Si yo fuera Carmena – me contaba Juan – hubiese cesado de inmediato a Guillermo Zapata
yer, mientras tomaba café en "El África", hablé con Juan sobre los tuits del concejal de Carmena. Qué necesidad tenía – Zapata - de meterse con los judíos, las víctimas de ETA y Marta del Castillo; ¡acaso le han hecho algo malo! Aunque se tratara de humor negro – me decía Juan -, la libertad de expresión tiene sus límites. Si no fuera así – si la libertad no tuviera fronteras – los derechos fundamentales serían papel mojado; cualquiera podría insultar al prójimo y "santas pascuas y alegría". No olvidemos, que la democracia es el marco institucional para la gestión de libertades. Libertades entendidas como "márgenes de acción", dentro de los frenos del Estado de Derecho; líneas rojas – las leyes -, que protegen a la libertad del libertinaje. Las palabras de Zapata - en palabras del camarero – hieren la sensibilidad de los judíos, las víctimas del terrorismo y la familia de Marta del Castillo; colectivos que han sufrido la violencia de los otros.
La ejemplaridad de los políticos debería estar por encima de sus discursos. No olvidemos, que los elegidos representan los intereses, motivaciones y el entorno sociocultural de nosotros, los electores. Luego, el comportamiento de las élites es determinante para construir el andamiaje de la ética. Una ética basada en la tolerancia, como principio fundamental de la sociedad plural en que vivimos. La dimisión de Zapata, como "concejal de cultura", es condición necesaria, pero no suficiente para la higiene política. En días como hoy, en los que tanto se habla de "regeneración democrática", no es admisible que los elegidos hagan humor negro con las desgracias ajenas.
No lo es, queridísimos lectores, porque el oficio de la política es algo más que gestionar presupuestos. El político – en palabras de Platón – debe ser, ante todo, un educador en valores. Solamente, los políticos impolutos deberían ostentar el poder de las tribunas.
En días como hoy, muchos políticos no hacen un buen uso de las redes sociales. No lo hacen – estimados lectores – porque emiten mensajes al diálogo global; sin percatarse de la diversidad receptora. Tanto es así, que sin quererlo ni beberlo, unas "simples palabras" tiran por la borda el barniz de sus promesas. Por ello, antes de lanzarse al ruedo – como diría Matías Prats si me oyera – hay que inspeccionar el terreno, para conocer de cerca al toro que nos mira. Si no lo hacemos, si escribimos como si habláramos con los nuestros en una tarde de domingo; tenemos los días contados en el cargo que ostentamos. Los tenemos – y digo bien – porque cualquiera puede escarbar en nuestras tierras y descubrir el secreto que guardamos. Por ello – me decía Juan – lo mejor es no escribir en twiiter y ahorrarse los problemas. O si escribimos, hacerlo con mesura y siendo responsable de los efectos provocados.
Si yo fuera Carmena - me contaba Juan – hubiese cesado de inmediato a Guillermo Zapata. Lo hubiese cesado porque sus tuits son una falta de respeto a las víctimas, que hay detrás de sus palabras. Con el tuit: "¿Cómo meterías a cinco millones de judíos en un 600? En el cenicero"; el autor se mofa de los campos de concentración nazi; del sufrimiento de miles de judíos que fueron asesinados por los caprichos de Hitler y, de los familiares de tales difuntos. Otros tuits del exconcejal de cultura, como: "#Rescateficción Rajoy promete resucitar la economía y a Marta del Castillo" o “ser comunista nunca había sido tan sencillo. Es solo un poco más sencillo que ser de ETA"; ponen en evidencia la talla del personaje.
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