Revista Educación

Soledad, 2.0 puntos

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Soledad, 2.0 puntosDejé el móvil sobre el regazo blando y acogedor del sillón, un poco enfadado porque la falta de vocales me estaba asfixiando y sabía que mi contrincante, en el otro extremo de la red, cualquiera sabe dónde, había sumado 83 puntos de mierda poniendo monosílabos encadenados en las esquinas coloreadas del tablero sin tabla de este juego infernal.

Dejé el móvil -decía- encima del sillón, encadenado a la pared por el cable del cargador -porque los teléfonos de última generación hacen muchas cosas pero se agotan enseguida- y me fui al balcón, a ver pasar algún satélite por su elíptica, o a contemplar sólo las nubes que el alisio de julio había empujado hasta este norte húmedo y fresco.

Cantaba un grillo detrás de la viña del vecino, espoleado por el silencio estival e intentando protagonizar su propio minuto de gloria cuando los ecos del reaggeton de los coches que pasaban por la carretera se lo permitían.

Y pensé que igual no quería seguir jugando, que mejor ir a dormir, que el juego (los juegos, la vida…), a base de hacerme perder, se había convertido en tedioso, en aburrido, en humillante y en doloroso.

Sonó un tono del whatsapp -otra vez el puto móvil, pensé- y miré de reojo: no era de quien esperaba (o deseaba), y como decidí no jugar más, a nada, con nadie, pulsé el botón de off y me fui a dormir.


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