Revista Diario

Sobrevivir a las vacaciones

Por Desmadreando @desmadreando

Creo que sería un título perfecto para una película de terror. Eso o más bien cualquier película que verse sobre la vida de una madre en vacaciones con hijos.

Las madres no tenemos vacaciones -eso ya lo había dicho antes- pero mientras más vástagos tienes, la proporción de la pesadilla crece. Si a esto le sumas la organización de un bautizo, la visita de tú familia mexicana al puro estilo “Familia Burrón“, veinte días con tú mejor amiga, un par de noche de copas, cumplir un año más, el primer encuentro cercano con los piojos en la cabeza de mi progenie y el shock de “la entrada a la escuela de mayores” ya sabrán que mi desconexión no ha sido por estar en el Caribe a cuarenta grados friéndome cual lagartija junto a una piña colada. Mi desconexión era cuasi obligada. Cuasi y “literal”. Ver el móvil me ocasionaba grandes problemas familiares. Así que en las idas al trono, Walter me guardaba el secreto (y otras cosas) mientras veía Instagram, Twitteaba y Facebookeaba….pero de postear nada. Hoy he regresado de vacaciones pero para tomarme las reales.

Vacaciones Geek
Nunca imaginé que el salvapantallas del Caribe del Windows fuese tan paradisiacamente relajante.

Sin embargo, hoy necesitaba escribir. Será que estoy tontorrona, sensiblona o que simplemente es lunes y regresar de vacaciones el día que hace más sol en la playa como que no inspira del todo. O quizás será que hoy fuimos a comprar los libros de Critter y conoció su futura escuela.

Tengo que hacer un pequeño paréntesis cultural. Cuando yo era pequeña el día de “comprar” los libros en el cole era realmente la inauguración de la vuelta a clases. Ese día sabías por fin en qué grupo te tocaba, con qué amigos y enemigos, tu madre tenía que despertarse temprano y tú te ponías la coleta lo más peinada para que diera inicio el baile de las lombrices de nervios en tu estómago.

Te desplazabas al colegio en donde una horda de madres desesperadas ya habían cogido turno cual carnicería en Navidad y se notaba el nerviosismo a flor de piel porque si no llegabas a tiempo los uniformes se acababan, los libros también y nadie quería ser el niño que llega con el uniforme incompleto o sin el libro de inglés.

Una cosa curiosa es que ese día cuando te reencontrabas con tus compañeros-colegas-amigos te saludabas como si no te conocieras. Un simple “Hola” acompañado de un “¿en qué salón te tocó?”…¡Ay recuerdo esos días con tanto nervio!

Así que ahí nos fuimos Semenator, Critter y yo a la “compra de los útiles” y para que por fin, después de un verano bombardeando a Critter sobre su nueva escuela por fin conociera su “cole de mayores”.

Cabe señalar que por primera vez me pidió que le pusiera una diadema de lazo en el pelo (cosa rarísima en mi bestia) y guardó a su mantita porque ya era mayor. Casi me muero de la tristeza. Y de la alegría.

Llegamos al colegio un poco tarde. No debido a mi. Ni a Critter. Ahí lo dejo. Saquen conclusiones que no quiero señalar a nadie. Y para mi sorpresa ¡estaba vacío! ¡Un colegio enorme V-A-C-I-O! ¿Y los niños? ¿Y las madres? ¿Y el bullicio? ¡Cosas de madres primerizas y de encontronazos culturales! Aquí por lo visto las madres compran los libros en las librerías y un día antes de entrar a clases. ¡BAAAAANG!¡Error mío! ¿Saben lo intimidante que resulta un colegio vacío?

Cuestiones del destino nos encontramos al futuro profe de la Critter y como buena “señora y madre de bien” (creo que seré de esas madres tocapelotas asquerosas y ñoñerrímas) fuimos a presentarla y a saludarle.

¡Todo el verano practicando el nombre del profe y fue llegar y el ratón le comió la lengua a la bestia! Nos reímos cual padres primerizos y después de los saludos cordiales correspondientes fuimos al patio para mostrarle dónde iba a jugar. Un patio muuuuuy grande, con un par de columpios y arenero.

-¿Y el césped? ¿Por qué no tiene césped?- preguntó Critter.

-El cole de mayores tiene patio- le respondí.

-Mami pero si corro y me caigo me haré daño y no me dejarán llorar porque soy mayor.

No supe que responderle. Critter salió cabizbaja y dijo que no tenía hambre. Que su tripita sólo quería un yogurt porqué le dolía “aquí arriba Mami, aquí mira, aquí me duele“. Semenator y yo cruzamos miradas. Ese nerviosismo que nos asechaba como padres primerizos había traspasado sus poros.

Nos costó ir a un Burger, un juguete, un helado y demás sobornos para robarle una sonrisa.

Al llegar a casa me preguntó:

-¿Mamá qué tengo que hacer para que se cumplan mis sueños?

La angustia recorrió mi cuerpo. Quizás me pediría que no la enviara al colegio. Quizás me pediría que aún le deje chuparse el dedo y que no guardemos a mantita.

-Para que tus sueños se cumplan, hace falta trabajar mucho en ellos pero dime qué es lo que más deseas…-(siempre hay que dejar la pregunta abierta ¡siempre! si sus pequeños quieren saber cómo nacieron no hace falta darles una clase de anatomía, basta con decirles que nacieron de la tripa de mamá y listo)…

-Quiero que sea Navidad, hacer un muñeco de nieve y…¡que llegue Santa Claus para que me traiga el disfraz de Elsa!- respondió feliz cual lombriz.

¡Y yo que le pediría a Santa Claus que jamás se fuera el verano! pero me queda claro que las vacaciones terminaron y los miedos de “madre” tan sólo comienzan así que “Sueltaloooooooo, sueltaloooooo ya no hay nada que temer”. La verdadera canción del verano. Y si no me creen, pregúntenle a cualquier madre.


Volver a la Portada de Logo Paperblog