La tímida reforma de las administraciones públicas propuesta por el gobierno de Rajoy, que apenas es una décima parte de lo que España necesita y que deja prácticamente intactos los privilegios de la casta política española, está encontrando una significativa resistencia entre los socialistas, Izquierda Unida y los nacionalistas, que demuestran de ese modo que son la parte más dañada y podrida de la política española.
Cayo Lara, Patxi Lopez y diversos portavoces nacionalistas, a pesar de que el pueblo es casi unánime al exigir reformas que reduzcan el poder del Estado y de la casta política, se han atrevido a protestar, demostrando así su alejamiento de la democracia y el carácter abusivo y elitista de su concepción del poder.
Ante ese panorama, decepcionantes para los demócratas españoles, no nos queda otro remedio que reconocer que, a pesar de su arrogancia, elitismo y alejamiento profundo de los valores y principios democráticos, el PP representa la pieza menos sucia de la partitocracia española.