Revista Viajes

(sobre) volver...

Por Pablosolorzano

Es una casualidad haber nacido en Lima. Soy producto de toda aquella transformación social que se dio en el Perú en los 50s del siglo pasado: masas de migrantes que llegaban desde los pueblos más remotos y pobres del país hasta esta ciudad, la tierra prometida. De no haber estados mis padres urgidos por la pobreza quizás se habrían quedado en sus pueblos para siempre y yo no habría nacido o habría nacido en un remoto lugar de las sierras de las que quizás nunca habría salido, o quién sabe.

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Plaza de Armas de Lima.

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Catedral de Lima.

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Barranco

Quizás ha de ser por ello, por esa providencia que no me siento a unido a Lima más que por algo tan poco fiable como la imprevisión. No hay mayor amor, ni mayor pasión. Pero uno no escoge donde nacer así que aquí estamos de nuevo: entre las calles de este delirio sin fin que es la vieja capital peruana.

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Cúpula de la iglesia de Santo Domingo.

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Congreso de la República.

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Cerro San Cristobal.

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El gran imán que me atrae es el cariño por las personas que aquí viven: la familia y los amigos. De no vivir ellos aquí quizás no tendría jamás la necesidad de aterrizar por este rincón del mundo en mucho tiempo. Son dos años sin volver, no parecen ser muchos pero en verdad sí lo son si se considera que Lima muta cada día y también su gente. En ese sentido Europa es un museo, todo sigue igual, todo se parece, nada hay de convulso. O al menos no lo había hasta no hace mucho…
Como muchos peruanos que viven en el extranjero he escogido las fiestas de fin año para volver a ver a mi gente. No es la mejor época para estar en Lima, claro: el caos, el peligro, el miedo, la rapidez con que la gente convive y los niveles de estrés llegan a sus cotas más altas. Mirando todo ello por momentos me hacía desear estar en alguna callejuela de una ciudad centroeuropea abrigado hasta la cabeza tomando vino caliente y pisando firme para que no me caiga sobre la nieve mientras alrededor todo está tranquilo y aburrido.

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Hay cambios en Lima (y en el Perú) muy buenos, eso sí: una alcaldía que está haciendo ejercer su autoridad, cosa rarísima en el Perú; menos pobreza, mejores infraestructuras y trabajos; pero en muchas cosas seguimos igual o peor: la falta de educación, de amabilidad, de compasión; el machismo, el crimen, la barbarie, la irresponsabilidad y el desprecio por la vida campean sin frenos (sobre todo en las carreteras) y el racismo no da tregua. Como bien se pregunta la Blogger Susana Montesinos (a quien tuve la suerte de conocer en Arequipa hace pocas semanas) ¿Avanzamos? ¿En verdad lo hacemos?

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Miraflores

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Miraflores

En un nivel más personal debo decir que me afecta un poco volver porque soy conciente de mil cosas que no he hecho, ni terminado. Regresar a un sitio donde empezaste a hacer cosas que no te dio la gana terminar (por cobardía o pereza) te ofrece la cruda certeza de que has perdido el tiempo… y esto lo digo sin un falso ánimo de autocompasión. Veo mis libros en la biblioteca que tenía en casa y recuerdo las veces en que me prometí ser escritor… y nunca pasé de escribir una hoja de la maravillosa y abigarrada historia que se supone iba a escribir. (Pero hoy sinceramente ya me cuestiono el hecho de escribir una novela sabiendo todo lo que se escribe: ¡es demasiado! Creo que ahora nuestra obligación más que escribir pasa por leer). Paso por la escuela de periodismo en la que ingresé e inmediatamente abandoné y me siento el más imbécil de los seres por no haber luchado por ese sueño de estudiar comunicaciones y trabajar en los diarios y revistas que alguna vez soñé estar; viajando por el Perú y el mundo haciendo reportajes. Veo a amigos que estudiaron conmigo Turismo y hoy se dedican con gusto a ello y han logrado auspiciosos progresos en sus carreras y me pregunto si a nivel profesional hice bien en irme.
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Chorrillos

Y en fin, volver es regresar al lugar de tus querencias y felicidades pero también al sitio de tus miedos y derrotas.
Me impresiona llegar al 2013 escribiendo en este blog. Sinceramente a veces tengo ansias de abandonarlo pues detesto invertir tiempo escribiendo y poniendo fotos que no sé si al final le sirve a alguien. Y de pronto llega un mensaje que agradece lo que pones aquí y sigues. Tengo tanto material acumulado por escribir que el solo hecho de pensar en lo que me queda por poner aquí me da pavor y ganas de mandarlo todo al diablo pues me pregunto ¿para qué todo esto?, ¿qué gano? Pero sé que al final volveré a escribir, a buscar enfermizamente el dato exacto, el nombre de la calle donde estuve, a poner la foto que acompañe mejor al texto y así realizar mil cosas más por hacer que ande este barco ciego que vaga en un mar incierto... salvo que de pronto tenga una revelación, aparezca la “luz” que me haga ver por donde va este negocio que es la vida; por dónde debo canalizar mis esfuerzos y entonces sí decida abandonarlo todo.


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Plazuela de la Recoleta

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Iglesia de San Pedro.

En fin, no es una bonita manera de empezar el 2013, me refiero a que no es lo mejor empezar un año con este sentimiento de derrota e incertidumbre, tan quejumbroso que hasta da vergüenza, pero es mejor iniciar todo siendo sincero que engañándose y desde esa verdad iniciar la reconstrucción. En eso estamos, un gran 2013 improbables lectores y no se olviden que viajar es el mejor modo de invertir ese préstamo finito e irrepetible que se nos ha dado por tan poco tiempo: la vida.
Un abrazo.
Pablo

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