Revista Opinión

Sofistas

Publicado el 16 enero 2013 por Romanas
Sofistas Entonces, en la antigua Grecia, eran una especie de filósofos profesionales de pacotilla, algo parecido a lo que hoy son los abogados, alquilaban su facilidad dialéctica al mejor postor porque eran capaces de demostrar tanto una tesis como su contraria. Hoy militan en las filas de los partidos políticos hasta que se enriquecen y entonces engrosan las de los descarados mercaderes que aquel judío rebelde expulsó de los templos. Hace ya muchos años intenté escribir un ensayo sobre la esencia mentirosa de la palabra que, indudablemente, fue un invento inicial que sólo buscaba confundir, engañar, lo dejé porque estaba demasiado claro que era así. Digo todo esto porque anoche, en Hora 25 de la Ser, la Barceló, entrevistó con toda la parafernalia del mundo a un tío que es posible que visto el ostentoso cinismo con el que se produce, aspire a suceder a Rajoy porque labia, esa palabrería absolutamente vacía de contenido no le falta. Y está tan convencido de ello que no tuvo inconveniente alguno en ir a demostrarlo a la boca del lobo, el programa de la Barceló. Y ésta, consciente o inconscientemente, colaboró lo suyo llevando la entrevista adonde el avispado sofista deseaba: sobre si era ético o no que él terminara en pleno consejo de administración de la empresa que él acabó privatizando. La Barceló, como si fuera tonta, queno lo es ni mucho menos, entró al trapo descaradamente permitiendo que toda la entrevista se centrara en si es ético o no que los políticos puedan volver a la actividad privada después de dos años de su abandono de la política. En resumen, que la lucha dialéctica se entabló en si era aceptable moralmente que Güemes, que no es ni más ni menos que el yerno de Fabra, el del aeropuerto sin aviones, y el marido de la hija de éste que nos mandó a ser jodidos a todos los imbéciles que habitamos en este desvergonzado país, había actuado legalmente entrando en el consejo de administración de la empresa que ha terminado haciéndose con la exclusiva de todos los análisis de sangre de la Comunidad de Madrid, que creo que son el 50% de todos los que se hacen en España, es decir, uno de los negocios del siglo, después de haberse encargado él, personalmente, como Consejero de sanidad de Aguirre, de privatizar este servicio público esencial de la sanidad nacional. La Barceló le permitió que, por lo menos 10 veces, el tío dijera lo que había ido a decir a allí, que la empresa que ahora disfruta de la plena y pacífica posesión de desangrar a todos los madrileños no se había adjudicado directamente el servicio que él personalmente privatizó sino que lo había hecho con el famoso truco de otra empresa interpuesta, o sea, que la empresa de Güemes, fue al correspondiente concurso público y fue vencida “públicamente” por otra que, al momento, se la vendió por cierto muy barata. Es casi el mismo truco que Camps hacia en Valencia, para que las empresas de Correa, el capo de la Gurtel, pudiera adjudicarse “limpiamente” todos las concesiones públicas que le interesaban en aquella Comunidad, dichas concesiones se troceaban convenientemente para no tener que sacarlas a subasta pública. Elemental, que diría Holmes. Hecha la ley, hecha la trampa, dice nuestra sabiduría popular. De modo que la Barceló permitió que el Güemes repitiera interminablemente la letanía que él había ido a recitar a allí, y no le preguntó siquiera cómo era posible y por qué él, Güemes, hubiera terminado ni más ni menos que en el consejo de Administración de la empresa que había terminado por “apropiarse” la exclusiva de todos los análisis de sangre de la inmensa Comunidad de Madrid. Coño, como diría mi maestro, el inefable Cicerón que, lógicamente, acabó asesinado por andar continuamente cantándole a aquellos jodidos romanos que consagraron la esclavitud, las verdades del barquero, coño, repito, ¿entre qué gente estamos, en que ciudad vivimos, en la que no sólo se compra públicamente a dos consejeros electos para que la Aguirre se hiciera fraudulentamente con la Comunidad de Madrid, sino que, después, esos jodidos listos que son los madrileños están consintiendo impávidamente que un conjunto de ladrones y asesinos esté rebándoles uno a uno todos los servicios públicos/grandes negocios de dicha Comunidad, de manera que todo lo que antes obtenían gratuitamente ahora lo tendrán que pagar al precio que fijen unos miserables cuya avaricia es absolutamente insaciable? Pero de esto, la aún más inefable Barceló no dijo una sola palabra porque ello no hubiera convenido de ninguna de las maneras a Rajoy que es quien, al final, va a tener la llave para que la empresa de la locutora se salve de la ruina que tan inminentemente se anuncia. De modo que Cicerón le hubiera gritado, como final, de su genial requisitoria: coño, “¿pero entre qué gente estamos?”.

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