La televisión generalista se ha convertido en un saco donde cabe todo y donde todo es válido a cambio de aumentar el número de espectadores y aumentar la cuota de pantalla. La tiranía del audímetro hace que no se respeten horarios infantiles y que todo se relativice. Cadenas con telecinco como máximo exponente se nutren de tertulianos incultos y zafios para rellenar e improvisar horas de parrilla. El guión es simple: insulta, escupe, difama, grita y, si es necesario, recurre a temas escabrosos, aunque sea mentira. Pero todo esto se ha aceptado y se da por normal. Niños, jóvenes, adultos y ancianos asisten impávidos a tal espectáculo.
Sin embargo, las cadenas son libres de emitir bazofia si el espectador pide bazofia. No es culpa de ellas que un consejo regulador no les exija que, al menos en horarios infantiles, se eviten este tipo de contenidos y sancione por incumplir los acuerdos. Tampoco son culpables de que los ojos infantiles contemplen estos bochornosos espectáculos ante la pasividad de su progenitores. Las cadenas buscan la máxima rentabilidad y la consiguen con un producto barato que llega a las pantallas de muchos hogares poco exigentes en cuanto a su oferta de cultura y ocio.
Sin embargo, choca ver como discursos que se deberían limitar a escenarios más serios irrumpen en estos circos. Los representantes políticos españoles, atraídos por esta popularidad chabacana, no dudan en buscar horas de televisión. Si hay que debatir y sacar lo trapos sucios en programas de debate, se hace, y si hay que pasearse por programas como Sálvame, también se hace. Todo vale por un voto.alfonsovazquez.comciberantropólogo