Revista Cultura y Ocio

Sobreviví a los 80’s – @GraceKlimt + @demotico

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

«Pienso en esas series de televisión y películas que se encomiendan a la nostalgia de los años Ochenta y todo el mundo habla de ellas y las aplaude, incluso yo también a veces. Pero no son mis Ochenta. Son los Ochenta de las pandillas y las bicicletas y las vías del tren y los extraños meteoritos o tesoros de las películas de Steven Spielberg y las pesadillas de suburbio de Stephen King. Por cierto, en ellas suburbio eran casas unifamiliares en barrios cuadriculados como el césped y sus setos. Aquí eran soportales de columnas de hormigón de los bloques de viviendas de protección oficial en los que tus padres, blancos, eso sí, y emperrados en el complejo de clase media que heredaron de sus propias series de televisión, te pedían que no te adentraras porque estaban llenos de gitanos. Y la tele hablando de lo normal que era meter algún niño negro o coreano en tu pandilla. No hablemos ya de otro planeta…»

«Me ha volado la imaginación a esos días en los que éramos inmortales, y estoy sentada de pronto en la última fila del cine haciendo como que me asusto mucho con la peli mientras contengo la respiración y miro de reojo como atacas sin piedad el trozo de muslo que deja libre mi falda. Tengo que estar en casa a las 22h, así que te has pasado con tu chupa de cuero y tu Bultaco trucada y tus dos mil pelas a llevarme a la sesión doble de tarde. Me he pintado los ojos de color de arco iris en el espejo retrovisor del 127 verde de mis padres y he salido corriendo al verte doblar la esquina. A lo del pelo cardado ya le cogí el truco. Joder, tengo mil fotos grabadas en la memoria de aquellos días, y eso que ni siquiera sabía que años más tarde existiría esta gilipollez obscena de las selfies que todo lo maquilla, que aniquila cualquier instante de sinceridad…»

«¿Sobreviví? Yo tenía once o doce años, ni sabía lo que era una paja pero todas las películas, todas las historias que escuchaba a mi hermana y sus amigas hipnotizadas por libros y revistas, por la vida y sus tajos y sus anestesias ya empezaban a infectarme, era el Amor como mayúscula, no como nombres, caricias. Hay gente que aún lo confunde con aquella extraña comezón prepúber ante los labios de Molly Ringwald abriéndose en una sonrisa ante el más pardillo de su clase. Porque sí, todos fuimos siempre los más pardillos de nuestra clase. Si no, no nos inventaríamos esta nostalgia que en realidad es otra manera de mentir las cosas. De seguir haciéndolo hoy día. De leer a Catulo (¿has leído a Catulo?) y escribirle a Lesbia:

Mi vida no volvió a empezar contigo. No escribí

La égloga segunda de la crisis de nuestra mediana

Edad. Tú te avergüenzas si te cuentan

Los comunes conocidos lo que ha sido

De mis ojos, mis promesas, mi jodida libertad

Que puedes leer autoeditada cuando quieras. Yo

Jamás me pongo a preguntar por ti…»

«1981. Febrero. Día 23. Mi pequeña ya no es tan pequeña, se pinta los labios a escondidas y vuelve a casa sonrosada y más despeinada si cabe de lo que salió. Mi niño ya no es el pequeño que un día fue, ahora ya es un casi adolescente que se encierra en la habitación. Y yo, que me dejé la vida y el alma y el pellejo en las áridas tierras de Castilla, que vi como rapaban la cabeza a mi vecina, como se llevaban de pronto una noche a su marido, y escuché fusiles madrugada tras madrugada, aquí estoy, muerto de miedo. Quemando panfletos. Desesperado. Trazando un plan cobarde, en el que odiaré si hace falta todo eso en lo que creo. Cagándome en mi puta mala suerte.  Pensando en cunetas llenas de muertos. Mirando como ella me sonríe mientras me dice que de otras peores hemos salido. Rogando al Dios del que hace tiempo renegué, que los tanques no invadan las calles. Que nos dejen en paz. Que queremos saber a qué sabe esta década. Que queremos vivir…»

«He visto arder más noches de las que tú has vivido, eso lo sé. Las grúas traicionando a tu ciudad para empaquetarla y envolverla de regalo olímpico, las plazas conquistadas a pedradas, la sonrisa somnolienta de los picos y la grieta de la cara de los supervivientes y los tópicos escritos para recordarlo, como imágenes de archivo en un documental sobre la historia de la música. Es lo que me sale responder a tu pregunta…»

¿Sobreviví? ¿Sobreviviste? ¿Sobrevivimos? ¿Sobrevivieron?

¿Salimos victoriosos de aquellos años de risas, miedos, luchas, color, purpurina?

¿O la vida nos venció y no somos más que la sombra gris de lo que entonces soñamos?

No lo sé, dímelo tú, yo sólo quiero escuchar a Los Piratas.

«Será como aquella canción

de los años 80.

Seré como el tipo

que algún día fui.

Ya terminé…»

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