Revista Psicología

Sobrevivir en la ausencia

Por Rms @roxymusic8

No se puede entender hasta cubrir esa ausencia. Uno no puede caer en la cuenta de lo que le ha estado faltando hasta que encuentra lo que esa ausencia ocultaba. Y, como cuando conoces a una persona, piensas qué hubiera sido de ti sin eso, no puedes imaginar nada bueno o, sin pasarse tanto, no puedes imaginar una vida diferente a la que llevas ahora. ¡Es tanto lo que se ha encontrado! La ausencia de lo que llena tus días, da sentido a tu vida, alegra tu caminar y te hace ser. ¿Cómo puede uno sobrevivir a esta ausencia? Sólo puedo pensar en la resistencia del hombre, en la ignorancia que le invade o que le obligan a mostrar. También en el egoísmo, en la cerrazón, en el miedo a salir de su comodidad, la desconfianza a lo desconocido o poco experimentado alrededor.

Sí, se puede sobrevivir en esa ausencia. Sobrevivir que no es vivir sino dejarse la paz y la alegría por el camino a costa de seguir respirando. ¿Vale la pena? La ausencia es el alejamiento o separación del ser. Son palabras fuertes, palabras mayores que nos llevan a la deriva si las vivimos. ¿Quién quiere no ser?, ¿quién quiere no existir aun viviendo?, ¿quién quiere sobrevivir en la ausencia? Separarse de uno mismo, alejarse de lo que se es... No puede por menos que llevar a la amargura, al sinvivir. Hay muchos que se esconden en esta ausencia llamándola libertad de movimientos para excusarse porque prefieren seguir el camino haciendo lo que se les presenta o lo que se les invita a hacer sin pararse un minuto a pensar si eso que van a realizar habla de lo que son. Porque, hacemos lo que somos, no somos lo que hacemos. ¡Primero somos, existimos!

La ausencia no nos permite ser porque no nos lleva a conocer nuestra persona, a juntarnos con nuestro yo. La ausencia habla de vacío, de un agujero por llenar. La ausencia habla de soledad, de un silencio hueco. La ausencia habla de tristeza, de una pena profunda. La ausencia habla de ruptura, de un corazón dañado. La ausencia habla de tonos grises, de una vida sin color. La ausencia, ¿nos habla? Quizás cuando uno realmente se da cuenta de que la tiene en su vida. Entonces nos interpela, nos hace ver que todavía hay algo que no ha encontrado su sitio en nuestro ser o que no le hemos dejado entrar. La ausencia habla cuando nos encontramos con la Presencia. Después de este encuentro, ya nada es igual, ya todo viene con una pregunta detrás, ¿es esto lo que quiero ser?, ¿esto lo hago por lo que soy o por lo que otros quieren que sea yo? A partir de ese encuentro la perspectiva cambia y la ausencia va distorsionándose poco a poco y enfocando mejor en la medida que nosotros no pongamos freno a esa interpelación.

Crecemos paralelos a esa Presencia mientras caminamos en la ausencia. Unos tienen la dicha de caminar en la Presencia desde bien pequeños o se reinsertan en ella en la adolescencia. Otros, nunca han tenido la oportunidad de percatarse de aquélla y caminan y caminan sin llegar a conocerla. Otros pocos, aun haber caminado en la ausencia por largo tiempo, tienen la dicha de hablar con ella y sentirse interpelados por aquélla antes de morir. O estando en una edad madura con la vida, según ellos, hecha, de repente (que es cuando ocurren los milagros) cubren esa ausencia por haber dejado la puerta abierta al "y si... ¿hay una posibilidad?". Y, otros tantos, como yo, caminábamos en paralelo hasta encontrarnos con aquélla en la mayoría de edad. Conviviendo con aquélla a la vez que dejábamos incluso a la ausencia acampar de nuevo en nosotros, pero con la diferencia de que tras haber encontrado ya eso que nos da el ser, la interpelación es mayor, directa a nuestra conciencia donde la ignorancia no tiene cabida ya. Y, entonces, el sobrevivir en la ausencia es casi como vivir muriendo; y en esa agonía, comenzábamos (y comenzamos) a caminar de nuevo tras aquella Presencia que siempre ilumina el camino de nuestra existencia, ese que nos acerca y no nos separa de nuestro ser.


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