supuesto independentismo no es, ni mucho menos, el hilo conductor de esta recopilación de poemas, e incluso, en mi comprensión lectora –por supuesto que castrada e “ignorantada” por mi voluntario y entusiasta sometimiento al régimen colonial – de dichos poemas, no lo encuentro ni en estado latente.

Afortunadamente, la función de prologuista la cumple – sobradamente y con maestría -,  en las páginas siguientes, Juan Francisco González-Díaz que hace una detallada, amena y esclarecedora relación de las partes del libro y sus composiciones. Sin embargo, su texto no lleva el título de prólogo, lo que demuestra, una vez más, que el hábito no hace al monje, ni el académico a la palabra.


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