Revista Opinión

Sobrevivir a la campaña electoral: ¿Sí se puede?

Publicado el 22 mayo 2015 por Polikracia @polikracia

Dicen los que saben que no existe el vacío absoluto. Yo, que soy de letras, me lo creo, pero no solo porque tengo una fe casi ciega en nuestros científicos -que también-, sino porque además estoy viviendo esta campaña electoral, que combinada con la primavera, la sangre altera.

Como votantes, hemos podido verlo todo desde que la designación de candidatos diera el pistoletazo de salida a la precampaña electoral. Algunos pioneros, como Antonio Miguel Carmona, socialista que aspira a gobernar Madrid, comenzó hace mucho tiempo su no siempre exitoso recital de gestos populares, habiéndose disfrazado ya a estas alturas de ciclista, discapacitado, bombero o conductor de autobús, por ejemplo. También ha tenido ocasión de vivir el lado más amargo del desencanto popular, habiendo sido abucheado una ocasión en la que se presentó a colaborar para detener un desahucio. Con él, y su invitación a la candidata por el Partido Pupular a la presidencia autonómica Cristina Cifiuentes, a bailar un chotis madrileño en plena euforia de San Isidro electoral, vivimos la última amenaza por parte de nuestros candidatos de brindarnos una nueva actuación teatral.

Sin embargo, no se queda atrás Esperanza Aguirre. A estas alturas de la campaña todos hemos podido comprobar su afición por la velocidad, para desgracia de algunos servidores públicos. Bien con su vehículo huyendo de la Policía madrileña, bien a lomos de una bicicleta protagonizando un intento de escapada ante la pasividad del Presidente del Gobierno, Esperanza Aguirre ha demostrado que es una mujer de acción. Quizá por ello ha decidido pisar el acelerador también en la campaña electoral brindándonos hasta dos actuaciones musicales en directo. La primera, junto a Pablo Motos, podría haber tenido repercusiones a nivel internacional dado su dominio del habla inglesa, y la segunda de ellas también se dio en el contexto de la fiebre electoral que invadió la pradera de San Isidro, aunque esta vez fue a cappella y contó con la complicidad coral de alguna simpatizante que había decidido acercarse. En cualquier caso, ambas pueden competir con el breve concierto que ofreció Antonio Miguel Carmona en el programa de María Teresa Campos, “Qué Tiempo tan Feliz”, aunque si de añadir verdadero ritmo se trata, deberían ser consideradas también la candidaturas artísticas de Ada Colau, quien ha lanzado al mercado electoral su último sencillo, “El Run Run”, o de José Antonio Monago, que ha sorprendido a propios y extraños con su rap “Extremadura, nuestra única doctrina.”

Lejos de Madrid, al sur de Despeñaperros, incluso hemos podido vivir el desarrollo de una novedosa campaña electoral postelectoral, y es que aun habiéndose producido ya las elecciones andaluzas en virtud de la decisión tan meditada, pero difícilmente comprensible desde la coherencia racional, tomada por la entonces Graciosa Presidenta (por la gracia de José Antonio Griñán, quiero decir) y ahora en funciones, Susana Díaz, el nuevo novísimo Parlamento Andaluz, que además de haber renovado la confianza que le confieren sus electores ha renovado la fachada partidaria en pro de la muy mentada regeneración política, ha sido tomado por la táctica y la estrategia de aquellas fuerzas políticas que permanecen a la espera de las elecciones del 24 de mayo. Por tanto, quién iba a decirlo, los nuevos tiempos y la audacia de Susana Díaz nos han regalado también una campaña sin elecciones. Otra más, para la colección. Y podemos seguir.

Un tercer campo de batalla en esta contienda electoral, además de la calle tomada por nuestros políticos en plena campaña y las Instituciones, que languidecen víctimas de los cálculos electorales que no acaban de arrojar a nadie una cifra satisfactoria, han sido los debates entre candidatos. Los que se han producido ya y los que están por producirse, porque en este año revolucionario todo espacio es ocupado por la campaña, hasta aquel en el que se deciden los futuros debates. Para entendernos, digamos que hoy se debate también sobre el debate en sí. Quién sabe, quizá estemos asistiendo al nacimiento de un nuevo lenguaje de la metapolítica, que alejado de las propuestas concretas versa sobre los grandilocuentes principios informadores de la democracia e invierte más tiempo en reflexionar sobre cómo y en qué condiciones ha de debatirse, y de votarse, que sobre las propuestas que han de debatirse y votarse.

