Llegué a la Puerta del Sol poco antes de las 10 de la noche del sábado 12 de mayo, acompañada por Emi Abbott y Wynie Smith. MIS AMIGAS. Estaba a punto de cumplirse la hora límite de plazo que había dado la Delegación del Gobierno para finalizar la concentración y abandonar la plaza. Lejos de marcharse, la gente seguía llegando y cada minuto éramos más. La Policía tenía la zona acordonada. El ambiente parecía más festivo que hace un año, y tanto mis amigas como yo observamos que había bajado la edad de los congregados...
La mayoría de las pancartas aludían a la realidad que sufren tantos millones de españoles: falta de empleo, de vivienda, recortes en Sanidad y Educación y los impuestos de todos utilizados para sanear a los bancos... Además de la corrupción imperante en la clase polìtica y financiera... Algunos mensajes respondían con humor a la amenaza de intervención policial: "si viene la Policía, sacad las uvas y disimulad".
Pocos minutos antes de las 12 de la noche, miles de manos se alzaron agitando pañuelos blancos. Una sonora pitada y un grito común invadieron cada rincón de la plaza: "que no, que no nos representan, que no..." , seguido de la mítica proclama "el pueblo, unido, jamás será vencido..."
Estuvimos en la Puerta del Sol hasta la 1,30 de la madrugada aproximadamente. Vimos algunas tiendas de campaña y escuchamos a gente comentar sus intenciones de pasar allí la noche. Nosotras decidimos retirarnos. Esta mañana he sabido que hubo intervención. Ocurrió al filo de las cinco, cuando la cifra de congregados había descendido hasta el medio centenar. El desalojo duró unos 15 minutos y se saldó con unos 18 detenidos y varios heridos leves.
Los indignados detenidos serán acusados por la Policía de "atentado a agente de la autoridad, resistencia y desobediencia", delitos recogidos en el artículo 550 del Código Penal. Podrían enfrentarse a penas de cárcel de entre dos y cuatro años, que cumplirán en función de si tienen o no antecedentes. Mientras tanto, la vida sigue. Y cada uno continuará con su tarea, más o menos dificultosa, de alimentar a sus hijos cada día; sobrevivir a la precariedad y a la adversidad; a la rabia y a la indignación; al desempleo, al desasosiego y al miedo.
Muchos volveremos a tomar las calles y la plazas clamando por un orden social más justo y por el legítimo disfrute de unos servicios públicos que cubran nuestras necesidades básicas... Y volverán los políticos a mentir para conseguir el voto; los ricos, a acumular más riqueza a costa del esfuerzo de todos; los bancos, a reincidir en la práctica de la usura desmedida y sin freno que caracteriza su lucrativo negocio; y los sufridos ciudadanos, a luchar día a día para salir adelante y poder ofrecer a nuestros hijos un futuro más digno y más libre... ¿Hasta cuándo? La Historia nos lo ha dicho a lo largo de los siglos: hasta que el hambre y la desesperanza del pueblo den paso a la revolución...