1. ¿En serio? Anda ya. Como si fueras el único que ha tenido un mal día. Vale, o un mal mes, o una temporada nefasta. La frustración forma parte de lo que hacemos, tanto que es la tercera vez en un año que hablamos de ella por aquí. Eso debería darte qué pensar.
2.- ¿Te ves más lento? Puede que sientas que no te sale nada, y además que te entra todo. Esto es común cuando estamos trabajando sobre una técnica o defecto concreto: nos vemos haciendo movimientos mecánicos, disociados, se nos olvida lo demás. Pero es mentira: no somos robots ni se nos ha olvidado lo que ya sabíamos. El instinto volverá en el momento en que ese trabajo concreto se vaya incorporando al todo.
3.- Ah, que no es eso. ¿Estás cansado? No cansado de me duelen los pies. Cansado. Duermes mal, estás trabajando por encima de tu jornada, hay algún problema en casa… Esto es algo que no puede medir nadie más que tú. Pero muy a menudo nos creemos que el sobreentrenamiento es para los demás; que por no ser profesionales ni deportistas de elite no estamos expuestos a sus males. Y eso es un mito: los efectos del sobreentrenamiento nos afectan a todos antes o después.
En serio, por ahí no vas bien
Uno de los síntomas es precisamente cansancio crónico. Llevas varios días sin entrenar y te levantas como si te hubieran dado una paliza. Te duelen lesiones viejas que creías curadas. Duermes mal (o no duermes). Aunque no hayamos aumentado nuestras clases ni añadido trabajo extra, puede que por razones cualesquiera hayamos aumentado nuestro esfuerzo. También influye el estrés, si se aproxima una competición o un examen. Un error habitual, no sólo en kendo sino en muchos ámbitos de la vida, es compararse con el de al lado. Puede que esa persona, hoy, se casque 12 horas a la semana, vaya al gimnasio a hacer físico y además corra o nade los domingos. Felicidades. Tú no eres peor ni más flojo porque hoy no puedas hacerlo. Esa persona tiene su propio ritmo y su calendario: no son el tuyo. Es más, no deben serlo. Entregarnos a fondo a lo que hacemos pasa por mejorarnos y superarnos, no por rompernos. Si te rompes no podrás nunca decir eso de “un combate más, uno más”. Más que nada porque no vas a estar allí para hacer el combate anterior.
4.- ¿Verdad que no te entusiasma como antes ir a entrenar? Es más, unido a todo eso del cansancio esto (que estás seguro que te apasiona) no es lo que más quieres hacer de la semana. Y eso que estás seguro de que no puedes vivir sin kendo… o al menos lo estabas hasta hace como quien dice cuatro días. Pues es probable que estés acusando sobreentrenamiento. Otra vieja conocida nuestra, la ansiedad, pasa por casa con más frecuencia de lo normal; pero lo peor es que su prima la depresión viene de camino y es una tía muy pesada.
Hay varios documentos clínicos que sitúan la esgrima como una de las disciplinas que más acusaban los efectos neurológicos del sobreentrenamiento: fatiga, ansiedad, insomnio y la consiguiente pérdida de autoestima. Algo más lejos en las tablas pudimos ver esa abstracción conocida como “Artes Marciales” (sin saber cuál de ellas ha participado en el estudio), donde también se detallaban problemas similares. Cuando llegas a esta etapa, conocida clínicamente como sobreentrenamiento parasimpático, no sólo estás hecho una breva como kendoka: tus defensas están por los suelos y tu riesgo de lesión aumenta. Para. Ya. Pero no para dejarlo, sino para pedir ayuda. A tu profesor, a tu médico si es necesario.
5.- ¿Crees que necesitas “desconectar”? Que necesitas descansar está claro: tu cuerpo te lo ha estado diciendo y no has hecho caso. De nuevo, habla con tu instructor: no eres el primero al que le pasa y te va a entender. Prueba a reducir tus horas de entrenamiento durante un par de semanas. A lo mejor sientes que no puedes continuar con un ritmo de seis horas semanales, pero sí con dos, y después con tres, hasta encontrar otra vez ese momento en que estás muriendo y eres feliz.
6.-¿Te parece una buena solución alternar? Muchos de nosotros alternamos con otra arte marcial o con actividades físicas más suaves. No sólo para trabajar el físico sino también para relajar la mente. Hay una serie muy interesante en el blog del Nanseikan sobre esto (que publicaremos traducida a lo largo del mes de marzo). Aunque se enfocan en el trabajo del cuerpo, esta forma de entrenamiento supone un descanso activo y es la “desconexión” que muchas veces necesitamos.
7.- ¿Has encontrado otra cosa que hacer? Ah, que no has sobreentrenado. De hecho llevas dos o tres meses sin aparecer. Quizá has encontrado tu vocación y resulta que no es el kendo. ¡Perfecto entonces! Antes de pasar por la criba, procura plantearte si esto es así o es otra cosa.
Referencias:
He consultado varios documentos sobre esto y hablado con una fisioterapeuta amiga (y esta vez no hay nada tachado porque he estado leyendo más que un ratito en Google).