En este sentido, hemos podido vivir el largo culebrón que nació protagonizado por Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, nuevos líderes de la huérfana y desorientada izquierda española, quizá por haberse perdido en una rotonda, como sugirió el humorista Joaquín Reyes, durante alguna breve pero intensa siesta de estos nuevos faros que con su mirada nos señalan el camino, y al cual ahora se ha incorporado Albert, o Alberto, o los dos nombres, o ninguno, pero siempre con el brazo en alto –salvo si usted vive en Getafe, donde la presidencia del partido centrista ya ha tomado medidas– Rivera, que retó cual Quijote, célebre caballero andante de la literatura castellana española, de España, capital Madrid, a Pablo Iglesias a medirse con él en un duelo. Perdón, debate.

Éste respondió primero que pensaba que debía debatir primero con Pedro Sánchez, porque está pendiente aún la batalla de las batallas, la que enfrenta a los castos con la casta del sector progresista español y no pudo ser resuelta con el aperitivo argumental que el ya amortizado Jesús Cintora, muestra de la España de las libertades que se permite juzgar lo que sucede fuera de nuestras fronteras desde el Congreso de los Diputados con la complicidad de los grandes medios de comunicación, moderó en Bruselas entre Pablo Iglesias y Juan Fernando López Aguilar, que ya no es socialista pero sigue siendo parlamentario, porque el PSOE, que no renuncia a ser el refugio moral de la izquierda sistémica, no puede permitirse una oveja negra, o de color, pero debe pensar que resto del conjunto de la ciudadanía española, y europea, sí. Por tanto, dimisión simulada.

Cuando se agotó ese discurso, y llegó la convicción de que la batalla de las batallas por la nueva izquierda es tan importante como la batalla de las batallas por la nueva centralidad de la nueva política, Pablo Iglesias se refugió en la moderna e innovadora costumbre caballeresca, quizá suponiendo que a pesar de no existir en nuestros días todavía tiene pegada como fuente argumental, y alegó que dada su posición de retado a él le correspondía decidir el lugar y el momento. Sin embargo, pasados unos días decidió aceptar, aunque desafortunadamente para aquel entonces a Albert Rivera ya se le había pasado el capricho, y ahora reclama un debate a cuatro bandas. Él, muy moderno, no renuncia a derribar los muros de la moral heternormativa que todo lo junta por parejas, incluidas las ejecutivas de los partidos políticos (véanse Joan Herrera y Dolors Camats, Pedro Sánchez y Micaela Navarro, Mariano Rajoy y Dolores de Cospedal -o Sáenz de Santamaría, no está claro-, Oriol Junqueras y Marta Rovira…). Toda una orgía política, pues, podría producirse en no mucho tiempo. Mientras tanto, a nosotros nos toca conformarnos con la magia del Chester de Pepa Bueno, que hizo posible un breve cruce de opiniones.

Lamentablemente, los ciudadanos tampoco hemos podido sacar en claro mucho más de los debates ya celebrados. Los alicantinos, por poner un ejemplo concreto que conozco, hemos podido presenciar dos: uno entre los candidatos a la presidencia de la Generalitat y otro entre los candidatos al Ayuntamiento. En ambos se vivió la misma tónica general, esto es, los representantes del Partido Popular defendiendo una postura institucional, o presidencial, mientras la infinitamente fragmentada oposición (UPyD, la candidatura de unidad popular Guanyar Alacant, C’s, PSOE y Compromís, en este caso) se peleaba por colgarse la medalla de la lucha contra la corrupción y por la regeneración política, lejos de presentar a los votantes precisamente un aluvión de propuestas para su gobierno, que pace que debería ser lo prioritario en los tiempos que corren. Así, por el momento, mucha pasión sentimental y poca convicción argumental.

