Antes, cuando alguien, caminando a tu lado, o simplemente pasando junto a ti, te pisaba un callo, porque siempre te pisan un callo, aunque no tengas, te ofrecía de manera inmediata sus disculpas, e incluso su píe para que le devolvieras el favor. Te daban unas ganas locas de hacerlo, además con el tacón e imprimiendo al mismo un giro a derecha e izquierda con afán triturador, pero la buena educación, e incluso la templanza, que tus mayores te habían inculcado, impedían hacer efectiva esa ley del Talión que te era ofrecida, cierto que con la boca chica y contando con tu buena crianza y te limitabas a esbozar, eso sí, con voz lastimera y doliente un: “Hoy por ti, mañana por mí”. Ese ofrecimiento y buena disposición, no te aliviaba el dolor, pero reconfortaba un poco, aun cuando sabías que en ocasiones, muchas, el pisotón había sido propinado con premeditación, alevosía y a veces incluso, con nocturnidad. Eso sí, esperabas pacientemente la ocasión (la venganza es un plato que se sirve frío) y deshaciéndote en lamentaciones y disculpas, a veces incluso por delante del pisotón compensatorio (siempre ha habido buenos y malos actores), dejabas cojo por quince días o más al anterior pisoteador, quién no tenía más remedio que sufrir su dolor hacia dentro, y aun cayéndole dos lagrimones como manzanas, brindarte su mejor sonrisa y aceptar de manera caballerosa las disculpas ofrecidas. Esto era así y estaba socialmente aceptado y nos manejábamos bien, incluso con soltura y algunos con virtuosismo.
Hoy, los tiempos han cambiado que es una barbaridad, lo que me recuerda a don Hilarión, aunque él aplicaba el vocablo a las ciencias y sus, según su opinión, rápidos avances. Hoy, decía y casi no lo llego a decir, las cosas han cambiado. Cuando recibes un pisotón, ya sea con buena o mala intención, que eso puede no llegar a saberse, el pisoteador te mira con cara desafiante, y no solo no te ofrece disculpas de ningún tipo, sino que parece esperar las tuyas, por haber puesto tu píe debajo del suyo y sin avisar, lo que a lo mejor, bien mirado, puede estar puesto en razón, es cuestión de puntos de vista. En cuanto a ofrecer su píe para que tú hagas otro tanto, me temo que es impensable, toda vez que hoy, lo más probable, es que en lugar del ya mencionado: “hoy por ti, mañana por mí”, se encuentre con el pisotón triturador y un: “más vale hoy, que mañana salgo de vacaciones”. Quizás esto sea más sincero, pero en ningún sitio está escrito que la sinceridad deba prevalecer sobre las buenas maneras. En todo caso, parémonos unos minutos a considerarlo y decidamos después qué nos gusta más. No es mi intención hacer valer una forma de actuar sobre la otra, sino únicamente señalarlas y si se me pide, dar mi opinión, que si se lee entre líneas, ya he dado.
Mis lectores habituales, que son tantos y los mismos que mis lectores amigos, ya lo saben, pero como de vez en cuando se deja caer por aquí algún lector veraneante, he de decir que en este artículo, tanto el pisotón como el callo, son metáfora y las vacaciones no más que un recurso humorístico y un lejano y ardiente deseo, a más de dos meses de cruel distancia y realidad.
Queda dicho por lo que pudiera pasar.