"Por debajo de ellos sólo se veía el oleaje de las montañas, montañas inmensas y silenciosas que se alebraban, se aplanaban en la quietud sombría del ocaso, como una neblina negra se tendía sobre ellas amortajándolas.Mila buscó en aquel desierto azul la mancha alegre de una columna de humo, de una casita, de una figura humana,... pero no descubrió nada, ni la más pequeña señal que denunciara la presencia y la compañía de los hombres.-¡Qué soledad! -murmuró, aterrada, y sintiendo que el corazón se le ponía tan sombrío o más que aquellas profundidades.""Soledad" es la única novela que nos dejó Víctor Catalá, seudónimo con el que firmaba la escritora catalana Caterina Albert i Paradís (1869-1966). En ella se nos narra la historia de Mila, que junto a Matías, su marido, se traslada a vivir a la ermita de San Ponç. Sola en la montaña, un terreno para ella hasta entonces desconocido, con la única compañía de Matías, que se revela como un ser "débil y cobarde, con toda la debilidad y la cobardía de un ser inactivo", las escasas visitas que suben hasta la ermita y las pocas personas que frecuenta en sus contadas bajadas a la población más cercana, las portentosas cumbres amenazan con engullirla. Contará, afortunadamente, con la inestimable ayuda y afecto de un pastor que pastorea por la zona. A través de sus ojos aprenderá a admirar los encantos y promesas del paraje, y su voz, transmisora de cuentos y leyendas, la abrigará en sus horas más oscuras e inciertas. Pero a veces no basta con la buena voluntad de la buena gente, y la soledad, como la humedad de la misteriosa bruma de esas montañas, cala los huesos de Mila y se le instala en el alma.
El estilo narrativo de Víctor Catalá es de esos que a mí me gusta definir como antiguo, con todo lo que de elegante, sensitivo y evocador pueda tener este término. Es muy descriptivo, de vocabulario selecto, con frases engalanadas en música arrulladora. Saboreamos los olores de esa naturaleza de montaña, nos dejamos hipnotizar por el azul del cielo bajo el frío de la mañana, sentimos el sol que reconforta y calienta nuestra piel. Todo en esta novela se cuece a fuego lento, como los platos exquisitos que se aderezan con mimo.
El paisaje es un elemento indispensable en la trama. La magnitud de las montañas desalienta a Mila a su llegada, los días cortos del otoño la sumen en la tristeza, una atroz tormenta anuncia su noche más larga, y su cuerpo y sus anhelos de joven mujer se abren cual flores ansiosas ante la inminencia de la primavera.
"...ella se habría dejado tomar mansamente, alegremente, se habría dejado apretar contra aquel pecho protector y, aniquilada en la delicia de las delicias, habría dado de buen grado al amigo la claridad de su pupilas, el ardor de su labios, la ventura sobrante de su corazón..."
Caterina Albert i Paradís. Fotografía de amdalvarez
Esta novela data de 1905; es importante tener en cuenta el contexto en el que son escritos los libros. Su protagonista es una mujer, para más inri en un mundo rural. Encontramos en ella sentencias como: "Mila pasó diez o doce días en plena embriaguez de mujer: limpiando", u esta otra expresión: "miradas atentas en las que leían entregas de mujer y devociones de sierva hacia su varón y dueño". Hoy en día nos pueden sorprender e incluso producir rechazo, pero no son sino una muestra del sentir y pensar de una sociedad y de unas generaciones que aún no han extinguido completamente sus ecos. La misma Víctor Catalá, a pesar de su mente vanguardista (su premiado monólogo La Infanticida causó un gran revuelo al saberse escrito por una mujer, motivo por el que Caterina Albert decide escribir desde entonces bajo seudónimo masculino), no es capaz de escapar del todo de esos convencionalismos como atestiguan estas pinceladas. Sin embargo, lo que a mí personalmente más me sorprende, es su atrevimiento para tratar sin tapujos pensamientos y sentimientos que para las mujeres de bien de la época me supongo estarían vedados.Sola y sintiéndose abandonada, el cuerpo de Mila despierta ante las muestras de afecto y las miradas admirativas. La prosa de la Catalá rezuma sensualidad y no se inhibe ante el torrente de emociones que atraviesan a Mila. La esperanza sostiene a nuestra protagonista y la culpa la atenaza, pues no deja de ser una mujer temerosa de Dios, como nos revelan estas otras palabras: "la mujer se angustiaba, porque no duele lo que no está dañado, ni siente la impresión de pecador más que el pecador mismo o el que ya lleva en sí la semilla del pecado".
Mila se nos presenta precisamente como una mujer temerosa, asustadiza y frágil. Sin embargo, a mí su vulnerabilidad se me antoja de una voluntad inquebrantable. Imagino para ella un camino nuevo y despejado que se abre tras el cierre de estas páginas. Su pureza y su candor me han calado los huesos y se han alojado en mi alma. Como la soledad en la suya. Una soledad que no es física, que no es achacable a un mal de montaña, sino que es la soledad que nos invade cuando todos nos vuelven la espalda y nadie nos ve. Y ese sentimiento es universal y atemporal. Por eso esta novela se siente y se palpa aún más de un siglo después desde su concepción. Por eso ella y su autora son un orgullo para las letras catalanas. Las buenas historias perduran y se transmiten, y en su viaje por el tiempo llevan las vidas de cuantos las contaron y las escucharon. Porque el acto de narrar y el de escuchar son inherentes al ser humano. Y tal vez en ese breve y significativo momento que es la comunicación, sólo tal vez al albor de la magia de las palabras, se obre el milagro de disipar o al menos alejar la omnipresente y traicionera soledad.
"El pastor siempre hablaba de otras vidas, de vidas pasadas que perduraban en aquella. Todo lo de siglos atrás permanecía vivo, según sus cuentos; todo el mundo estaba lleno de visiones y de espectros que vagaban entre cielo y tierra, despojados de la carne y hueso que un día les dieron forma perceptible, pero, así y todo, se mezclaban aún secretamente en todo lo que ocurría..."
More Cowbell!! Fotografía de JD Hancock
Esta reseña forma parte de una lectura conjunta organizada por Lourdes Ilgr en su blog El despertar de un libro para conmemorar los 50 años transcurridos desde el fallecimiento de Caterina Albert i Paradís y los mismos de la primera publicación de la novela La calle de las camelias de Mercè Rodoreda cuya reseña publicaré en breve. Un placer haber compartido tertulia con ella y con Raquel Jiménez Alarcón en el grupo de facebook Los libros de Carmen y amig@s.
Ficha del libro:Título: SoledadAutor: Víctor CataláEditorial: Lengua de TrapoAño de publicación: 2009Nº de páginas: 336ISBN: 978-84-8381-061-3