De otro lado, en esta omnipresente campaña electoral los votantes también hemos podido asistir a una nueva trabada guerra de trincheras, esta vez desde los editoriales, en la cual ninguno está dispuesto a ceder y se vive un intercambio feroz de artillería. Sirva, a modo de ejemplo, el blog recién inaugurado ad hoc de Sonia Castedo, flamante exalcaldesa de Alicante, en el que podemos leer ataques a todo el arco político alicantino, eso sí, con una cuidada prosa moderna que incluye el empleo indiscriminado de mayúsculas, puntos suspensivos y exclamaciones. Les confieso que en ocasiones cuesta distinguir la versión digital del diario Información de la aplicación de mensajería What’sApp. Así, a sus –¿ex?– compañeros del Partido Popular encabezados por Asunción Sánchez Zaplana, quien tiene el deshonroso honor de ser la responsable de que 30.000 dependientes valencianos hayan muerto sin recibir la ayuda que les correspondía siendo ella la Consellera de Benestar Social, según el PSPV, les recomienda que no escupan hacia arriba, porque corren el riesgo de ser víctimas de la tan peligrosa en política ley de la gravitacional universal, y al candidato de Guanyar Alacant Miguel Ángel Pavón, a quien ya le recomendó  que cuidase su aseo personal en un pleno municipal, le reclama esta vez que se cambie la ropa de vez en cuando. Comprensible, supongo, estando ella acostumbrada a frecuentar la compañía de hombres de otros estamentos, según se rumoreaba en los bajos fondos de Alicante. Además, entre picotazo y picotazo de abeja, siempre desde el capullo teniendo en cuenta que ya no le permiten volar cual mariposa, nos recuerda que está muy lejos de Venezuela. Lógico, también, porque Enrique Ortiz se dedicaba a la construcción y no a la extracción petrolera.

Por último, no quisiera dejar pasar la oportunidad de recordar los grandes clásicos de siempre: los políticos outsiders. En esta línea podemos observar, de nuevo, a José Antonio Monago marcando el paso –allegro– a golpe de zancadas de runner, al número seis por el PSOE en Malagón versionando de forma improvisada a David Bisbal –“¿Ave María, cuándo serás mía? / ¡García Page a la Autonomía!”– o a Luís Alberto Nicolás, independiente que concurre por el mismo PSOE a la alcaldía de Meruelo, presentándose desnudo en sus carteles de campaña cubierto tan solo por un característico clavel sobre sus partes más íntimas imitando un famoso meme de Julio Iglesias con el siguiente texto: “soy mejor que tú y lo sabes”. Llegados a este punto, uno no puede evitar recordar a Olvido Hormigos, que por hechos homologables se vio forzada a dimitir. Quizá si sus gustos se hubiesen hecho públicos en el marco de una campaña electoral podría haber conservado el puesto, aunque por otro lado cuesta imaginarla militando en el mismo partido que el ya citado Carmona, quien recientemente ha asegurado que “a ninguna mujer le gusta ser penetrada diez veces al día”. Frase desafortunada, otra, que también quedará al amparo de la campaña.

Y en medio de este vendaval político, que afecta a todo el territorio nacional sujeto a las elecciones del 24 de mayo y se desarrolla en todas las dimensiones posibles, nos encontramos los electores, principales protagonistas de este proceso político aunque  nos cueste imaginarlo, intentando no sucumbir al desánimo. De tertulia en tertulia, de acto electoral en acto electoral, de informativo en informativo, de periódico en periódico. Por eso, a mí me gustaría acabar infundiendo ánimo al fatigado cuerpo electoral español, ante la perspectiva de unos diez días más de campaña, y con las autonómicas catalanas y Generales en el horizonte. Cuenta el taoísmo chino que el universo de rige sobre la base del flujo de dos energías antagónicas que se compensan entre sí. El Ying y el Yang. Cuando algo malo sucede, algo bueno ocurre para subsanar los desequilibrios cósmicos y viceversa. Si aplicamos este principio al devenir reciente de la ciudadanía española, cuesta muy poco imaginar que después de soportar cinco campañas electorales (europeas, andaluzas, municipales y autonómicas, catalanas y generales) en algo más de año y medio el universo nos está reservando algo tremendamente positivo para el año 2016.

Ánimo. Y paciencia. ¡Suerte a todos!


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