Acaba de producirse un espectáculo llamativo en Barcelona: buena parte de la izquierda europea con experiencia de gobierno, suma de los socialdemócratas alemanes, franceses, españoles y de otros países, organizó un mitin de apoyo a Elena Valenciano, que por sus protagonistas podría haber sido un acto de las derechas.
Entre ellos estaban el candidato socialista a presidir la Comisión Europea, el alemán Martin Schulz, el primer ministro francés, el barcelonés Manuel Valls, y Felipe González, catorce años primer ministro español.
Además, entre multitud de banderas catalanas y europeas, pero ni una sola española, unos 3.000 militantes entusiastas.
Schulz prometió una Europa más social y feminista. Pero su partido gobierna en coalición con Angela Merkerl, una mujer más poderosa que cualquier hombre sin necesidad de apelar a su sexo, en un ejecutivo en el que Rajoy sería un izquierdista.
Esa coalición reciente ha empezado eliminando gran parte de las históricas ayudas a los inmigrantes, incluidos los españoles. Los socialdemócratas alegan que no pueden hacer otra cosa para mantener la seguridad social.
Manuel Valls debió hacer temblar a los independentistas catalanes: fue claro al decir que es barcelonés, catalán y español por nacimiento, y francés por voluntad. Soy español dijo alternando catalán, castellano y francés.
Justificó sus recortes a los trabajadores de 50.000 millones de euros, cuya mayoría irá a los empresarios para que creen trabajo, no a los sindicatos, y añadió que demuestra que es socialista al no reducir las pensiones, sino congelarlas, mientras Rajoy las “sube” un 0,25 por ciento.
El socialista catalán Pere Navarro fue el único que no coincidió con los planteamientos posibles del PP: exigió que se respete la inmersión lingüística en catalán, una de las posibles causas del separatismo, y también de que en un mitin de los socialistas españoles no hubiera ninguna bandera española.
Muchas senyeras, sí, porque la sumisión izquierdista al nacionalismo es socialnacionalismo.
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SALAS