Solo una palabra me bastaría
para sanar de la deriva,
tan solo un verso
para salvarnos del mundo;
ser todo o no ser nada
ese eterno dilema que crepita
en el fondo de los volcanes apagados,
en el corazón de las flores pisoteadas,
entre los brillos vacuos
de todos los castillos de arena
que construimos para no sucumbir,
y de repente nos sabemos
vivos entre la maleza de esta selva
que es la vida y sus artificios
horas sin nombre
y nombres sin significados
reptan entre falsos sueños,
estrellas fatuas y vanas
que aborrezco
mientras Bach alivia la noche.