Nunca una palabra estuvo tan vapuleada como en el último año. Peluquerías solidarias, boutiques solidarias, recogida de alimentos y juguetes, iniciativas que han proliferado en los últimos meses. Todos quieren aportar su granito de arena para que aquellas personas afectadas por la actual crisis económica y que no tienen trabajo, pasen un poco mejor estas fiestas.
La solidaridad se hace latente en momentos como los actuales. Pareciera que años atrás no había gente necesitada, sin empleo y con verdaderos problemas que requerían de una mano tendida.
La iglesia pide y dice ser solidaria con los más necesitados. Su intención es teórica porque desde luego hasta el momento no he escuchado que se desprenda de ninguno de sus bienes para donarlo a los más pobres.
En fin, después de las fiestas la vida continúa. Seguirá habiendo mucha gente buscando trabajo, muchas personas a las que se desahucie de su vivienda por no poder pagar la hipoteca, jóvenes que se planteen emigrar para buscar un futuro mejor, colectivos (no me atrevo a decir sindicatos) que luchen para que no nos recorten derechos básicos como la sanidad y la educación y un largo etcétera. Desde luego, aplaudo las iniciativas solidarias pero no sólo en esta época, sino durante todo el año, desde enero hasta diciembre. No vale sólo en las fiestas.
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