Revista Salud y Bienestar

Sölo el 1% de los diagnósticos del tipo de cáncer de tiroides más frecuente se realiza en estadíos avanzados

Por Fat
Sölo el 1% de los diagnósticos del tipo de cáncer de tiroides más frecuente se realiza en estadíos avanzados
El cáncer de tiroides es el cáncer endocrinológico más frecuente y, sin embargo, es raro en comparación con otros tipos de cánceres. En general, la edad media del diagnóstico se sitúa entre los 40 y los 53 años, siendo especialmente frecuente entre las mujeres de raza blanca. Su prevalencia es baja, aunque va en aumento. Aunque el diagnóstico de cáncer suele ser aterrador, el pronóstico para los pacientes afectados de éste suele ser bueno, dado que la mayoría se cura tras cirugía (para extirpar la glándula tiroides) seguida de la ablación del tejido tiroideo residual con yodo radioactivo (para destruir los restos del tejido tiroideo). Además, en la actualidad es posible evitar las situaciones de hipotiroidismo.
El signo principal del cáncer de tiroides es la aparición de un bulto (nódulo) en la glándula tiroides, puesto que no se presentan síntomas en la mayoría de los casos. En cambio, éste suele descubrirse durante algún examen físico rutinario. Algunos pacientes con cáncer de tiroides se pueden quejar de dolor en el cuello, la mandíbula o el oído. Con vistas a la celebración del Día Europeo del Tiroides, el próximo 25 de mayo, y con el objetivo de concienciar a la población de esta enfermedad, así como de sus causas, su prevalencia y las principales implicaciones de su abordaje, la Asociación Iberoamericana contra el Cáncer de Tiroides (AICCAT) ha organizado, con el apoyo de Genzyme, un almuerzo de prensa en Madrid.
El papel del endocrino en el abordaje del cáncer de tiroides "reside en su diagnóstico, la coordinación del tratamiento y el posterior seguimiento del paciente, que debe ser de por vida", ha señalado la doctora Cristina Alvarez Escolá, médico adjunto del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario La Paz, de Madrid, y profesora asociada de la Universidad Autónoma de Madrid. Tras el descubrimiento del nódulo tiroideo, "es importante elaborar una historia clínica detallada, haciéndose especial hincapié en los antecedentes familiares y personales del paciente, y en la evolución del bulto", añade. La ecografía y la citología por Punción Aspirativa con Aguja Fina (PAAF) son las dos pruebas que suelen confirmar la enfermedad.
En relación con este tipo de cáncer, la experta no considera necesario realizar cribado alguno entre la población general, salvo en poblaciones de riesgo, que "básicamente son aquellas que tienen antecedentes familiares, han recibido radioterapia en la infancia o han vivido en zonas en las que ha ocurrido un accidente nuclear", apunta la experta. Bajo el término de "carcinoma tiroideo" se engloban diferentes tipos de tumores con pronósticos distintos. Así, el carcinoma papilar es el más frecuente y el de mejor pronóstico. "Se estima que sólo el 5% de los pacientes fallecen, y entre el 15 y el 20% de los casos se vuelven persistentes", afirma. Junto con el carcinoma folicular, el siguiente en frecuencia, "sólo el 1% de los diagnósticos se realiza en estadios avanzados", lo que podría constituir un ejemplo de detección precoz para el resto de cánceres.
La coordinación entre el endocrino y el médico nuclear es total en este tipo de cáncer. Este último "se encarga fundamentalmente del tratamiento con yodo radiactivo tras cirugía y participa activamente en el seguimiento posterior del paciente", según comenta la doctora Mercedes Mitjavila, jefa de la Unidad de Medicina Nuclear del Hospital Universitario Fundación de Alcorcón, de Madrid, durante la presentación del Día Europeo del Tiroides. "Este cáncer suele tener muy buen pronóstico", apunta la experta. "Los tipos más agresivos son el carcinoma medular y el anaplásico, que representan el 15% de los casos y pueden requerir un enfoque multidisciplinar", añade.
El tratamiento con yodo radiactivo suele hacerse de 4 a 6 semanas después de la cirugía. "La dosis de yodo a administrar depende del estadio en que se haya diagnosticado la enfermedad", comenta la experta. Durante este tiempo, "es necesario que el paciente alcance unos niveles elevados de la hormona estimulante del tiroides (TSH) de cara a que el yodo sea bien captado por el tejido tiroideo residual y las posibles metástasis", explica. Para ello, existen dos opciones: o se le deja al paciente en situación de hipotiroidismo, con los inconvenientes que eso conlleva, o se le inyecta vía intramuscular la hormona sintética (TSH recombinante). En algunos pacientes, la situación de hipotiroidismo está contraindicada por enfermedades asociadas que padece el paciente, como en el caso de insuficiencia cardiaca y/o renal, o en situaciones de dificultad para producir TSH endógena".
No obstante, todavía se dan casos en los que se deja al paciente en situación de hipotiroidismo. Éste fue el caso de Arantxa Saez, de la AICCAT, quien recuerda haber llevado muy mal dicha etapa. "Pasé casi dos meses sin tomar hormonas y sólo tenía ganas de dormir", comenta. Entre otras consecuencias negativas, el hipotiroidismo conlleva cansancio (astenia), somnolencia, estreñimiento, torpeza mental, lentitud de pensamiento (bradipsiquia), dificultad de concentración y sequedad de piel. Posteriormente, el tratamiento con yodo radiactivo implica una estancia media de 3 ó 4 días en una habitación especial, con las paredes plomadas y un sistema de drenaje especial en el baño. "Tardé casi dos meses y medio en recuperarme por completo", añade.
Aunque no es muy común, a Arantxa únicamente le han quedado secuelas de la cirugía inicial, lo que indica que la extirpación total de la glándula tiroides no es una operación sencilla. "De mi primera intervención quirúrgica me ha quedado una situación de hipoparatiroidismo permanente, lo que implica una no regulación del calcio y de la vitamina D, que tengo administrarme vía oral", apunta. "De la segunda he heredado una parálisis en dos cuerdas vocales", añade. No obstante, esto suele ser algo bastante excepcional, al igual que la edad a la que le diagnosticaron la enfermedad: "Fue a los 17 años cuando acudí al ginecólogo por desajustes en la regla y éste me derivo al endocrino". A pesar todo, "ahora me encuentro muy bien y, en breve, espero recibir el alta definitiva".
**En la imagen, de izquierda a derecha, las doctoras Cristina Álvarez Escolá y Mercedes Mitjavila, y la paciente Arantxa Saez

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