Cuando pensamos en Grecia desde el punto de vista musical, es probable que se nos vengan a la cabeza muchos artistas que han brillado en diversos campos, desde las bandas sonoras (Mikis Theodorakis) hasta la canción ligera (Nana Mouskouri, Demis Roussos) pasando por la música culta contemporánea (Manos Hatzidakis). Pocos pensaríamos, al menos en un primer momento, en artistas de rock y, sin embargo, los hubo que tuvieron una cierta repercusión más allá de las fronteras helenas. El nombre obvio en el que primero reparamos es el de Aphrodite's Child pero rascando un poco más encontramos a Socrates.
No nos vamos a engañar. Si hubo un momento en que llegamos a la música de Socrates fue siguiendo la pista a la gran cantidad de colaboraciones que hizo en sus primeros años la gran estrella de la música griega: Vangelis. Con todo, la banda ya tenía una cierta trayectoria antes de cruzar sus caminos con el genial multi-instrumentista. En sus primeros años alcanzaron una gran popularidad en los circuitos rockeros de Atenas y se dice que los fines de semana en los que actuaban, los miembros de otras bandas de la zona solían terminar sus conciertos apresuradamente para poder asistir, al menos, a un par de canciones de los shows de Socrates. Su estilo era una mezcla de blues-rock con toques hard que fue evolucionando hacia una especie de rock progresivo cercano al metal, especialmente a partir de su cuarto disco, que es el que comentaremos aquí hoy.
En sus primeros trabajos, la banda lucía un nombre más largo (Socrates bebió la cicuta) que fue acortado, probablemente de cara a un posible lanzamiento internacional con la grabación de “Phos”. Los miembros estables de la banda eran el cantante y bajista Antonis Tourkogiorgis y el guitarrista Yannis Spathas. Junto a ellos grabaron hasta tres baterías diferentes. En el momento de registrar “Phos”, el titular era George Trantalidis. En los primeros setenta, Aphrodite's Child marcaron el camino convirtiéndose en la primera banda griega popular fuera del país y lo consiguieron desde París, ciudad en la que grabaron su primer trabajo. Tras la separación de la banda y al terminar su periplo francés, su líder Vangelis se estableció en Londres, donde lanzaría definitivamente su carrera y con él fue con quién contactaron los miembros de Socrates que terminaron por desplazarse a la capital británica para grabar con él. Inicialmente su rol iba a ser el de productor pero finalmente se implicó mucho más, tocando los teclados y las percusiones en un disco al que también aportaría alguna composición. La grabación de “Phos” terminó siendo de gran importancia para Vangelis. En aquel entonces, el griego estaba aún construyendo los míticos estudios Nemo por lo que trabajaba alquilando otros estudios privados. Concretamente la grabación del disco de Socrates tuvo lugar en los Orange Studios (simultáneamente a la de otro disco con producción de Vangelis: “Mariangela” de la cantante griega del mismo nombre). El ingeniero de sonido allí era Keith Spencer-Allen quien pasaría después a desempeñar esa misma tarea en el estudio privado del compositor griego formando así parte de la etapa más recordada de su trayectoria.
Portada de una de las reediciones del disco en la que se destaca la presencia de Vangelis.
“Starvation” - El disco comenzaba con una regrabación de uno de los primeros éxitos de la banda, publicado originalmente en su disco de debut. Se trata de un tema basado en las guitarras pero en el que los teclados de Vangelis enseguida se muestran fundamentales. Es una canción épica, idea reforzada por la apasionada forma de cantar de Tourkogioris, con toques progresivos y no pocos elementos folclóricos lo que refuerza el carácter griego de la apuesta de la banda.
“Queen of the Universe” - Pieza muy interesante esta. Se combinan una parte más narrativa por parte de la banda con interludios en los que Vangelis reina a su antojo recreando los ambientes y sonidos que empezaban a caracterizar su producción. Hasta en tres ocasiones toma las riendas, destacando especialmente la tercera que funciona casi como una coda instrumental que podría figurar en cualquiera de sus discos en solitario.
“Every Dream Comes to an End” - El protagonismo del teclista alcanza su máxima expresión en esta pieza compuesta por él mismo. Curiosamente no son los sintetizadores los que llevan el peso en un principio, sino el piano. Más tarde, cuando entra el resto de la banda sí escuchamos ya los clásicos timbres electrónicos de Vangelis. El empleo de la batería podría esconder un antecedente de la parte final del clásico “To the Unknown Man” y el papel reservado a la guitarra, muy presente en toda la pieza, nos habla de un músico que, pese a ser el autor, no pretende acaparara toda la atención en un disco que, al fín y al cabo, no firma él. El cierre es una auténtica delicia, a la altura de los momentos estelares de discos como “Heaven and Hell” o “Albedo 0.39”.
“The Bride” - Volvemos a los temas más rockeros con una fuerte base en el folk griego, en la linea de discos de Demis Roussos o Irene Papas por citar un par de ejemplos con los que Vangelis tuvo relación. Es una canción con un cierto aire ceremonial que nos encanta y que está entre nuestras preferidas del disco.
“Killer” - Cambio radical con el siguiente corte: una canción breve llena de energía en la linea de Led Zeppelin o Hendrix. Los riffs de guitarra se suceden combinando motivos tradicionales con agresivas ráfagas de “hard rock”. Es una de esas piezas que interpretadas por una banda anglosajona podría haber llegado mucho más lejos.
“A Day in Heaven” - Quizá el tema más convencional de todo el disco. Es una balada con un ligero aire “beatle” en la que tampoco hay ningún elemento que destaque especialmente, al margen de la inconfundible sonoridad del CS80 de Vangelis, omnipresente en todo el disco.
“Time of Pain” - Seguimos con un corte que tiene todos los elementos del rock progresivo clásico salvo la duración: ritmos cambiantes, guitarras robustas, unos arreglos excelentes y una perfecta integración de los elementos no puramente rockeros (de nuevo el folclore heleno). En muchos sentidos esta pieza podría ser la respuesta griega a Jethro Tull, obviando, y no es poca cosa, la presencia de la flauta de Ian Anderson.
“Mountains” - El disco termina con una más que interesante suite en dos partes. La primera es la más tradicional en el sentido en que nos muestra la típica interpretación vocal acompañada por el grupo. La segunda es completamente diferente: un difícil e intrincado solo de guitarra al que Vangelis acompaña con sus teclados y alguna percusión. Un final diferente para un disco muy recomendable.
Se nos hace complicado pensar que esta entrada pueda llegar a un seguidor del rock griego de los setenta, género sin duda apasionante pero al que no le imaginamos una gran legión de seguidores entre los lectores de habla hispana. No será tan complicado, creemos, que sea un seguidor de Vangelis el que pase por aquí. Al fin y al cabo, nosotros mismos llegamos al disco de Socrates siguiendo ese mismo camino. Si ese es el caso, no podemos hacer otra cosa que recomendar este trabajo. Por un lado, tiene el inconfundible sello del teclista por todas partes y está grabado en una de las etapas más inspiradas de su carrera. Por otro, no es demasiado diferente, en esencia, del algunos discos del propio Vangelis en solitario (pensamos en “Earth”) o en su etapa con Aphrodite's Child. ¿Un capricho para completistas? Puede ser, pero pese a ello, creemos que “Phos” tiene suficiente entidad como para disfrutarse incluso al margen de la presencia de Vangelis. Vuestra es ahora la decisión al respecto.
Como despedida os dejamos con la pieza compuesta por Vangelis para el disco: